capítulo 4.

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Con un último suspiro, después de enviar el último mensaje, Alex guardó su teléfono móvil en el bolsillo de sus joggers, inseguro de cual sería su siguiente movimiento. Se encontraba en el sótano de Rian desde hace aproximadamente una hora desde que el más joven le indicó esperarlo en aquel lugar. Alex estaba empezando a molestarse, una de las razones por las que no le agradaba cambiar los horarios de ensayo era el total desorden que aquello podía causar. Claro, admitía que él no era la persona más puntual tampoco, y habían momentos en los que Rian tampoco se salvaba. Sin embargo, tenía en cuenta que, si había una prioridad que ambos chicos tuvieran en común, aquello era su pequeña banda. 

Su pierna rebotaba de arriba a abajo de manera impaciente y ciertamente ansiosa, mientras sus dedos intentaban encontrarse en los trastes de la guitarra prestada que descansaba en su regazo. Había salido con tantas ansias y prisa de su hogar que no cayó en cuenta de que olvidó lo obvio, su equipo, al dirigirse donde su amigo. Por fortuna, Rian mantenía una guitarra en un lugar recondito desde el tiempo que Alex intentó e intentó enseñarle a tocar, aunque claro, nunca pasaban de las lecciones básicas. Ahora el inglés se encontraba moviendo el clavijero y ajustando las cuerdas del viejo equipo, buscando aunque fuera un decente sonido para iniciar su ensayo semanal. 

—Esto es lo último –dijo Rian, bajo en aliento, después de situar en el psio la caja que faltaba de su batería–. Estamos listos, amigo. 

Alex hizo un ademán con la mano y continuó en su labor de afinación.

—De saber que empezaríamos más tarde habría llegado una hora después –se quejó entre dientes sin levantar los ojos de las cuerdas. 

Rian levantó las cejas a manera de sorpresa, pero decidió no comentar en el repentino cambió de actitud del mayor. 

—Lo siento, Al, no sabía que ayer mi madre iba a ocupar el garaje para sus fiestas de jardín o... Lo que sea que hacen las madres –pateó levemente la alfombra bajo sus sneakers. Sus ojos estaban fijados en el extrañamente callado chico que ocupaba su sillón–. Pero imagino que tú tuviste un mejor día que yo ayer, ¿no? –sonrió y tomó asiento frente a él–. ¿Cómo te fue?

—Uhm –tartamudeó Alex, dejando la guitarra a un lado, sus manos ahora pasando por su cabello frenéticamente–. Bien. No fue nada especial. 

—Oye –Rian aventó un cojín cuidadosamente hacia su amigo con la intención de descifrar su expresión facial. Alex era inquieto, y a veces no cuidaba de su tono, pero jamás era tan callado sin razón alguna–. ¿Qué ocurre? 

El cantante se tensó. Lo pensó por un momento, sin darse genuina cuenta de cómo sonaba su voz, apagada y aburrida. La pregunta de su amigo no era algo que quisiera responder, pero tampoco evitar, tenía claro que ya no podría librarse de Rian. Soltó un suspiro tembloroso mientras intentaba iniciar su explicación. 

—Yo... Anoche llegué a casa –hizo una pausa involuntaria, intentando parafrasear los hechos–. Mi mamá no estaba, y...

—¿Qué? –el menor se heló de repente–. ¿No acababa de volver?

Alex asintió, su rostro tensó y pintado de preocupación. —Exacto, pero no lo sé. Me dijo que se iría hasta el fin de semana –sintió su corazón latir mucho más rápido, involuntariamente recordando lo ocurrido la misma noche que la mujer llegó a casa–. Estuvo hablando con alguien todos estos días, se veía demasiado tensa. 

Rian no movió un solo músculo, reflexionó una y otra vez dentro de su cabeza si lo correcto era hacer el siguiente movimiento que tenía pensado. Sin embargo, sin previo aviso, cuestionó:

—¿Crees que sea...?

—No –interrumpió Alex, un poco más fuerte de lo que hablaba anteriormente. Tiró de su cabello levemente en un intento fallido de liberar ansiedad–. No sé. Espero que no. T-tal vez... Tal vez ella vuelva esta noche, o sino...

gold rush ❀ jalex auWhere stories live. Discover now