Estaba recostada en mi habitación, viendo hacia la nada mientras la música de la radio inundaba el espacio, era una noche fría, pero tranquila. Estaba por caer profundamente dormida cuando escucho tres ligeros golpes en mi ventana, me levanto algo asustada, y me acerco lentamente, al abrir las cortinas color violeta, la imagen de Sarah atrás de ellas me provocó un escalofrío. Abrí la ventana para que ella pudiera pasar.
—¿Qué demonios estás haciendo, Sarah? Mi mamá podría descubrirnos. —le reprocho, aunque me gusta tenerla aquí, cerca de mí.
—Vamos, quise venir a ver a mi novia, ¿es acaso eso un delito? —me dijo, acercándose a mí, abrazándome por la cintura y enterrando su cara en mi cuello, su perfume de rosas invadió mis fosas nasales y me permití gozar de nuestra cercanía.
—Para mis padres lo es, y lo sabes —le contesté, con tristeza.
—Lo sé, fresita, si crees que te causaré problemas, mejor me voy. —Sarah acaricia mi mejilla, como si supiera que iba a decirle que sí, que tenía que irse, y eso era lo que debería haber hecho, pero en lugar de eso, la besé, tenía tantas ganas de ella, Sarah me devolvió el beso, tomándome por la nuca y la cintura. Nos separamos y fuímos hacia mi cama.
—¿Cuánto tiempo te puedes quedar? Podemos ver una película —le pregunto, acomodando mi cama para ambas.
—Puedo quedarme el suficiente como para ver una película con mi hermosa novia —su comentario me hizo sonrojar, nos acostamos juntas y le di play a la tv. Sarah me besaba y acariciaba de vez en cuando, tentándome, me acerqué peligrosamente a ella cuando escucho cómo tocan mi puerta. Entro en pánico con rapidez.
—Melissa, hija, ¿puedo pasar? —pregunta mi madre al otro lado de la puerta, yo señaló con desesperación el armario, para que Sarah se oculte en él, cuando lo hace, abro la puerta.
—¿Qué pasa, mami? —pregunto, tratando de ocultar mi nerviosismo.
—Cariño, ¿tienes algún libro que me prestes? Tu padre de vuelve insoportable si no lee nada por las noches —dice volteando los ojos, sonrió y me acerco a mi escritorio, tomó Cumbres Borrascosas y se lo entrego— Gracias, hija, duerme, ya es tarde —se despide con un beso en la frente y asiento, me tranquilizo hasta que la veo alejarse por el corredor. Cierro la puerta con seguro y suelto un largo suspiro.
—Sarah, puedes salir, ya de fue. —digo, volviendo a mi cama, la puerta del armario se abre con lentitud, lo que me causa escalofríos. Sarah sale con un vibrador en la mano, la sangre se va directamente a mis mejillas —¿Qué haces con eso? —le pregunto.
—Creo que la verdadera pregunta aquí es ¿Qué haces TÚ con esto? —se acerca a mi con una sonrisa llena de lujuria y picardía, acaricia mis labios con su dedo pulgar.— ¿Qué haces con esto escondido en tu armario, fresita? —se acerca tanto a mi que me obligó a hacerme para atrás, por lo que terminó recostada con ella sobre mí. Mi respiración está descontrolada y mi cara seguro está más roja que un tomate. Sarah enciende el vibrador, lo que me hace sobressltarme un poco.
—¿Q-qué haces? —le dijo y no puedo ocultar lo nerviosa que estoy, Sarah me besa con pasión y yo cierro los ojos, es entonces cuando siento el vibrador sobre mí, rozando mi sexo por arriba de mi pijama, lo que me hace soltar un gemido.— Dios, Sarah —ella mueve lentamente el vibrador sobre mí ropa, y yo quiero más, me muevo para desnudarme, la necesito ahora, pero ella me detiene, me toma ambas manos y las sube, me río porque no me puedo mover y la necesito, necesito tocarla.
—Tranquila, fresita, paciencia —apaga el vibrador y protesto, pero parece no importarle, se levanta y va hacia mi armario, vuelve con algunas pañoletas blancas, nota mi cara de confusión, por lo que me explica— Quiero que disfrutes esto tanto como yo quiero hacerlo —me quita mi camisa, y mi pecho de queda desnudo, pues no tenía sostén, levanta mis manos y las ata de forma que no me duele, pero no me pueda mover y me gusta. Me vuelve a recostar, besa mi oído, ni cuello, mis pechos, mis caderas se mueven con ella, levanta mis manos sobre mí cabeza y me hace sostenerme de la cabecera, ella se quita su suéter, y sus jeans, quedando en ropa interior, me muerdo un labio al verla así.
Sarah toma el vibrador de nuevo y lo pasa sobre mi pijama, me hace soltar un leve gemido, vuelve a detenerse, para bajar mi ropa, abre mis piernas y se mete entre ellas, besa mi cuello, mis senos, mi abdomen, su recorrido es lento y sensual. Baja por mi monte de Venus hasta mi clítoris, empieza a lamerlo y enloquezco, me muerdo un labio para acallar mis gemidos pero me es imposible cuando Sarah me está dando el mejor sexo oral de mi vida. Tengo mi primer orgasmo, ella se incorpora y ahora roza mi intimidad con el vibrador.
—Oh, Melissa, estás tan mojada, tan excitada, tan hermosa —comienza a mover el vibrador, a meterlo y sacarlo, llevándome al borde de otro exquisito orgasmo. Siento mi labio sangrar un poco de tanto que lo he mordido para acallar mis gemidos. Ella se levanta y se pone sobre mí, su intimidad sobre mí boca, empiezo a lamer, chupar y ella empieza a hacer lo mismo conmigo, me encanta esta posición, me encanta saber que puedo hacerle sentir lo mismo que ella me hace sentir a mí.
Terminamos juntas, Sarah toma un poco de aliento y me desata, para volver a atarme pero por mi espalda, me tira a la cama, y abre mis piernas, mis manos están bajo mi espalda pero no importa, nada importa cuando siento que los dedos de Sarah entran en mi con mucha facilidad debido a lo mojada que estoy. No tardo mucho en venirme, de nuevo.
Sarah me ayuda a levantarme y me desata con cuidado, nos recostamos y nos cubre con una manta, nuestros cuerpos desnudos parecían uno solo. Me quedo dormida mirando hacia el armario, de dónde salió Sarah, y sonrió.
Mami, hay un monstruo en mi armario.
Un monstruo que besa jodidamente bien.