No hubo muchos cambios desde su partida: los campos seguían siendo tan verdes como siempre, los caminos seguían las mismas rutas, las aldeas y pueblos seguían exactamente igual a como estaban hacía cinco años, las armas, escudos y uniformes de los soldados no habían cambiado, incluso el aire mismo era tan fresco y puro como recordaba, tan diferente al caliente aire de la India. Y aún así todo se sentía tan... extraño, tan ajeno a ella.
Lena temió esto durante media década, el volver un día a su tierra y que le fuera extraña, o aún peor, que esa ya no fuera más su tierra. El miedo, tan irracional como es, se había instalado en su pecho desde el día que partió abordo de un barco hacia una tierra que no conocía, para estar con un hombre a quién no conocía y vivir una vida que jamás imaginó ni deseó. Aún con todo eso, su vida durante ese tiempo fue buena, incluso fue feliz. Su esposo resultó ser un hombre bueno, amable e inteligente que le dio todo cuanto deseo, que la apoyó al punto de acompañarla en su retorno a casa y que siempre se mantuvo a su lado, que sigue a su lado. Y ella no podría estar más agradecida por eso.
Su estómago se retorció dolorosamente al vislumbrar el castillo que por dieciocho años fue su hogar. Aún estaban lejos, les tomaría por lo menos medio día más llegar hasta él.
―Luces asustada.
Ella no contestó, intentando calmar la ola de emociones que oprimían su pecho y no la dejaban respirar. En cambio, tomó la cálida mano de su esposo y se recargó en su hombro, imaginando su arribo al castillo, intentando pintar en su mente los rostros de su familia con la mayor precisión posible: La suave mirada de Lionel, el elegante perfil de Lillian, la cálida sonrisa de Lex. Se pregunta si verán en ella algún cambio, si notaran que sus rasgos son ahora más maduros, que aumentó su altura, que su piel ya no es tan blanca ni pálida como cuando se fue, que ya no piensa igual que cuando tenia dieciocho años, que ya no es la misma. Tal vez ellos tampoco lo son.
Durante su recorrido se encuentran con aldeanos y campesinos que, asombrados, los siguen curiosos, los niños corren a su alrededor pidiendo monedas y los ancianos los miran con cierto recelo. Los esclavos que los acompañan comienzan a lanzar oro y pan, como es tradición en su tierra de origen, y eso sólo hace que las personas alrededor comiencen a vitorear y la multitud aumente, aclamando por personas que no conocen, que posiblemente jamás conocerán. Lena siempre se ha sentido enferma por eso.
Cuando están a un par de kilómetros de la entrada del castillo, una comitiva de soldados y jinetes los esperan, poniendo a raya a las decenas de personas que los rodean y acompañándolos el resto del camino. Tambores y trompetas les dan la bienvenida y justo debajo del rastrillo de entrada Lex la espera con una enorme sonrisa.
Ella no es realmente consciente de cómo es que llegó hasta su hermano, pero sí es muy consciente de los fuertes y cálidos brazos que la envuelven cariñosamente. ―Bienvenida a casa Len. ―Y ella siente que tal vez sí ha vuelto, que este aún es su hogar.
Guardias y sirvientes la saludan y hablan con ella, emocionados por el regreso de la pequeña Luthor que ha vuelto convertida en mujer. Ella también los ha extrañado. Les presenta a Jack, que pacientemente los saluda de vuelta y se emociona al conocer a los nuevos miembros, que al no conocerla se muestran tímidos y reservados. Aunque no hay música ni comida, en pocos minutos el lugar se llena de un ambiente alegre, donde sirvientes y soldados hablan animosamente, aunque solo un par se detiene a hablar con Lena de forma extensa. De repente, todo el bullicio de apaga y un camino se abre desde la entrada principal del castillo hasta Lena. Lionel está de pie en la puerta, mirada severa y semblante serio. Sus miradas se encuentran y ella de repente se siente como una niña pequeña frente a su padre, sorprendiéndose así misma dando pasos hacia él. Se detiene, respira profundo y vuelve a andar. Cuando está frente a él, agacha la cabeza y se inclina, deteniéndose a sí misma para no abrazarlo en frente de todos, sintiéndose extrañamente incómoda por lo que le parecen años hasta que una mano enguantada la toma de la barbilla indicándole que se levante. Su padre luce más viejo de lo que debería, y más cansado de lo que jamás le había visto, es más delgado de como lo recuerda y sus ojos no tienen el brillo de antaño, sin embargo la calidez que siempre había en ellos al mirarla sigue ahí, intacto, y ella simplemente quiere llorar.
―Mi niña... —Y luego de años, su padre la vuelve a abrazar, y ella está segura de no querer volver a separarse de él.
Todo mundo vuelve a sus deberes y la recién reunida familia avanzan hacia el comedor para charlar en privado. Pasan al menos una hora hablando sobre su viaje, Lena les dice que han traído regalos para todos, pero que llegarán al día siguiente, y Jack y Lex comienzan a enfrascarse en una animada charla sobre política marítima y exportación. Entonces, como si se hubieran leído la mente, padre e hija los dejan hablar y salen caminando tranquilamente por los largos pasillos hasta los jardines que rodean al castillo. Sumergidos en un cómodo silencio, cada uno piensa como comenzar una charla que han esperado por tantos años.
—Debí traer mi capa. —Lena se lamenta, sintiendo como el frío enchina y hiere su piel. Al instante Lionel se quita la pesada capa de los hombros y lo coloca suavemente sobre los de su hija, que se siente abrazada por su calor.
Se quedaron así por un par de segundos, simplemente viéndose a los ojos, ojos que era idénticos, y sin decir nada más Lionel acunó a Lena en sus brazos, sosteniéndola como sólo un padre puede sostener a una hija
—Me alegra tenerte de vuelta. —Y su voz es tan sincera y llena de cierta vulnerabilidad, que Lena sabe que Lionel sufrió su ausencia más de lo que ella jamás podrá imaginar.
—A mi también me alegra volver padre.
Y Dios, que poco le duraría ese gusto.
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La Llave Esmeralda
FanfictionPor siglos, Irlanda estuvo dividida, sumida en guerras y conquistas, hasta que Lionel Luthor logró imponer orden y unificó a las cuatro provincias bajo un solo reinado, su reinado. Una vez nombrado Rey, el joven monarca se dedicó a reforzar su reino...