Chiaroscuro ; ShotoHawks one-shots

✧3.

Hace cinco años

Número de palabras: 1 036

|  Situado en un supuesto futuro; tienen 21 y 27 años respectivamente |  Fluff |

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Una calma extraordinaria reinaba en aquella mañana coronada por la calidez de los rayos del Sol. La somnolencia parecía haberse hecho con el control en ese día y mantenía bajo dicho estado de letargo a la ciudad completa, con todos sus habitantes. El hechizo también había conseguido abrirse paso hasta la habitación de Shoto, donde ahora un incansable pitido instaba al joven héroe a comenzar su jornada. Sentándose en la cama, con una fatiga poco propia de un veinteañero, hizo callar la alarma del despertador rápidamente; aunque fue demasiado tarde. El frotar de las sábanas le hizo saber que Keigo también había sido arrancado del mundo onírico por el molesto sonido. Pronto, se encontró con un par de ojos que le miraban soñolientos. Shoto se inclinó para besar su frente.

- Sigue durmiendo, yo tengo que levantarme ya.

Descolgó sus piernas por el borde de la cama, dejando que las plantas de sus pies hiciesen contacto con el suelo. Sintió la pesada presencia de la pereza en el aire. Permaneció así uno o dos minutos.

El toque de unas manos templadas sobre su pecho le hizo volver en sí. Aquellos finos dedos se deslizaron desde sus costados hasta sus pectorales, rozando en su camino otros pequeños fragmentos de piel que se iban despertando por efecto del contacto. Una cabeza se posó entonces sobre su espalda y allí se acomodó. Desordenados mechones de pelo rubio cosquillearon la parte trasera de su hombro. No pudo frenar una sonrisa; una sonrisa matutina, todavía con los ojos semiabiertos y el pelo alborotado, mezclándose sus dos colores sobre su pálida frente.

- Keigo, ¿qué ocurre?

El susodicho se irguió un poco, solo lo necesario para depositar un beso en el lugar donde comenzaba el cuello de Shoto.

- ¿Y si no vas a trabajar hoy, Sho?

- ¿Cómo dices?

- Que te quedes aquí, conmigo.

No solía comportarse de ese modo. Hacía unos años, Keigo también había sido un héroe profesional; comprendía perfectamente, por lo tanto, las obligaciones que ahora Shoto tenía. Este último hizo una lista mental de lo que podría perderse si se permitía volver a la cama; no tenía que patrullar aquel día ni tampoco acudir a ninguna reunión importante. Excepto, por supuesto, el homenaje a los héroes que terminaron con Shigaraki hacía cinco años.

Todo cobró sentido entonces.

Shoto se dio la vuelta despacio, volviendo a quedar sentado en la cama. Keigo retrocedió un poco para dejarle espacio. Le sonreía como era habitual en él. Todavía con un leve adormecimiento en sus ojos dorados, envuelto en la camisa del pijama de Shoto (razón por la que este dormía con el pecho al descubierto) y bajo la suave luz de la mañana, Shoto pensó que no podía existir algo más hermoso que su prometido.

Apoyando la espalda en el cabecero liso de la cama, le atrajo hacia sí. Una vez Keigo se hubo acomodado, con la cabeza sobre el pecho de Shoto, fue su turno de ser rodeado por los brazos del contrario.

- Tengo seis años más que tú – comentó graciosamente -, debería empezar a imponerme.

- No lo hagas, me gusta esto. – fue la respuesta que obtuvo.

Puede que Shoto no alcanzase a ver la sonrisa de ternura que se formó en el rostro de Keigo. Sabía que Shoto solía entender todo literalmente y contestar sin ninguna reserva. Con el índice, recorrió la piel frente a él desde el pectoral hasta los abdominales. Estaba fría; él siempre se aseguraba de que descansase sobre su lado derecho, donde la piel era cálida y más agradable. Solo en las noches de verano donde el calor se volvía sofocante cambiaban su lugar en la cama, de modo que Keigo estuviese en contacto con el lado gélido. Hasta el momento, habían hecho dicho cambio tres veces, que se correspondían con los tres veranos que habían pasado juntos.

- Me pregunto qué tendrán pensado para ese homenaje.

- No tenemos que ir. Sé que no quieres hacerlo. – dijo Shoto.

- Solo son un puñado de recuerdos sin importancia.

Shoto pasó la mano por la espalda de Keigo, acariciando por encima de la tela de la camisa las dos enormes cicatrices que allí tenía. Hacía cinco años, unas magníficas alas se adherían al lugar que ahora ocupaban aquellas quemaduras. Besó su cabeza. Keigo cedió.

- Está bien. No tengo ganas de que me hagan revivir todo aquello. ¿A quién se le ocurre montar un evento así de estúpido?

- No lo sé. Nada bueno salió de aquella guerra.

- Solo que te conocí en el hospital. – objetó Keigo.

- Ya me conocías entonces.

- Sabía que Endeavor tenía un hijo pequeño y sabía que ese hijo se llamaba Shoto, sí. Le saludaba cuando le veía en la agencia, le vi en el Festival Deportivo...

Con la yema del dedo, dibujó un corazón sobre el pecho de Shoto.

- ...pero no conocía a la persona que había dentro.

Hubo una breve pausa.

- Creo que puedo decir lo mismo, si he comprendido bien a lo que te referías... Pensar que estuviste ahí todo el tiempo y nunca me di cuenta...

- Hizo falta que nos friesen vivos a los dos. – bromeó él.

- Ojalá hubiese sido de otro modo.

Keigo no podía decir que no desease lo mismo; haberse conocido en otras circunstancias, quizá incluso fuera de las complicaciones del mundillo heroico. Le entristeció pensar en la historia que sus hijos tendrían que escuchar. Habría dado cualquier cosa por haberles podido hacer un relato de sucesos corrientes, pero nada en su historia con Shoto era mundano o habitual.

El calor proveniente del lado sobre el que estaba apoyado no tardó en adormecer aún más al recién despierto Keigo, que empezó a hallar verdadera dificultad en mantener los párpados abiertos.

- No asistiremos; duerme.

- No hace falta que me lo repitas...

Dicho eso con una sonrisa jocosa, cerró los ojos de nuevo. Shoto pensó que lo mejor sería levantarse, preparar el desayuno para ambos y hacer otras tantas tareas alrededor de la casa; sin embargo, la pereza mezclada con el afecto hizo que permaneciera en su cama, quedándose dormido al poco tiempo. Y así quedaron ambos, hasta que el mediodía cayó sobre ellos.