A puddle of water can't hold
me close, baby.Can't hold me close, baby
ーHola, soy yo otra vez.ー Saludó la niña al tercer día.
El muñeco ya había dejado de llorar, instantáneamente al oírle. Y mientras Mary componía su cara, él se dedicó a mirarla en silencio. Esas eran sus únicas oportunidades de tenerle tan cerca.
Sin saberlo, le estaba dando el maravilloso placer de admirar su belleza.
Eran momentos tranquilos para él cuando ella estaba ahí. Porque su corazón era literalmente de hielo, y aún así sentía soledad, ésta se iba cuando ella aparecía, junto con sus lágrimas.
Hacía horas desde que había dejado de nevar, las nubes ya no estaban adornando el cielo azul, sino que se alejaban lentamente, diciéndole que tardarían en volver. Y ya fuese para buena, o mala suerte, el sol se asomaba con intención de acabar con las vidas recién creadas.
Como la de nuestro señor hombre de nieve.
Saotome lo notó luego de unos minutos, vio cómo sus ojos celestes se volvían aguados, sus brazos cayéndose, y su sonrisa rosa desapareciendo.
¿Por qué el señor sol hacía eso?
ーUn charco de agua no puede abrazarme, mi amor. ー Suspiró intentando que el cuerpo ya no tan sólido del muñeco no terminase por volverse parte del suelo.
Mary quería estar con él un poco más, y jugar, mantenerse cerca; verlo al día siguiente y cubrir sus escasas imperfecciones. Sabía que lloraba cuando no estaba, si él se iba ahora ella sería la que llorase.
ーNo puede abrazarme, mi amor.
Y, al final, él terminó convertido en eso, en un líquido sin chiste con un pedazo de tela carmesí encima.