Prólogo

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Pov Conway

Como de costumbre, me desperté minutos antes de que sonase el despertador y lo apagué antes de que lo hiciera. Esa estúpida alarma no hacía más que aturdir y molestar.

Me levanté rápidamente, y tomé un cambio de ropa para luego irme a la ducha. Al entrar al baño, la dejé sobre el lavabo para que no se moje.

Me quité la pijama y abrí las llaves, dejando caer las gotas calientes sobre mi cuerpo. Como me encantaría estar todo el día así.

Me lavé de manera lenta y relajada, sabía que sería un día largo y duro, como todos en realidad.

Al terminar, me vestí con mi traje y salí del baño ya preparado.

Salí de mi habitación y me encaminé al cuarto de mi hijo, debía de despertarlo para llevarlo a la escuela.

-Horacio, levanta- le dije por detrás de la puerta, con un tono suave pero exigente. -no me hagas entrar a levantarte- elevo un poco la voz ante la nula respuesta de su parte.

El silencio reinaba en el pasillo, estuve a punto de golpear la puerta para intentar llamar la atención del menor, pero antes que lo hiciera, esta se abrió, dejando ver a un Horacio con todo su pelo despeinado y ropa manchada con brillantes.

-No quiero ir hoy a la escuela papu- me miró con ojos de cachorro, ojos los cuales se me hacen imposible de resistir.

-Ya te dejé faltar ayer, hoy tienes que ir- Vi como el menor bajaba su cabecita, triste, lo que me hizo sentir un poco mal, así que le propuse un trato- Si vas hoy prometo darte lo que tu me pidas luego de la escuela-

Rápidamente mi hijo levantó la mirada con unos ojos que irradiaban felicidad.

-¿Lo que yo quiera?-

-Lo que tu quieras- Comenzaba a arrepentirme de mis palabras, conocía a mi pequeño, y de seguro me pediría alguna locura como un unicornio o un perro rosa.- Venga, ve a bañarte y alistate para la escuela, yo haré el desayuno-

Horacio cerró la puerta de su cuarto y pude escucharlo correr a su baño. Suspiré preocupado, espero que no se resbale.

Bajé al piso de abajo, a donde la cocina y me dispuse a hacer el desayuno.

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Media hora después bajó Horacio ya preparado, y la comida estaba lista en la mesa. Para Horacio hice tostadas con mermelada de fresa y chocolate caliente, para mi, un café amargo con tostadas sin nada.

Mi niño comenzó a comer tranquilo mientras tarareaba una canción que no conocía. Sin darme cuenta una leve sonrisa se esbozó en mi rostro.

Tomé mi café a grandes sorbos. Gracias a mi pequeño, tenía que despertar una hora y media antes si es que no quería llegar tarde. Yo me alisto bastante fácil pero Horacio tardaba mucho tiempo en estar listo.

Al observarlo fijamente me di cuenta de que aún tenía algunos brillos en su uniforme.

-¿Por qué coño toda tu ropa tiene brillantina?-

-Es que anoche me acordé que hoy tenía que llevar una cartulina, entonces la hice suuuper rápido. Y cuando la iba a decorar se me cayó el envase de brillantina.- Horacio me relató el suceso con una sonrisa en su rostro, como si hubiera sido algo increíble. -Ahora soy un chico brillante-

-Cuando vuelva del trabajo lavaré tu ropa y te ayudaré a limpiar tu cuarto.-

-10-24 -Me respondió, yo solté una leve risa al ver como intentaba hablar con los códigos policiales.

Los revoltosos hijos de ConwayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora