7. El deseo

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Michel toma mi mano mientras con la otra abraza mis hombros, la película se reproduce pero ninguno presta atención, hasta que pasa una escena erótica, que dura muy poco, pero tan solo en verla la sangre se va hasta mis mejillas, me cubro la cara con la manta y escucho a Michel reír.

—¿Qué pasa, Cassie? —me pregunta, tratando de verme a los ojos, con toda la valentía que puedo sentir, lo miro y niego con la cabeza, pero mis mejillas siguen rojas. —Vamos, nena, ¿qué pasa? —insiste —Es por la película, ¿cierto? No te preocupes, la cambiamos y ya está —hace afán en pararse pero lo detengo y hundo mi cara en su pecho.

—No es la película en sí, es la escena que acaba de pasar —digo con nerviosismo, escucho su risa y lo miro— ¿De qué te ríes?

—Demonios, eres tan tierna e inocente —dice acariciando mi mejilla, y acerca para besarme.

Comienza siendo un beso tierno, pero en un dos por tres se convierte en un beso lleno de deseo, pasión, mis manos van hasta su cuello y las de él a mí cintura y caderas, me despegó un poco y me pongo sobre él, con una pierna a cada lado de las suyas, me sigue besando sin perder tiempo, siento una presión en mi entrepierna y comienzo a exitarme, comienzo a moverme lentamente sobre él, pero él se detiene.

—Demonios, Cassandra, hay un límite de lo que puedo soportar —dice agitado.

—Quizás sea hora de romper los límites —le contesto, no espero su respuesta y voy hasta su cuello, viajo desde su mejilla a su boca y lo vuelvo a besar.

Él niega con la cabeza, me baja de él y se levanta.

—No podemos hacer esto, Cassie, no podemos —dice y noto ahora la gran erección que tiene, miro al piso.

—¿No me deseas? —le pregunto, con miedo a que me diga que no.

—¿Qué dices? Joder, claro que te deseo, Cassie, no tienes idea de cuánto lo hago —me dice, acercándose a mí, acariciando mis mejillas.

—¿Entonces por qué no lo demuestras? —le digo, siento lágrimas acumularse en mis ojos, él no me desea.

—¿Quieres que lo demuestre? Bien —toma mis manos y las sube a su cuello, luego hace lo mismo con mis piernas, enredandolas en su cadera, me lleva por un corredor oscuro.

—¿Qué haces? —le pregunto.

—Demuestro cuánto te deseo —entramos a una habitación y me deja en la cama, recostada, él enciende la luz y cierra la puerta con seguro, se acerca a mi y comienza a besarme, mientras sus manos se escabullen bajo mi blusa, quitándomela, baja por mi cuello, hasta mis pechos y lame cada uno de ellos, lo que me hace soltar un gemido, me quita mis shorts, dejándome solo en ropa interior, baja por mi abdomen,  dejando besos en su recorrido, pero se detiene, toma mi pierna y desde la rodilla empieza a besar, cuando está cerca de mi entre pierna, se detiene y sigue con la otra pierna, y sin esperarlo, besa mi clítoris, me hace arquear la espalda, mis manos sostienen con fuerza la almohada.

Michel comienza a dejar besos en mi vagina, sobre la ropa interior, me da un placer que jamás había experimentado, luego comienza a bajar ésta, lentamente, y sin previo aviso, comienza a lamer mi clítoris, mi vagina, comienza a meter su lengua, a besar, lamer, siento mi cuerpo tensarse y mi espalda arquearse cada vez más, me hace llegar a un orgasmo tan delicioso. Se levanta y vuelve a besarme, comiendo a levantar su camisa, tocando su abdomen, él se la quita, siento sus músculos tensarse cuando mi mano viaja a su pantalón.

—¿Qué haces? —pregunta, con la voz agitada.

—Mi turno —le contesto, en un movimiento, lo tengo abajo de mí, le quitó su pantalón y me siento sobre él, sobre su bóxer, siento lo duro que está, toma mis caderas, tratando de moverme, pero no sé lo permito, me quitó y bajo su bóxer, comienzo a lamer la punta, ayudándome con mis manos, aceleró el ritmo y escucho sus gemidos, lo siento tensarse.

—Joder, Cassandra —gruñe.

Lo sigo masturbando en con mi mano hasta que  se viene, lo vuelvo a besar, a ponerme sobre él, a moverme en círculos, hasta que lo vuelo a sentir duro contra mí, lo tomo y lo coloco en la entrada de mi vagina, me dejó caer lentamente sobre él, él gime y yo descubro un placer indescriptible, comienzo a acelerar mis movimientos, él acaricia mis senos y terminamos al mismo tiempo, él acaba dentro de mí. Me baja de él, nos ponemos de pie.

—¿Confías en mí? —pregunta y yo solo asiento. Me voltea y empieza a hacerme una trenza —Ponte en cuatro —ordena, me asustó un poco.

—No, por ahí, no —me alarmo, me da un beso tierno en la frente y niega.

—No será por ahí —obedezco, siento su lengua en mi vagina, y dios, el placer que me produce me hace gemir, mete un dedo y luego dos, luego para y yo me muevo un poco al sentir la falta de tacto, pero siento su miembro en mi entrada, roza mi intimidad, torturandome un poco, trato de moverme pero en esta posición me es difícil, él toma mi trenza y la jala un poco.

—Pídemelo —ordena.

—¿Pedirte qué? —me hago la tonta, pero en el fondo en serio quiero hacerlo, quiero que me folle tanto que no pueda caminar en una semana.

—Pídeme que te penetre, pídeme que te folle —dice, mientras uno de sus dedos juguetes con mi clítoris, suelto un suspiro al sentir su miembro haciendo presión.

—Por Dios, fóllame, Michel, házlo ya, no lo soporto, por favor —antes de siquiera terminar la frase, siento cómo me penetra, jala mi cabello y al mismo tiempo con su mano estimula mi clítoris, el sonido de piel con piel inunda la habitación, el olor a sexo es evidente y  excitante, mis gemidos se escuchan en toda la casa, y me siento en las nubes cuando llegamos al clímax. Michel me ayuda a levantarme y nos recostamos en la cama, nos cubre con una sábana.

—¿Ahora ves cuánto te deseo? —me dice y luego me besa.

—Me quedó claro —le contestó

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