Paseaba por la calle con tranquilidad, mientras llevaba puestos mis audífonos, Make up de Ariana Grande se reproducía a través de ellos, tarareaba la canción , sin poner mucha atención a mi al rededor. Al voltear mi mirada hacia un parque, me encontré con esos ojos color azabache que aún no había podido olvidar.
Caleb.
Estaba con otra chica, muy linda de hermoso cabello negro.
Mis piernas flaquearon y el nerviosismo se apoderó de mí. Los miles de recuerdos de él y yo follando llegaron a mí, de Caleb sobre mí, de mí pidiendo más, e instantáneamente el calor subió a mis mejillas. Me pregunto si a ella también le dará los orgasmos que me llegó a dar a mí. Traté de acelerar un poco el paso, tratando de borrar todos los pensamientos que habían llegado a mí con tan solo mirarlo, pero su voz me detuvo.
—¡Samantha! —escucharlo decir mi nombre solo aumentó mi nerviosismo. Caleb llegó a mí, mirándome de arriba a abajo, pues mi falda negra dejaba mis piernas desnudas, me quité los auriculares y sonreí levemente.
—Caleb —fue lo único que atiné a pronunciar.
—Te ves... Muy bien —dijo, volviendo a ver mis piernas y mis mejillas volvieron a tornarse de un carmesí intenso.
—Gracias, tu también —mi nerviosismo era evidente en mi voz.
—¿A dónde vas? Podría acompañarte —dijo, tratando de romper la tensión sexual que había entre ambos.
—Voy a casa, ya estoy cerca, así que no creo que sea necesario —contesté, tenía que salir de ahí rápido, huir de él o acabaría gritando su nombre en un exquisito orgasmo.
—No es molestia para mí, tengo tiempo libre, vamos. —tomó mi mano para cruzar la calle, forzándome a caminar, aunque en realidad no puse resistencia.
—¿Quién era la chica con la que estabas? —las palabras salen de mi boca antes de que pudiera pensar lo que estaba diciendo. Caleb y yo habíamos terminado, él ya no era mío, no tenía ningún derecho. —Lo siento, sé que no me incumbe.
—No te preocupes, está bien —dijo, mirándome de reojo —Patricia es mi prima.
Asiento, sin apartar la vista del suelo. El camino a mi casa es silencioso e incómodo, cuando al fin llegamos a la puerta, suelto un suspiro de alivio.
—Gracias por traerme, te veo luego —traté de despedirme, pero esas no eran las intenciones de Caleb.
—No fue molestia, en verdad. —su mirada bajaba descaradamente a mis piernas.— Estás sola, ¿Cierto?
—Sí, uhm, ¿Te gustaría pasar? —dije, sin pensarlo, quería tenerlo cerca, tanto como quería alejarlo.
—Claro —dijo con picardía. Abrí la puerta de casa y dejé mis cosas en el sofá. —¿No tienes calor? Tal vez deberías quitarte ese suéter —su comentario me hizo sonrojarme de nuevo, y de pronto, él estaba peligrosamente cerca de mí— O tal vez debería quitartelo yo.
—Voy por bebidas —me aparté, para respirar tranquila lejos de él, solo ese comentario fue suficiente para mojar mis panties. Entré en la cocina y serví jugo de naranja en dos vasos, cuando salí, Caleb no estaba en la sala. —¿Caleb? —lo llamé.
—¡Estoy arriba! —su voz varonil resonó en mi pequeño hogar. Subí a mi habitación aún con los jugos en la mano, pero mi torpeza me hizo tropezar con él y mancharnos a ambos de jugo. Mi suéter y su camisa totalmente empapados por la bebida dulce.
—¡Mierda! —susurré para mí —Lo siento, en verdad, perdón, no estaba mirando por dónde caminaba.
—No te preocupes, solo debo lavarla —dijo, mientras sonreía.