La noche era fría, Ana y yo nos manteníamos abrazadas, para darnos calor, el parque estaba completamente desierto, ya era bastante tarde y no se podía divisar a nadie caminando por ahí. La luna y las estrellas se reflejaban en el hermoso lago, incluso pasó por mi cabeza la idea de entrar a él, de no ser porque el agua debía de estar helada. Sentí la mirada de Ana sobre mí.
–¿Qué ocurre, cariño? –le pregunté, ella permaneció callada unos instantes, y luego su mirada se dirigió al lago.
–Creo que estoy enamorada de ti –dijo de golpe, yo me estremecí, una corriente eléctrica recorrió mi columna, sonreí finalmente, sentía mis mejillas arder y traté de esconder mi cara con mi cabello, pero de repente Ana dejó de abrazarme y tomó mi cara con ambas manos, nos miramos un largo tiempo, ver sus ojos cafés tan hermosos, con la luna reflejada en ellos y un ligero rubor sobre sus mejillas, sus labios tan rosados y suaves.
Una de sus manos bajó hasta mi cuello y me jaló ligeramente hasta ella, hasta quedar a milímetros de la otra, pidiendo permiso para besarme supongo. No soporté más y corté el diminuto espacio que nos separaba, sus manos me sujetaban con firmeza y algo de nervios, sentir sus labios contra los míos era algo inexplicable, me sentía en un paraíso del que no quería escapar nunca. Su mano se alejó de mí cuello e inmediatamente sentí el frío que la ausencia de su tacto me producía, ésta bajó hasta mi cintura y entonces sus labios dejaron los míos, para hacer un recorrido hasta mi cuello, un pequeño gemido escapó de mi boca cuando ella llego a él, pude sentir una sonrisa en su boca. Ana se tomó su tiempo, no queríamos ir de prisa, dejó mi cuello para volver a mi boca, la cual ansiaba con desesperación la suya, Ana sabía a frambuesa y a sandía, es un sabor particular que jamás olvidaré. Sus manos comenzaron a acariciar mi espalda, cada roce era tan cálido, tan experto y firme. Nos olvidamos por completo del frío que hacía y del lugar donde estábamos, hasta que ella paró de golpe, y yo rápidamente ansiaba su boca de nuevo, sus manos tomaron las mías.
–No quiero hacer esto aquí, en un lugar tan público, quiero que lo nuestro sea solo nuestro –me dió un beso ligero en la frente y recogió las mantas, las metió a su auto y luego tomó mi mano, dirigiéndome hasta la puerta del copiloto de su coche, ella no soltó mi mano, daba pequeñas caricias con su pulgar en ella. Llegamos a su apartamento, y ella inmediatamente me tomó por la cintura y volvió a besarme, mis piernas flaqueaban y solo podía pensar en Ana besando mi cuello, sus manos viajaron al borde de mi blusa, y me la quitó con delicadeza, mi piel se erizó cuando comenzó a tocar mi abdomen desnudo, luego pasó a mi espalda, hasta llegar a mi sostén, el cual quitó con la misma delicadeza, yo estaba algo avergonzada, nadie me había visto desnuda nunca, Ana me dirigió hasta su cama, sin soltarme ni un momento, y me recostó en ella, mis manos se quedaron inmóviles q los lados de mi cabeza, ella comenzó a bajar sus besos hasta mis senos, solté un suspiro cuando mordió levemente mi pezón, sin darme cuenta, mi mano estaba sosteniendo con fuerza la sábana. Ana siguió mordiendo y besando mis senos, causando mil de cargas eléctricas a lo largo de mi cuerpo, se quitó la camisa que llevaba puesta, al igual que su sostén, yo traté de levantarme un poco, quería tratarla a ella de la forma en la que me estaba tratando, pero ella rápidamente me volvió a recostar y cuando traté de mover mis manos para tocarla, las suyas me lo impidieron, reí un poco.
–¿Acaso me dejaras tocarte? –le pregunté.
–Aún no –contestó, sus labios abandonaron los míos para volver a mis senos y luego ir bajando levemente por mi vientre, yo aún tenía puesta la falda que había llenado a nuestra cita, pero Ana la quitó con rapidez, al igual que mis medias de lana, solo me dejó en ropa interior. Bajó, besando mis múslos, y luego mi entrepierna, dió un ligero beso sobre la ropa, que me arrancó un gemido, siguió así, con besos leves sobre mis panties, sentía esto como una tortura.
–Por favor.. Ana –traté de suplicar, pero hizo caso omiso, volvió a subir por mi abdomen, hasta mi cuello, se estaba tomando su tiempo y eso estaba matandome. Varios suspiros escaparon de mi boca, hasta que sentí, cómo su mano iba bajando lentamente mi ropa interior, hasta la mitad de mis múslos, cuando sentí el contacto de su piel, me estremecí, ella seguía besando mi cuello y masajeando lentamente mi clítoris, me dió un beso en la mejilla y paró su masaje, esta chica quería matarme, se quitó los jeans que aún tenía puestos, y luego, abrió lentamente mis piernas, se acercó a mi vagina y empezó a besarla suave y apasionadamente, yo suspiraba y gemía, ella dió una leve mordida a mi clítoris, y entonces yo solté un gemido que probablemente escucharon las estrellas, comenzó a meter su lengua, lentamente, haciendo movimientos circulares, pero yo quería más, deseaba más.
–Ana, por favor... Más rápido –dije entre gemidos, mi respiración agitada se escuchaba por toda la habitación, ella comenzó a acelerar sus movimientos, yo movía mis caderas inconscientemente, y tenía mis manos sobre su cabeza, Ana se detuvo y entonces, sin previo aviso, introdujo dos dedos dentro de mí, la sensación que me provocaba era inexplicable, mis gemidos se escuchaban en toda la habitación, comenzó a acelerar sus movimientos, haciéndome llegar al orgasmo, Ana me hizo ver las estrellas y estar con ellas, de una forma tan firme y sutil. Ella lamió sus dedos, los cuales estaban llenos de mis fluidos, y después se colocó sobre mi, con sus piernas a los lados de mi cadera y comenzó a moverse de una manera tan placentera, Ana llevó mis manos a sus senos y yo empecé a a acariciarlos, sus expresiones eran una obra de arte, y la ola de sentimientos que me producía estar así, con ella, era inexplicable, llegamos juntas a otro orgasmo, y esta vez fue especial, para amabas, Ana nos cubrió con una manta y nos quedamos dormidas, juntas, desnudas, felices. Esa noche llena de estrellas, Ana y yo nos conectamos de una manera tan especial, ambas vimos las estrellas juntas.