Parecía ser una noche tan normal como cualquier otra. El cielo azul oscuro estaba despejado de toda nube, las estrellas brillaban naturalmente en él y la luna llena estaba ahí con ellas, acompañándolas como una fiel amiga. La fresca brisa nocturna soplaba entre las viviendas, movía gentilmente las aspas de los grandes molinos de viento que había en la ciudad y llevaba consigo suaves susurros. Los suaves susurros de las personas durmientes de Mondstadt, la Capital de la Libertad.
Venti podía escucharlos en el viento. Sus voces sonaban como pequeños secretos revelados en su oído, como si todas esas personas estuvieran físicamente a su lado, hablándole en susurros. Un pensamiento cruzó fugazmente por su mente y una tenue sonrisa de tristeza se formó en sus labios como resultado, pero ésta también fue tan fugaz como el mismo pensamiento. Venti sacudió su cabeza ligeramente para despejar las voces que le traía el viento y volvió a enfocar su mirada en la vista que tenía ante él.
Desde donde estaba sentado, en las manos de una gigantesca estatua dedicada a él (o, mejor dicho, dedicada al Arconte Anemo), podía vislumbrar el horizonte de Mondstadt en su máximo esplendor e incluso mucho más allá de la nación. Si alguien le preguntaba su opinión al respecto, él diría que era el mejor panorama de todos. Siempre naturalmente vivo, coloradamente diverso durante el día y majestuosamente hermoso en la noche. De verdad que era un paisaje digno de ser dibujado hasta el más mínimo detalle pequeño.
Sin embargo, para un bardo como él era mejor expresar la belleza del lugar por medio de una interpretación musical, no artística. Las yemas de sus dedos ya se encontraban tocando las finas cuerdas de su lira, componiendo una delicada e improvisada melodía al compás de su tarareo. Sí, Venti ya tenía una canción planeada en su mente y él sentía que era perfecta para la ocasión. El bardo estaba dispuesto a dar rienda suelta a su inspiración musical cuando algo más resonó en el tranquilo ambiente.
Un relincho. El familiar relincho de un caballo.
El cuerpo de Venti se paralizó en respuesta, con su respiración quedando atrapada en su pecho y sus dedos estando quietos sin tocar una tonada más de su lira. ¿Él... había escuchado bien? ¿Realmente escuchó lo que creyó escuchar? ¿Ese sonido no fue un producto de su mente creativa? Las dudas empezaron a infundir en sus pensamientos, pero rápidamente fueron descartadas cuando el relincho volvió a resonar como si de una confirmación de la realidad se tratase. El relincho que le resultaba familiar a Venti era real y él estaba ahí —en el tiempo y lugar precisos— para presenciarlo, aunque fuera tan solo por un instante.
Un caballo alado. El verdadero y único Pegaso de estas tierras.
Venti levantó su mirada hacia arriba y lo vio sobrevolar velozmente el cielo nocturno, ni siquiera deteniéndose por un segundo para devolverle la mirada al dios disfrazado que estaba por debajo de él, en la tierra. Los ojos color aguamarina de Venti se humedecieron en emoción. Si el Pegaso finalmente había despertado después de tantos años y estaba viajando por el firmamento ahora mismo, entonces, ¿eso significaba que tú también estabas despierta? ¿Eso significaba que estabas esperando por él? ¿Esperando por su compañía? ¿Sus caricias?
Esa última idea hizo que el corazón del bardo latiera al igual que una bomba a punto de estallar. Él no podía desaprovechar la posible oportunidad de verte de nuevo, de tenerte abrazada entre sus brazos, llenándote de todos los besos que él tenía para ofrecerte. Su típica sonrisa juguetona adornó su rostro junto a una mirada de determinación en sus ojos, sabiendo que él nunca se perdonaría a sí mismo si no hacía al menos el intento de buscarte. El intento de encontrarte antes de que retornaras a tu sueño en Celestia. Así que Venti no perdió ni un valioso segundo más en transformarse, pasando de ser un simple bardo con su lira a convertirse en el dios alado adorado por todos los ciudadanos de Mondstadt, Barbatos.
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Ameno: Que el Viento Te Guíe [1]
FanfictionEl bardo llamado Venti te entretiene y sus canciones son gratas de escuchar. Barbatos, el Arconte Anemo, es un dios agradablemente amistoso y su amor por la libertad te resulta placentero. Ambos son la misma persona, ambos tienen la apariencia del c...