prólogo

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Apenas era la primera semana de verano, pero el ambiente ya se veía prometedor. El cielo de Baltimore estaba pintado con tonos pastel, yendo de un ligero púrpura a un radiante naranja, acompañado de tenues rayos del sol que ya se escondían en las nubes del oeste. Las flores crecientes en los jardines a cada lado de la calle se veían tan vivas como nunca, así como las risas y las voces de los jóvenes que salían a celebrar el final de su año escolar. 

Jack Barakat, sin embargo, no era uno de esos chicos. Después de pasar el día en casa de su mejor amigo, había decidido tomar el camino largo hacia su hogar una vez más, maldiciéndose a sí mismo por lo bajo por tener que lidiar con miradas de extraños que no esperaba ver hasta el próximo año académico. 

Sin embargo, aquellas miradas no importaron en el momento que Jack se cruzó con el mismo lugar que estaba buscando: una alta estructura que se alzaba en rampas, una que otra escalera situada en medio del ahuecado suelo, y barandillas de metal donde saltaban las personas en sus cuatro ruedas. 

El moreno observó a las diferentes personas rodando y paseándose de aquí a allá, dando saltos y vueltas que parecían mucho más fáciles de lo que en realidad eran. Cada uno estaba en sus propios asuntos, chicos y chicas queriendo impresionar a algún amor platónico presente, otros no tan afortunados familiarizándose con la superficie de hormigón, incluso grupo de amigos sin hacer nada más importante que solo pasando el rato. Después de salir de la escuela, estar involucrado en una multitud de adolescentes no era exactamente el plan que Jack tenía en mente. Al menos, hasta que su atención se centró en aquello por lo cual tomó el desvío a casa.

En un costado del lugar, se encontraba dos chicos sentados en los escalones, parecían mirar y escuchar con atención a uno de sus amigos, quien incluso de espaldas emanaba emoción de aquello sobre lo que estaba hablando. En un momento, este volteó su cuerpo con euforia hacia el lugar donde se encontraba Jack, sin detenerse a mirarlo, pues estaba demasiado ocupado riendo a carcajadas. 

Jack, por puro instinto, escondió su delgado cuerpo detrás de las bajas gradas, incluso si no tenía por qué. Claro que no tenía por qué, Alex Gaskarth no había notado su presencia en todo el tiempo que llevaban de compartir clases, chocarse en los pasillos e incluso fuera del instituto, las posibilidades de que lo hiciera en medio de tantas personas talentosas eran nulas. El moreno desde siempre conocía sus posibilidades, pero eso no significaba que de un momento a otro cambiaría de parecer. 

No era una situación de obsesión, ni siquiera sabía si se trataba de sentimientos románticos. Lo único de lo que estaba seguro es que, años atrás, desde que sus ojos se chocaron por primera vez con el chico que se encontraba a metros de distancia, un sentido de admiración invadió el cuerpo de Jack. ¿Y cómo no? El chico era talentoso, tocaba la guitarra y cantaba como nadie nunca se imaginaría. No fallaba en demostrar qué tan inteligente era cada día, incluso si a veces aquello causara que fuera visto como un patán. Era envidiablemente ágil, justo como demostraba en aquel momento, haciendo trucos estáticos en sus cuatro ruedas, logrando robarle a Jack un par de suspiros involuntarios. 

Con todo y eso, Alex no era la clase de chico popular que intimida al pasar, el término no le aplicaba mucho, tampoco. Era ampliamente conocido por hacer presencia en actividades escolares, aunque siempre se le veía con las mismas personas sin importar donde se encontrara. Incluso sin ese hecho, no era la clase de chico que sobresalía en una multitud. Su cabellera castaña caía por su frente hasta casi tapar sus ojos, los cuales eran igual cafés, un toque más oscuros. En su estilo parecía esforzarse por pasar desapercibido, utilizando sudaderas grandes y tonos apagados. Cualquiera que no lo conociera no vería mucha diferencia, pero Jack era la excepción. 

Permaneció unos minutos más admirando al inglés, preguntándose lo que sería estar cerca de él, o hacer las cosas que él hacía. Se cuestionaba si había alguna otra persona en aquel parque que pensara lo mismo, lo cual Jack concluyó que era probable. No se molestó en desarrollar mucho aquella idea, sabía que la adrenalina causada por el skater no era más que eso, un montón de químicos queriendo hacerle perder balance.

Sacado de sus pensamientos a las malas por un sonido proveniente de su móvil, recordó que debía seguir el camino hasta su destino, pues su madre ya empezaba a cuestionar su paradero. Dio un último vistazo al grupo de chicos que ahora rodaban en sus tablas por el hormigón. Suspiró, resignado, y se retiró, dispuesto a olvidarse de Alex, como siempre lo hacía, al menos hasta que tuvieran que volver a encontrarse involuntariamente en los revoltosos pasillos del instituto.

Alex era algo parecido a una marea de oro, brillante y curioso. Jack sabía que lo más grande, y posiblemente lo único que conseguiría, sería un breve roce que solo lograría anticipar su rostro a un rubor delator; dejándolo, claramente, deseando más. 

gold rush ❀ jalex auWhere stories live. Discover now