Desde que habló con YiXing, Jackson quedó intranquilo, ¿le habría puesto en peligro? Eso había dicho.
Si JaeBeom había despertado, quería decir que todo lo que hizo valió el esfuerzo, una parte de él se encontraba feliz, lo había extrañado tanto, pero la otra, menos emocional, estaba simplemente aterrada, provocando que se mordisqueara el labio inferior hasta lastimarlo. Una manía que tenía cuando estaba nervioso, preocupado. ¿Y si había hecho mal?
Todo cuanto dijo ese Dios errante y malicioso, le daba vueltas en la cabeza. Cada posibilidad caía con todo el peso, una tras otra. Cuánto creer y qué descartar. Qué debía afectarle y qué no debía tocar fibra.
Si despertó de manera más consciente, su aroma sería más perceptible para cualquier demonio circundante. Era inconfundible. Sangre pura, poder. Apetitoso. Solo un suicida se lanzaría a por él en sus cinco sentidos, pero JaeBeom estaba débil, con sus memorias embotadas y un cuerpo humano.
Tendría dudas y ninguna certeza, ¿y quién podría resolverlas? El único demonio con el que parecía haberse involucrado, porque los rastros en los libros siempre eran limpiados rigurosamente.
La certeza de su culpabilidad le asaltó sin contemplaciones, había pasado demasiado tiempo, a excepción de los más antiguos, casi nadie recordaba el estremecimiento y doblegación que significaba la presencia del soberano de Dominus.
YiXing había dicho que intentaría encontrarle, lo que confirmaba sus conjeturas. JaeBeon iría a buscarlo, pero sería interceptado antes de poder llegar hasta él.
Heridas profundas. Una orden. Hedor a pelo quemado y flores podridas.
Jackson debía correr. Aquel mal presentimiento que le acompañaba desde que dejó partir al humano de regreso a su mundo, solo se había asentado.
Sin saber a dónde había ido YiXing, partió, precipitábdose al usar la ficha de cambio que había ganado. Con esta podía cruzar al mundo de los humanos cuando quisiera, pero al hacerlo, no notó la resistencia habitual entre los límites donde convergían ambos mundos.
Al alzar su mirada al cielo nocturno, no le gustó en absoluto lo que vio, porque no vio nada aparte de pequeños puntos blancos salpicando aquel profundo manto azul marino. La luna ausente. Con razón, era la noche donde reinaban las sombras, cuando la luna daba la espalda y los demonios eran más libres de colarse por las brechas. Cuando los humanos aseguraban puertas y ventanas y como las gallinas, se resguardaban a al caer el sol.
Sintió un peso extra en su estómago y estuvo a punto de lanzarse a la oscuridad, corriendo sin rumbo solo con el pensamiento de encontrarle.
Pero no podía ser así, su presencia allí despertaba muchas alarmas, era un ser demasiado poderoso como para andar libremente. Lo que algunos humanos llamarían un demonio clase 0, la nobleza entre las cortes demoníacas.
Detuvo su impulso a duras penas y se obligó a pensar, YiXing había dicho que sería encontrado antes de llegar a él, lo que podría significar que JaeBeom tal vez no estaría ni siquiera cerca. El patrón del pensamiento humano era demasiado predecible, con toda seguridad intentaría hallarlo en el mismo lugar donde tuvo su anterior aparición, era la única pista de la que disponía Pero las cosas no funcionaban así.
Decidió entonces que a falta de certezas sobre el cómo proceder, lo mejor sería dejárselo al instinto, a ese mal presentimiento. A esa naturaleza más salvaje y antigua. Aguzó no solo el oído, sino también el olfato, habría una orden pronunciada como un leve susurro, habría aroma a flores podridas y pelo quemado. Sangre.
Era su mejor punto de partida.
Se arrojó contra las sombras, avanzando con una velocidad vertiginosa y unos reflejos sobrehumanos, sus ojos azules brillando en los pozos oscuros que era sus cuencas, sus sentidos estaban extendidos en todas direcciones; escuchaba incluso el silencio, atrapando el débil susurro del viento que transportaba rumores, como sutiles chismorreos, pequeños secretos. No solo transportaba sonidos, sino también aromas. El viento. El viento siempre había estado de lado de JaeBeom, viento y sombras.
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Diábulus • JackBeom
FanfictionEl reloj desgrana los segundos con un movimiento impasible. «Para que me recuerdes» Resuena una voz agazapada, arrastrándose en los rincones de aquella mente dormida. Un ceño se frunce casi imperceptible ante esa diminuta resonancia que considera m...