30 ×ASFIXIA ×

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Lila

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Lila.
 
—No es posible —Es mi respuesta final.
 
—Es posible y me jode que te andes con pendejadas, si no quieres dilo; yo no necesito que me inventes cuentos raros.
 
No quiero ser mala persona pero aún no me siento preparada, me gusta y no puedo negarlo pero estoy demasiado jodida para él.
 
—No me gustas —las palabras arden en mi garganta, por qué no son ciertas y si me gusta, pero después de todo en ello me convertí, en una persona falsa construida a base de mentiras.
 
Cómo siempre su rostro no refleja un solo sentimiento y me duele saber que no soy lo suficientemente importante para él.
 
—Dame un beso de despedida y con ello me conformo —Perderlo completamente se veía venir, pero me duele su crudeza.
 
—No, es mejor que te vayas a tu casa Adrián.
 
Resopla y da media vuelta, observo como se aleja y desaparece a través de la puerta. Una vez más, pierdo lo que me interesa, con Cassie lejos me siento algo sola y aunque Diana me visita constantemente no es lo mismo, ya que suele mantenerse mucho más ocupada con los preparativos.
 
Me organizo para dormir aunque como suele ser costumbre no lo lograré.
 
Al día siguiente.
 
Me siento sola y vacía, mi familia y amigos están en otro lugar, en conclusión toda mi vida cambio desde aquel día. Aquel horrible día, mis sueños ahora son pesadillas, mi sufrimiento es remordimiento de conciencia, mi máscara es mi protección.
 
Me siento culpable por mi pasado y mi presente, construí una nueva vida pero no me siento bien debido a todo el mundo que oculto en mi interior.
 
¿Está mal? Lo sé, pero la cobardía puede controlar a las personas tal y como lo hace conmigo.
 
Me organizo y salgo del apartamento, tomo un taxi y me alejo lo más que pueda. Me bajo en una esquina y me dirijo al primer teléfono público que encuentro.
 
Marco el número de casa y aguardo con paciencia.
 
Hola ¿Con quién hablo?
 
La voz de mi madre me reanima, es mi rayo de Luz en aquel túnel oscuro y peligroso en él que me hallo.
 
—Hija ¿Eres tú?
 
No salen palabras de mi boca, simplemente lágrimas ruedan por mis mejillas.
 
Vuelve a casa — Su voz suena entrecortada y reconozco que está llorando. La nostalgia me invade y lloro dentro de la cabina de un teléfono público. Me duele tanto, destrozar a mi madre de esta manera es imperdonable.
 
—Evelyn, contéstame por favor, yo te ayudaré, saldremos juntas de esto, pero háblame.
 
Finalice la llamada, no pude con tanto y allí mismo me derrumbe en mil pedazos como solía sucederme. Camine de nuevo a casa, me dolían lo pies pero era mucho más doloroso lo que estaba sintiendo.
 
Llegué a casa y descanse, trate de analizarlo todo, pensar mejor mis posibilidades o adaptarme a mi nueva vida y olvidarme de la antigua, siento como mi espacio se reduce, como si las paredes a mi alrededor se ajustarán lo suficiente para sofocarme, como los pocos jarrones que poseo me señalan y como el aire mismo está en mi contra, brindándome más oxígeno del que necesito y ¿Por qué? Tal vez sea ridículo pero mi vida es complicada y aún no estoy lista para contarla.
 
Mi teléfono suena.
 
—Nena, ¿Cómo estás?
 
Diana, otra de las personas que aprecio.
 
—Muy bien ¿y tú? — pregunto.
 
Magnifica como siempre. ¿Estás disponible?
 
—Si.
 
En quince minutos Adrián pasa por ti.
 
No, no y no, la vida está en mi contra, yo con la necesidad de despejarme y me mandan a la persona que menos quiero ver.
 
—Yo llego sola, solo dime la dirección.
 
Ni más faltaba, Adrián es un caballero y pasará por ti, de hecho ya está en camino. Así que no te preocupes.
 
—Bueno, allí nos vemos.
 
Finalizó la llamada con los nervios a flor, él vendrá por mi y eso me emociona.
 
Me levanto mucho más animada y me doy un baño, dejo la puerta con intensión de que él pueda abrirla. Y exactamente como lo deducí, cuando salí del baño él se encontraba en el sofá.
 
—¿A que juegas? —Es lo primero que me pregunta.
 
—A nada, solo que supuse que llegarías mientras me bañaba por ello te deje la puerta abierta —Aclaro.
 
—¿Y si alguien más se hubiera adelantado?
 
—Ves demasiadas películas, Adrián —Rodé los ojos y continúe mi camino hacia mi recamara.
 
—Tienes que cuidarte —Aquellas palabras me hicieron detenerme.
 
Ellos, deben cuidarse de mi.
 
Pensé para mis adentros y retome la caminata. Sé que iremos a un bar o a una discoteca, ya que es típico de Diana, así que optó por algo cómodo pero lindo. Un vestido en cuero de color negro es mi elección, ajustado en todos los lugares con un escote adelante dónde un cordón debe entrelazar ambas partes y finalizó mi look con unas botas que llegan hasta mis rodillas también del mismo color.
 
Mi cabello en una cola de caballo, mis labios de un rojo intenso y las sombras de mis ojos son oscuras, en este área me destacó y por ello se combinar los colores y resaltar mis mejores facciones.
 
Cuando salgo de mi recamara miro a Adrián quien se encuentra acostado en el sofá. Cómo me gustaría tirarle un vaso de agua para que despierte. Pero sé que no es posible ya que vamos de salida.
 
—¡Adrián! —le grito y este de un salto despierta, contengo la risa. Él me mira enojado por un momento y luego me repara, se muerde el labio inferior adornado por un piercing y se levanta.
 
No cruzo miradas con él, simplemente lo sigo al auto y allí todo se vuelve más incómodo. El enciende la radio y la música apacigua el silencio que nos rodea. Ni una sola palabra, antes no era así, yo siempre trataba de mantener el ritmo de la conversación, reía junto a él, pero era Adrián quien las iniciaba.
 
Llegamos a la discoteca y trato de buscar a Diana, pero no la veo, así que tomo asiento en una de las mesas al igual que Adrián.
 
Cuando el tiempo transcurre y ella no aparece la llamo.
 
—¿Donde estás?
 
Escucho risas en el fondo.
 
Lila, nosotros no llegaremos.
 
Escucho nuevamente risas y ahora lo comprendo todo. No puede ser, todo fue una trampa.
 
Disfruta este momento a solas con Adrián.
 
Finaliza la llamada dejándome con el insulto en la punta de la lengua. Vuelvo a la mesa y observo a Adrián con cara de amargado y a varias mujeres dedicándole miradas coquetas.
 
—Ellos no vendrán —digo cuando estoy cerca de él.
 
No dice nada y automáticamente se levanta de la mesa.
 
—Te llamaré un taxi —hijo de puta ¿Cómo se atreve?
 
—No me iré —es mi respuesta final, aunque verdaderamente quiero irme.
 
—¿Ah no? — pregunta con el ceño fruncido —¿Que harás?
 
—No te importa —Él es grosero yo también puedo serlo.
 
Me levanto de la mesa y me dirijo a la barra, lo pierdo de vista y comienzo con un doble de Juan Valdez, después con Jack Daniels. No me importa revolver trago, solo necesito un poco de alcohol en mis venas para olvidarme de todo y de todos al mi alrededor.
 
Observo a la distancia a Adrián, que se encuentra con el grupo de chicas que al inicio le coqueteaban.
 
«Tu le dijiste claramente que te dejará tranquila»
 
Me repite mi subconsciente y desearía callarlo. Continuo tomando sin importar el mareo que comienza a manifestar mi cuerpo. Un hombre se me acerca, lo beso mientras observo la reacción de Adrián. Siento calor, ganas de bailar y demostrarle al mundo que yo soy mucho más; así que lo hago, lo tomo y comienzo a bailar no se que cosa. Luces, humo, música. Manoseos y besos con el hombre que desconozco. Estoy feliz, me siento liberada, me siento capaz de todo y con ganas de salir a la Luz y mostrarme como verdaderamente soy.
 
Lo vuelvo a ver, está borroso y se acerca a mi, me jala, alejándome de los brazos de aquel hombre.
 
Estoy mal, muy mal, mi corazón se acelera a un ritmo desconocido. Mi visión se nubla y lo abrazo buscando protección.
 
Ya no hay música, ya no hay humo, ya no hay gente.
 
Él está allí...Me golpea...Me obliga. Lloro...Sangre...Ya no hay nada.

Efecto Mariposa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora