V. Los Bardos de Mondstadt

213 23 12
                                    

N/A: La bella imagen de Venti es obra de Cynthia_Sui y puedes encontrarla en pixiv junto con otras obras hechas por ella (link: https://www.pixiv.net/en/artworks/87080957).


Habían transcurrido algunos días, eso era seguro. Cada vez que abrías tus ojos para revisar tu entorno, era de día o de noche en los alrededores del enorme roble de Levantaviento y así sucesivamente. Nadie más se apareció en el lugar durante todo ese tiempo, solo tú y tu amante junto a unos cuantos animales. Las escurridizas ardillas jugueteando sobre las gigantescas ramas del árbol en las mañanas, mientras que las luciérnagas y los grillos se daban a notar más en las noches. Los Cristalópteros Anemo estaban a todas horas del día —mañana, tarde y noche— volando por ahí, pero lo hacían de una manera tan asustadiza que hasta un mínimo movimiento tuyo los podía perturbar fácilmente. Desvaneciendo en el aire antes de que siquiera pudieras observarlos bien.

Otro ser que se desvaneció en el aire fue Alsvid, aunque más bien en un sentido figurativo y no tanto literal. Tu corcel se había quedado en las cercanías del enorme árbol durante gran parte de la primera noche, pastando hierba libremente al mismo tiempo que se mantenía vigilante de cualquier peligro o amenaza. Por supuesto, nunca hubo realmente una y el Pegaso supo eso desde un principio. Se lo dijiste; tu Padre, el Señor del Tiempo, te concedió el permiso para echarle una breve ojeada a tu futuro. En la visión premonitoria no había nada que temer o preocuparse, al menos no por el momento, y eso te bastaba. A Alsvid también debió bastarle escuchar tu respuesta, pero él simplemente se negó a abandonarte al comienzo.

Era comprensible. Nunca antes se habían separado, ninguno de los dos. Desde el instante que ambos formaron ese vínculo jinete-caballo, Alsvid siempre se mantuvo a tu lado y tú lo aceptaste como tu compañero con los brazos abiertos. Sin importar el cuándo o el dónde, él estaría contigo. Alsvid hizo esa promesa ante ti, también ante su creador, estaba reacio a romperla. Porque romper su promesa significaba atentar contra su propia naturaleza, atentar contra las razones que lo llevaron a escogerte como su jinete. Y pensar que todo eso ocurrió hace muchos miles de años atrás, cuando ni siquiera eras una divinidad...

Ahora eras más que eso y aún lo seguías necesitando tanto como antes, solo que para algo diferente. Las circunstancias lo obligaron a obedecerte, a alejarse de ti por primera vez.

Solo una palabra: Stormterror. Sí, el dragón azul era un peligro latente. Quizá Stormterror se había ido de Mondstadt y quizá los Caballeros de Favonius buscaron la manera de mantenerlo lo más alejado posible de la ciudad, evitando futuros ataques, pero el peligro seguía ahí. Para ellos, para el resto de ciudadanos, para el Arconte Anemo e incluso hasta para ti. Por el bien de todos y el del mismísimo dragón, alguien debía vigilarlo, sabiendo donde estaba ahora y manteniéndolo en ese lugar hasta que se encontrase una mejor solución al problema.

También estaba pendiente lo del asunto de tu verdadera identidad y la de tu corcel siendo reveladas a unas cuantas personas durante la tormenta de viento en Mondstadt. Seguramente Alsvid querría tomar acciones en el asunto, a su manera, y haciéndolo lo más pronto posible.

Tal vez lo convenció lo primero, tal vez más lo segundo, tal vez ambos o ninguno pero Alsvid terminó yéndose. Mirándote con sentimientos de duda y de preocupación por ti, pero lo hizo al final. Porque, a la mañana siguiente de esa primera noche, la presencia de tu Pegaso ya no estaba en la zona. No lo sentías cerca de ti. Desde ese entonces, los únicos seres inmortales que se quedaron en Levantaviento fueron Barbatos —o, mejor dicho, Venti— y tú.

El descanso de tu amado Arconte Anemo se volvió tu prioridad, su purificación se convirtió en tu nueva responsabilidad. Mientras Venti 'dormía' sin interrupción alguna durante esos días, tú cuidabas de él cada vez que despertabas de tu propio descanso. El aura calmante del gran roble era realmente sorprendente, a veces no podías evitar acurrucarte más al bardo de verde y 'dormir' junto a él. Su expresión apacible, su suave respiración y su abrazo interminablemente confortante también te alentaban a descansar, dejándote llevar aún más por el sentimiento. ¿Para qué resistirse? La sonrisa que Venti hacía inconscientemente cuando te acurrucabas a él era todo lo que necesitabas para saber que todo estaría bien. Podías estar tranquila en sus brazos.

Ameno: Que el Viento Te Guíe [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora