Miedo y Captura

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Nar estaba sentada en el tejado de la casa más alejada al cuartel que pudo encontrar.

Pueden decirme todo lo que quieran que la pelirroja es una exagerada y que no da hacer tanto escándalo por cualquier cosa... pero enterarte de que naciste adentro de un incendio y que estas hecha de fuego... no es algo fácil de procesar.

Más teniendo en cuenta que no es algo demasiado difícil de creer, ya que había algunos indicios de eso. Por ejemplo, el poder de su pelo, o el hecho de que nunca, jamás haya tenido las manos frías, o que la chica tenía más de un núcleo de poder...

Todo eso daba indicios, y ella no se había dado ningún tipo de cuenta.

- Si me decían que yo nací en el medio de las llamas, o que estoy hecha de llamas, podría creerlo. Pero que soy hija de un tal Dios Rojo...?

Y si, lo cierto es que la historia no sabe mucho del Dios Rojo. El Templo del Sol reprimió la mayor parte de las culturas y creencias, y es por esto que si uno va a una librería no va a encontrar un puto libro de religión que no sea sobre el Templo del Sol.

En eso estaba Nar cuando se dio cuenta de que ya era tarde... Y de que su estómago pedía comida a gritos.

Pensó a dónde ir, pero no quería volver a la estación, todavía no estaba lista para contarles, y si los veía seguro se le pasaba la lengua.

Pensó en comprar algo, pero no tenía, y aunque cualquier puesto le hubiera dado comida gratis sin que ella siquiera lo pidiese, no le gustaba no pagarles por la comida que vendían, así que se decidió por ir a la casa de su amiga.

Si, la misma amiga a quien había ayudado a construir su casa: Ai. La pareja había terminado la construcción, y ya tenían instaladas sus pocas pertenencias. La chica había dicho a Nar que en cualquier momento se pasara por su casa a por una comida, para agradecerle por la ayuda (Y es que Nar resulta ser muy útil en las construcciones. Si no fuera Soldado de Fuego, sería constructora).

Por eso se encaminó hacia las afueras del pueblo, lugar en el que se había construido la casa por falta de espacio más en el centro. Al llegar vio las luces encendidas y la sombra de Ai en la ventana.

Tocó la puerta, y le vino a abrir la chica, quien tenía un delantal de cocina y llevaba un cuchillo enorme en la mano.

- Ah!! Hola Nar! Como estas?- preguntó ella en tono dulce y amable. La chica era una de las personas más amigables y buenas que pueda existir. Siempre ayuda a quien lo necesita, y su mayor fuerza es que sabe escuchar. Si, uno pensaría que no es la gran cosa, pero lo cierto es que en momentos de necesidad, encontrar a un buen oyente es algo muy lindo.

Como decía, Ai la saludó y Nar sonrió.

- Hola... me puedo quedar a cenar acá hoy...?

Ai la miró un poco y luego sonrió para hacerla pasar.

- Claro, cuando quieras.

Adentro estaba su esposo, Yamato, un hombre alto y delgado de ojos marrón que desfilaban amabilidad y pelo del mismo color.

No era especialmente guapo, ni especialmente fuerte, ni especialmente talentoso, únicamente era amable, y aceptaba a cualquier persona como amigo.

Si, definitivamente esos dos hacen una buena pareja- pensó Nar

- Justo nos agarraste cocinando, la cena va a estar dentro de poco- dijo Ai, quien volvió a acercarse a la cocina, donde estaba ya Yamato. Resulta que a ambos les gustaba cocinar juntos, así que solían hacerlo cada vez que podían.

El Fuego Rojo de Asakusa | Fire ForceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora