El viaje ha ido bien, de quienes le han acompañado, todos descansan, salvo Jia Shuai, que monitorea el sueño de su amo, preguntándose porqué demora tanto en aflorar a la consciencia.
Registra marcas en su cuerpo, ninguna parece mortífera. Simples tramos violáceos empañando su piel perfectamente blanca, algunos rasguños, rastros de aquello que quizá tuvo que pagar para conseguir el favor a cambio.
Duerme plácidamente, pero el sueño parece asentado en las profundidades de un lago. Nada lo perturba ni puede alcanzarlo. Pasan los días y no presenta cambios. Debe ser agradable estar allí y reflejar esa tranquilidad en el semblante.
Él lo asiste con devoción, lo limpia, lo alimenta y se encarga de atender los asuntos reales. Claro que no es su total obligación, pero las guerras parecen ir resolviéndose por sí mismas y los Im se van posicionando como la máxima autoridad.
Juega con una pluma entre sus dedos mientras ojea algo en un libro antigüo en un lenguaje del que apenas quedan registros. Piensa, sin embargo, en lo curioso del asunto, en lo que su amo pidió, por lo que pagó y el favor que parece ir recibiendo a cambio tal como había prometido la deidad antes de arrastrarlo a algún lugar.
Dominus, ¿quizá?
Sonríe para sí y sacude la cabeza como si deseara desterrar aquel pensamiento, mas no lo consigue. Dominus. Alguien instruído como él, que ha visto mundo y ha abierto los horizontes en su mente, sabe que es real. Que existen fuerzas con las que es mejor no tontear y están más cerca de lo que los humanos son conscientes. Las criaturas caminan entre ellos, van y vienen y algunos humanos encuentran por error las puertas a aquel reino y terminan allí, sin poder regresar. Claro que es diferente si un demonio te lleva y promete regresarte. Bueno, llamarlos "demonios" es una ambigüedad.
Hace anotaciones al margen de las páginas, su caligrafía estilizada y pulcra parece también antigua. Sus pesquisas en demonología junto a Bam, aportan sus granos de arena al reloj.
Levanta la mirada para observar el medidor de tiempo que descansa en el cómoda justo al lado donde duerme el príncipe, mas su atención se ve interceptada por el cuerpo que se alza sobre la cama.
JaeBeom está sentado, las sábanas se han corrido y cubren ahora medio cuerpo, está inclinado hacia el frente, algunos mechones negros caen sobre su rostro y no le permiten ver sus facciones con claridad.
Pero al aire de la habitación se ha vuelto repentinamente denso, en su pecho se instala un temor innato, su corazón bombeando con premura, y cree reconocer el instinto primordial de supervivencia picando en sus dedos. Le cuesta atraverse a espiar su rostro mientas él permanece en silencio, da la impresión de estar pensando profundamente en algo o se mantiene en algún trance.
Como si advirtiera por primera vez su insignificante presencia, sus ojos se desplazan lentamente hasta posarse sobre él. Y si el aire era denso, ahora simplemente parece aplastarlo, manteniéndolo allí clavado en la silla con el libro en el regazo, bajo esos ojos afilados.
Aquellos ojos café oscuro que ha visto por tantos años no están, en su lugar hay unos ojos fríos y de caris reptil, naranja rojizo como el fuego. Parece otro. Alguien terrible.
¿Ja-Jaebum...? —Consigue articular en un tembloroso susurro mientras aquella criatura lo observa expectante, helándole la sangre.
¡Jaebum! —Insiste ahora con más aplomo que no sabe de dónde ha sacado, pero parece no tener efecto, su amigo, su señor, no está allí.
Un ruido externo irrumpe y los distrae a ambos por algunos segundos que parecen eternos y cuando Jia Shuai vuelve a mirarlo, hay solo unos ojos café oscuro y un cuerpo que, desmadejado, como una marioneta a la que han dejado de tirarle los hilos, vuelve a desplomarse sobre la cama.
Y JaeBum duerme de nuevo.
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Diábulus • JackBeom
FanfictionEl reloj desgrana los segundos con un movimiento impasible. «Para que me recuerdes» Resuena una voz agazapada, arrastrándose en los rincones de aquella mente dormida. Un ceño se frunce casi imperceptible ante esa diminuta resonancia que considera m...