Capítulo 6

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Intranquilo. Así era como se sentía desde aquella ocasión en que estuvo sentado bajo un árbol, escuchando esa extraña melodía que, aunque no conocía de nada, se le hacía terriblemente familiar.

Por primera vez fue más consciente.

Los sueños continuaron, robándole las escasas horas de descanso que conseguía arrebatarle al insomnio. Despertaba en medio de la noche o a mitad de la madrugada, sobresaltado, sin aliento, con una sensación asfixiante atenasando su pecho, apretando su cuello; con el vestigio de un roce tímido en su mano y una caricia en su cabello. Con el eco de una voz que le hablaba con dulzura y paciencia mientras él se encontraba rodeado de sombras. Perdido. Empezaba a temer que la soga que ataba su cordura, como la de una embarcación a un muelle, fuera demasiado débil y estuviera amenazando con romperse.

Lo único consistente en sus sueños y al rededor de lo cual parecían arremolinarse todas las respuestas a sus dudas, era Jackson.

Aunque no estaba seguro de haberlo visto, la sensación de su presencia seguía latente.

Sé que estás allí, sé que debo buscarte.

Tres noches atrás, en medio de sus tribulaciones nocturnas, había llegado a una resolución inamovible y que no había comentado con nadie más que con la almohada. Estaba seguro de que lo tacharían de demencia y aparte de impedirle continuar con su cometido, nadie querría acompañarlo, ni siquiera JiaShuai.

Aventurarse en esos bosques una vez, era valentía. Una segunda, era estupidez.

Y una tercera, probablemente sería suicidio.

No había que tentar a la suerte, menos con los tiempos que corrían.

Pero por algún motivo que escapaba a su comprensión, JaeBeom no podía desprenderse de la sensación de hallarse contra reloj. Su vía más rápida para esclarecer dudas y por fin conseguir algo de sosiego, era aquel demonio —o deidad— que habían visitado cuatro ciclos antes. Después de todo, y no habiendo hecho mal las cuentas, su tranquilidad se vino abajo desde ese encuentro, pero si llegar hasta él acompañado era complicado, por su cuenta era poco más que imposible.

Aún teniendo mapas y una noción bastante buena del camino que habían seguido y los peligros que habían sorteado, lo más probable era que se perdiera y acabara muerto de hambre y sed, en el mejor de los casos. En un escenario menos ambicioso, podía ser despellejado y comido por animales o picado por alguno lo suficientemente letal para matarlo en pocas horas, o uno más ponzoñoso, que le proveería una muerte lenta y dolorosa. La peor, sin opción sin duda, era la perspectiva de morir a manos de aquello que se arrastra entre las sombras y se sirve de ellas para ocultarse.

Demonios.

No como el que había conocido, inteligente, con apariencia humana. Sino más desagradables, poco más que bestias, criaturas no pensantes que se mueven por instinto y por el mórbido deseo de saciar su hambre o el insano placer en causar agonía. Esa clase de demonios menores que abundaban entre la oscuridad insondable de los bosques aledaños.

Esa última, le aterraba más que cualquiera de las otras opciones.

Además, ¿qué le aseguraba que encontraría a Jackson? ¿Que este iba a molestarse en aparecer?

Pero allí, en su apacible hogar, en medio de libros y pergaminos antiguos, no iba a encontrar las respuesta que necesitaba, tenía que ir a la fuente directa, tenía que conseguirlo o morir en el intento.

Con todas las probabilidades en contra, había ido reuniendo lo necesario cuando nadie miraba, escondiéndolo en una de las habitaciones más apartadas del palacio y que nadie solía frecuentar salvo para desempolvar de vez en cuando. Quedaba cerca de las caballerizas y era práctico para sus intenciones. Mapas, herramientas, provisiones, armas. En caso de perderse, siempre podía usar de guía las estrellas. También era justo mencionar, que había robado a BamBam un par de posiones y a JiaShuai, algunas hierbas.

Diábulus • JackBeomDonde viven las historias. Descúbrelo ahora