Por enésima vez, Jackson se preguntaba si había hecho bien en ir allí. Esa sensación de magia que reinaba en el ambiente lo hacía sentirse intranquilo, era como si jugueteara con la propia, como si le acechara, como un suave aliento deslizándose en los cabellos de su nuca y haciéndole erizar la piel.
Bastaba un pequeño error de su parte, una nota disonante que echara abajo la armonía del buen humor y disposición de YiXing, que hasta el momento, se mostraba de lo más colaborador.
Estar quieto no era precisamente su fuerte, por lo que ahora paseaba por la habitación mientras continuaba hablando, consiguiendo ponerlo más intranquilo si cabía. Jackson, todavía sentado, contaba los segundos, anticipaba aquel punto de la conversación donde todo se tornaría oscuro y desalmado, esa era la verdadera naturaleza de aquella criatura.
— Te preguntas ahora, si hay alguna otra manera de ayudarlo a «despertar», es una cuestión muy interesante, ¿Has escuchado del Diábolos? —Jackson negó. YiXing sonrió. Ciertamente le deleitaba pavonearse con su basto conocimiento.
— La palabra en sí, viene de una lengua humana bastante hermosa y olvidada, el latín. Significa «Diablo», Diábolos in música ('el Diablo en la música'), fue una manera que tuvieron de referirse a un término musical. He oído, sin embargo, que hay cosas, magias antiguas, seres antiguos, que duermen en un acorde. Y responden al oírlo.
— Tal vez, y solo tal vez... —Aventuró, situándose detrás de Jackson, posó ambas manos sobre los hombros y se inclinó hasta poder hablar muy cerca de su oído.
— Pero debes tener mucho cuidado, tus acciones pueden traer repercusiones. ¿Has pensando en porqué él se fue? ¿Sabes acaso qué hubo detrás de su decisión o si fue forzado a ello? ¿Sabes que quizás y no eres el único que está detrás de su huella? ¿Y si su partida fue un castigo por pecados que debía expiar o si huía de alguien o algo y la única manera que consiguió fue ocultar sus memorias en una existencia con fecha de caducidad? Sin confiar en ti. Dejándolo todo a la voluntad del cosmos, como si esas cosas pudieran confiársele. —Se mofó, trazando formas con la yema del índice diestro sobre el pecho del otro. YiXing no abandonaba su sonrisa y Jackson no necesitaba verlo para saber que sonreía, podía apreciarlo perfectamente en su tono de voz. Siempre pensó que esa sonrisa le recordaba a la luna creciente. Tétrica, enseñando demasiados dientes.— Qué agonía podría causarle tu egoísmo... ¿O me vas a decir que tus fines son netamente altruistas y lo haces porque Dominus lo necesita? No me hagas reír.
¿Qué persigues, Jackson Wang? Valora bien tus opciones, debes estar seguro de qué tanto estás dispuesto a quemarte y a quemarlo a él, debes asegurarte de que él también quiere volver, o vas a pasar muchos apuros para traerlo y servirlo en bandeja de plata. —Las manos de YiXing se delizaban camino abajo por el pecho del castaño, sintiendo bajo sus yemas la suave piel y firmes músculos que se adivinan detrás de la tela. Cada vez más cerca del demonio, su tono fue descendiendo hasta ser un peligroso ronroneo.
Cada palabra se clavaba como un afilado cristal roto en su pecho, causando cortes limpios y profundos; agonía, eso era cada incertidumbre que era plantaba en su mente y era regada con cada nuevo descubrimiento. Jackson tenía los dedos crispados sobre los brazos del sofá, ejerciendo fuerza hasta que sus nudillos se volvieron blancos. Apretaba conforme oía esa voz cantarina y maliciosa cerca de su oído. Qué tanto era verdad y qué tanto era mentira. Dónde estaban las trampas tendidas. Las dudas se arremolinaban en su mente. Sabía más o menos cómo funcionaba la cosa con el oráculo, pero siempre era sobrecogedor experimentarlo. ¿Qué tanto era lo que quería saber? ¿Y qué tanto lo que realmente debía saber? Esas preguntas daban vueltas, ni él mismo lo sabía con certeza. Pero el pecado de los hombres era siempre querer saber más y aunque él no tenía nada de la raza humana, al menos compartía aquello. YiXing tenía todas las respuestas.
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Diábulus • JackBeom
أدب الهواةEl reloj desgrana los segundos con un movimiento impasible. «Para que me recuerdes» Resuena una voz agazapada, arrastrándose en los rincones de aquella mente dormida. Un ceño se frunce casi imperceptible ante esa diminuta resonancia que considera m...