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— itadori , fushiguro.. nobara está —musitó en un hilo de voz a la vez que observaba cómo el cuerpo de su compañera desaparecía.
Fushiguro se desesperó tanto al sentir la presencia de la maldición de grado especial que se quedó estático, sin siquiera poder moverse al igual que sus compañeros, fumiku sentía su corazón latir de prisa y un frío sudor correr por su frente, jamás había experimentado tanto temor , su cuerpo no reaccionaba a absolutamente nada, simplemente parecía que se había quedado pegada al suelo porque ni siquiera podía articular algún movimiento más que percibir el palpitar de su corazón nublar sus sentidos.
—Megumi—musitó en un hilo de voz al ver que este era el que estaba más cerca de ella. Los tres se quedaron quietos, atónitos ante el poder y la sensación de pánico que los invadió, era la primera vez que estaban ante un categorial especial y casi que sintieron como su vida se deshacía ante ellos.
—Itadori , fumiku hay que huir luego buscamos a kugis...
La respiración de fumiku se descontrolaba aún más a cada bocanada de aire, estaba junto a ellos podía sentir su poder, su nivel de energía maldita le tenía la piel de gallina no podía moverse por más que lo repitiera una y otra vez en su mente , el gritó de itadori le desconcentro sintiendo la sangre esparcirse por su mejilla causando que su estómago se contrajera ante la sensación de mareo que le provocó al ver a itadori sin su mano, y un chorro de sangre desprenderse de esta, el pánico aumento entre el trío de hechiceros que se dedicaron una mirada rápida desconcertados por el monstruoso poder que emanaba la maldición de grado especial, los hechos eran más que claros y su cuerpo los manifestaba de la mejor forma al negarle El Paso a algún pensamiento coherente en ese momento de vida o muerte.
—¡itadori!—exclamó saotome a la vez que se llevaba sus manos a su boca por la impresión. Sus nervios aumentaron tanto que cuando intentó moverse se tambaleó y tuvo que apoyarse en fushiguro quien sujetó su muñeca con fuerza y le miró temeroso de lo que pudiera ocurrir.
La vida de los hechiceros siempre estaba en riesgo en las misiones , pero nunca se había tomado tan a pecho esas palabras como en aquel instante en que su vida pendía de un hilo o mejor dicho estaba a la espera de que la maldición de grado especial acabara con ellos.
