Capítulo V: Verdades que matan

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Como cualquiera esperaría volvió a amanecer. El sol era capaz de mostrarnos, un día más, su incansable belleza matutina.

Llegué más temprano de lo normal solo porque quería ver a Sara; saber cómo se encontraba.

Pasó el tiempo y yo esperé... y esperé, impaciente.

¡Ahí está! —pensé emocionado al verla.

—Ya pensaba que no vendrías —le dije al acercarse.

—Y yo pensé en no venir.

—No tienes que preocuparte. Yo te voy a proteger.

—Eso ya lo he escuchado antes.

—Sí, pero no de mí.

—Tampoco necesito que me protejan.

—Lo sé, te vi ayer defendiéndote y no estuviste nada mal.

— ¿Nada mal? Estuve mejor que tú.

Ambos reímos y entonces apareció Sergio.

—Sara, ¿puedo hablar un momento contigo? —le preguntó.

—Yo no tengo nada más que decirte. Para mí ya no existes.

—Pero yo si tengo algo importante que decirte.

—No me interesa escucharte, Sergio.

— ¿Me puedes acompañar?

— ¡No!

Él estaba incómodo porque me encontraba presente, pero no la iba a dejar sola después de lo que se atrevió a hacerle.

—Yo estoy muy arrepentido y te aseguro que no volverá a pasar. Por favor, no me dejes. Yo te amo.

— ¿Cuántas mujeres habrán escuchado eso luego del primer golpe? Y lo peor ¿cuántas habrán creído palabras similares?

—Te lo digo de verdad.

—Sí, claro —respondió ella con ironía.

—Y con respecto al beso, yo no hice nada, fue Amanda la que se lanzó sobre mí y en un segundo hizo un selfi sin que yo pudiera evitarlo.

—Ya sé que te tendió una trampa, pero eso no es lo que me molesta. Sergio, de verdad me llegaste a conquistar y me sentí tan tonta de no haber visto tu verdadera personalidad antes de humillarme frente a toda un aula, o más bien frente a una escuela, porque enseguida Estefany y Amanda lo estaban publicando, pero no me duele que los demás vean lo que pasó, porque no me importa lo que piensen los demás de mí; lo que realmente me hiere es haberte creído, haber confiado y ser traicionada por tu ira. Lo nuestro ya ha terminado. Mejor dicho, tú lo has terminado.

Él se alejó sin opciones de conseguir su objetivo.

—Vengo ahora, voy al baño —le avisé a Sara.

—Está bien, te espero en el aula.

Acudí al lugar.

—Veo que has venido por más consejos.

—No, solo... vine a orinar.

— ¿Por qué no te creo? ¿Será porque no dejas de tener en mente lo que hiciste ayer? No haberle contado a tiempo de lo que pasó en el aula con Amanda o Chis, que es como tú la llamas, fue la mejor decisión. ¡Piénsalo bien! De haberle dicho... es cierto, ella no hubiera recibido la bofetada, pero seguiría con él y no es así. Puedes darme las gracias, pero solo con verte otra vez ya me alegro.

—Eso no estuvo bien. Tenía que habérselo contado todo.

—No tengas remordimientos. Es más, te lo voy a compensar diciéndote quién te escribe las cartas.

Gigantes en guerra [Completa] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora