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— Chan, quiero fumar.
El pelinegro, quien revisaba unas cuantas recetas en internet, volteó a ver a JeongIn, incrédulo ¿Había escuchado bien?
— ¿Qué? Sabes que no puedes.
— Ya sé, pero en verdad quiero y uno no creo que me haga daño.
— JeongIn, no. Falta poco para que los niños nazcan, después de eso podrás fumar. Correrían mucho riesgo los tres. Definitivamente no.
JeongIn jugaba con sus deditos, nervioso y temblando, más bien; llorando. Llevó sus manos a su rostro y soltó un sonoro sollozo.
— ¿Soy un mal padre? —Preguntó, sorbiéndose la nariz. Tenía las mejillas rosadas y húmedas.
Chan quería tomarle una foto en ese justo mometo, era una muy tierna imagen, pero no se mostraría grosero, JeongIn pensaría que lo haría para burlarse de él.
— Oh, cariño.
Chan se cambió de lugar, sentándose a un lado de el menor, dándole un gran y cálido abrazo, de esos que tanto le gustaban.
— Claro que no eres mal padre, nunca pienses eso, eres uno muy bueno y aún no nacen los bebés —Besó su frente.
— ¿Me lo p-prometes? —Se sorbió una vez más la nariz. Chan asintió, secándole las lágrimas con la palma de sus manos, tomo su delicado rostro entre ellas y lo miró detenidamente.
Era precioso, la carita rojita, los ojos cafés brillates con un destello de tristeza y culpabilidad, el pequeño puchero formando en sus gruesos labios, su cabello cayéndole por sus párpados, simplemente precioso.
— Eres muy bonito, bebé —Dijo mirándolo con dulzura.
No esperaba esa reacción por parte de JeongIn, él se abrazó de Chan y lloró en su pecho ¿Acaso había dicho algo mal?
— ¿Q-Qué pasa? ¿Dije algo mal?
JeongIn negó con la cabeza, se retiró de su pecho y lo miró, sonriéndole.
— Para nada, al contrario, es que.. Me gusta cuando me dices eso, eres muy tierno, Chan. Gracias. —Bajó la mirada a su panza.
— Bueno...Entonces, eres precioso, divino, muy hermoso, me gustan tus ojitos, deberías verlos seguro te enamorarías de ellos tanto como yo. Tus labios son gorditos y muy apetecibles. Me gusta tu cabello suave y como huele, me gusta mucho cuando te ríes y tapas tu linda boquita. Tu nariz es la cosa mas bonita que hay —Se acercó a él, dándole un beso esquimal.
JeongIn no podía más con el sonrojo de sus mejillas, sentia que la cara se le quemaba con cada palabra que Chan decía.
— Basta, estás matándome —Rió nerviosamente, tapando su boca por pena.
