15×EL AMARRE×

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Diana

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Diana.

Me llamo.

Después de tantas semanas en las cuales se olvidó de mi, hoy por fin llama. No sé cómo sentirme al respecto, no puedo negar que lo extraño y una parte de mi se emocionó con su voz.

Me citó a las siete de la noche en el restaurante en el que nos conocimos y no se que pueda significar aquello, ¿Perdió el interés? Tal vez, pero estoy a nada de averiguarlo.

Bajo del coche y me adentro en el restaurante, ingreso a la zona «privada» dónde me indico que estaría, lo encuentro. Pero no está solo y la rabia se me sube a la cabeza cuando observo a la misma mujer de la cafetería sentada junto a él.

No me acobardo y continuo a paso fino, hasta llegar a su lugar; me siento sin saludar y los observo.

-Diana, quiero presentarte a...

-La perra con la que me engañas -termino la oración por él y noto como mira a la mujer junto a él.

-Sabia que sería así -comienza a decir Anderson mi sexy y lindo oficial, que hoy no lleva uniforme sino un traje negro - Isabel Puedes esperarme a fuera, prometo que recibirás una disculpa por parte de mi novia.

-¿Disculpa? -digo indignada por sus palabras. Creerá este que yo pediré disculpas. La mujer se levanta ignorando la situación y se aleja.

-No es lo que tú crees -es lo primero que dice cuando estamos solos.

-¿Ah, no? ¿Entonces? -digo con una sonrisa que no llega a mis ojos, ya que estos los siento lagrimosos.

-Princesa...

-No me llamas, no me buscas, te olvidas de mi y el otro día te ví con esa mujer. Y ahora tienes el descaro de «presentármela» -No puedo llorar, jamás lo permitiría y menos por algo así.

-¿Confías en mi? -pregunta el cínico.

-Confiaba, Anderson.

-Ella es una organizadora -Es que no entiende o se hace el pendejo.

-No te estoy preguntando su labor, tampoco me importa -Confieso en medio de un gruñido.

-Todo tiene una explicación, dame otra oportunidad -Su voz es de súplica.

-¿Una oportunidad para que?

-Para explicártelo todo.

-Solo tienes una -Acepto.

El sonríe emocionado y no entiendo el motivo, hasta que un grupo de mariachis entran al lugar en el que me encuentro. No puede ser, si me va a pedir disculpas con mariachis le zampo una cachetada. Vuelvo a girarme hacia él para reprocharle con la mirada pero el ya no está en la silla sino que se encuentra arrodillado en el suelo con un cofre estirado.

No lo puedo creer, es una organizadora. Recuerdo sus palabras de hace un momento.
Mis ojos se llenan de lágrimas y me levanto, de haber sabido me hubiera organizado un poco más, ya que hoy no hice ni un esmero por maquillarme o alisar mi cabello.

Efecto Mariposa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora