Parte 1 ¿ES EL FANTASMA?

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Aquella noche, el camerino del gran actor Heechul, una de las primeras figuras del cuerpo de actores, fue bruscamente invadido por media docena de integrantes del aludido cuerpo, que volvían de la escena después de haber "bailado". Se precipitaron con gran confusión, las unas lanzando carcajadas poco naturales y las otras dando gritos de terror. Heechul, que deseaba estar solo un momento para repasar las palabras que debería pronunciar poco después, vio con mal humor que aquellas se le echaran encima. Fue la pequeña Sunny, quien dio la razón del alboroto en dos palabras, con una voz nerviosa por la angustia:
-¡Es el Fantasma!
Y cerró la puerta con llave. El camerino del actor era de una elegancia trivial; un tocador, un diván, un espejo de tres cuerpos, unos armarios y algunos grabados en las paredes, formaban el moblaje necesario. Aquel camerino les parecía un palacio a las chicas del cuerpo de baile, alojadas en cuartos comunes, en donde se pasaban el tiempo cantando, disputando, peleando con los peluqueros y camareras, hasta que sonaba la campana para salir a escena.
Heechul era muy supersticioso. Al oírle hablar del Fantasma a Sunny se estremeció y dijo:
-¡Mocosa tonta!
Y como era el primero en creer en los fantasmas en general y en el de la Opera en particular, pregunto:
-¿Lo han visto?
-¡Cómo lo veo a usted! -replicó con un hilo de voz Sunny, que, sin fuerzas en las piernas se dejó caer sobre una silla.
Enseguida la pequeña Jia, agregó:
-¡Si es él!
-¡Oh, sí! -dijeron en coro todas las bailarinas.
Y se pusieron a hablar todas a la vez. El fantasma se les había aparecido vestido de frac, que de pronto se había erguido frente a ellas en el pasadizo, sin que pudieran saber de dónde había salido. Su aparición fue tan súbita que se hubiera podido creer que había brotado de la pared.
-¡Bah! -dijo una de las muchachas que más o menos había conservado un poco de sangre fría, ustedes ven al Fantasma en todas partes.
Era cierto. Desde hacía algunos meses, no se hablaba de otra cosa en la Opera más que de aquel Fantasma vestido de frac que se paseaba por todo el edificio, que no dirigía la palabra a nadie, a quien nadie se atrevía a hablar, y que se evaporaba en cuanto se lo veía sin saber cómo ni dónde. No hacía ruido al caminar, como conviene a un verdadero fantasma. Se había comenzado por reír y por burlarse de aquel aparecido que vestía como un caballero o como un ayudante fúnebre, pero la leyenda del Fantasma adquirió proporciones colosales en el cuerpo de baile; todas pretendían haber visto de más o menos lejos a ese ser sobrenatural y sido víctimas de sus maleficios. Y las que más reían no eran las menos asustadas. Cuando no se dejaba ver, señalaba su presencia a su paso por medio de acontecimientos burlescos o funestos, de los que la superstición casi general lo hacía responsable. Si había que deplorar un accidente, si una de las chicas del cuerpo de baile le hacía una travesura a alguna compañera, si desaparecía algún objeto, ¡todo era culpa del Fantasma, del Fantasma de la Opera!
Pero, ¿quién lo había visto? ¡Se pueden encontrar tantos fracs en la Opera que no son fantasmas! Pero éste tenía una especialidad muy singular después de su frac; traía una máscara que le ocultaba la mitad de su rostro.
Así al menos decían aquellas señoritas.
¿Era serio todo eso? La verdad es que la versión de la máscara había nacido de la descripción que hiciera del Fantasma Kim Gura, jefe de maquinistas, que realmente lo había visto, aseguraba. Tropezó con el misterioso personaje en la pequeña escalera que baja. Tuvo tiempo de verlo un segundo, porque el fantasma huyó y había conservado un recuerdo imborrable de aquella visión. Y he aquí lo que Kim Gura dijo del fantasma a todo el que quiso oírle:
"Es extraordinariamente flaco y el frac parece que va como sobre un esqueleto. Su piel, que está estirada sobre los huesos como un parche de tambor es tan blanca, como la de un muerto. Sólo tres o cuatro largas mechas oscuras sobre la frente, justo en la mitad de la máscara que cubre su rostro, en cuanto a la otra mitad, no le pude distinguir nada".
En vano fue que Kim persiguiera aquella aparición. Desapareció como por arte de magia, sin dejar rastro alguno. Aquel jefe de maquinistas era un hombre de imaginación lenta y sobria. Su palabra fue escuchada con estupor e interés, y enseguida aparecieron muchas personas que también habían visto a un hombre de frac y con una máscara que cubría la mitad de su rostro, cuya otra mitad tampoco habían conseguido ver, sin duda era un misterio.
Basta esto para dar rápidamente una idea del estado de todas aquellas, asustadas al penetrar en el camerino del grande Heechul. Ahora un angustiante silencio reinaba en el camarín. No se oía más que el ruido de las respiraciones jadeantes. Por último, habiendo retrocedido Sunny, con las apariencias del más sincero espanto, hasta el rincón más apartado de la pared, murmuró está sola palabra:
-¡Escuchen!
Les pareció, en efecto, a todos, que se oía un roce tras de la puerta. Ningún ruido de pasos. Después, nada. Heechul trató de mostrarse menos cobarde entre sus compañeras. Se adelantó hacia la puerta y preguntó con voz prevenida:
-¿Quién está ahí?
Pero nadie le respondió.
Entonces, viendo que todos los ojos, clavados en él, espiaban sus menores ademanes, se esforzó por mostrarse más valiente y dijo con energía:
-¿Hay alguien tras de la puerta?
-¡Oh! ¡Sí! ¡Sí! ¡No cabe duda! ¡Hay alguien detrás de la puerta! - repitió Jia, que retuvo heroicamente al actor por su camisa de gasa. -¡No abra, por Dios! ¡No abra!
Pero Heechul, armado de una pequeña navaja de la que por suerte no se separaba nunca, se atrevió a quitar la llave y abrir la puerta, mientras que las bailarinas retrocedían casi hasta la puerta del tocador.
El actor examinó el corredor valientemente. Estaba desierto; una luciérnaga de fuego en su cárcel de vidrio ponía un fulgor rojo y mortecino en las tinieblas, sin conseguir disiparlas. Y entonces volvió a cerrar vivamente la puerta.
-No hay nadie -dijo.
-¡Y, sin embargo, lo hemos oído muy bien! -afirmó otra vez Sunny, volviendo a ponerse toda asustada al lado del actor. -Debe andar por ahí. Deberíamos bajar todos juntos al escenario para la despedida y volvernos todos juntos.
Y entonces Heechul se preparó de nuevo. "El afamado actor Heechul -escribió un cronista célebre de la época- es un cantante y bailarín, más que agraciado; cuando sale a escena, el cuadro que se ofrece es para deleite, como un hombre valiente y heroico".
En cuanto a esto último, parece cosa confirmada que no lo tenía y nadie se lo reprochaba pues no lo necesitaba con esa cara agraciada.
-¡Vamos, déjense de fantasmas! -volvió a decirles a las pequeñas bailarinas: -Al fin y al cabo quizá nadie lo ha visto...
-¡Sí, sí que lo hemos visto! ¡Lo vimos muy bien! -replicaron las chicas. -Tenía la máscara y el frac como la noche que se le apareció a Kim Gura.
-¡Y Yesung también lo ha visto! -exclamó Jia. -Ayer, en plena luz de día...
-¿Y-Yesung, el maestro de canto?
-El mismo. ¿Cómo, no lo sabía usted?
-¿Y andaba de frac de día?
-¿Quién? ¿Yesung?
-¡No! ¡El Fantasma!
-¡Por supuesto que estaba de frac! -afirmó Jia. -El mismo Yesung me lo dijo... ¡Y hasta fue por ese detalle que lo reconoció, aun cuando estaba de espaldas! Las cosas pasaron así: Yesung estaba en el despacho del director de escena. De pronto se abrió la puerta y ya saben ustedes como es él...
-¡Desde luego! -respondieron en coro las pequeñas bailarinas.
-¡Era el Fantasma! Pero estaba de espaldas-continuó Jia. -Y Yesung cuando ve ese frac de espaldas, cuando apareció en la puerta abierta, dio un salto del sillón en que estaba sentado hasta una cerradura del armario para tocar hierro. Al hacer ese movimiento se rasgó en un clavo la colgadura del abrigo, y al salir apresuradamente dio con la cabeza contra un perchero; luego, al echarse para atrás, golpeó con el codo el bastidor cerca del piano, se cierra la tapa y le aprieta los dedos; saltó como un loco fuera de la pieza, pero iba tan aturdido que tropezó al llegar a la escalera y bajó de espaldas todos los peldaños del primer piso. Yo pasaba precisamente en ese momento. Me precipite para ayudarlo a pararse. Estaba todo mal herido y con la cara tan ensangrentada que me dio miedo. Pero él se puso a sonreír y exclamó: "¡Gracias a Dios que he escapado a tan poca costa!" Y me contó la causa de su susto. ¡Era que había visto al Fantasma de espaldas y después cuando volteo hacia él, su máscara! ¡Tal como lo describió Kim Gura!
Un murmullo de espanto saludó el fin de esta historia, a cuyo final llegó Jia jadeante, tan aprisa como si la hubiera perseguido el fantasma. Después hubo otro silencio que interrumpió a media voz Sunny.
-Gura haría mejor en callarse -comentó, en voz bajísima y mirando a su alrededor como si hubiera temido por la vida de otras personas que las que estaban allí reunidas.
-¿Y por qué se había de callar? -le preguntaron.
-Así opina Madame Taeyeon -replicó.
-¿Y por qué opina así Madame Taeyeon?
-¡Chit! Madame Taeyeon dice que al Fantasma no le gusta que le incomoden.
-¿Y por qué dice eso?
-Porque... porque... no sé...
Esta hábil reticencia tuvo el don de exasperar la curiosidad de aquellas señoritas, que se aglomeraron alrededor de Sunny y le suplicaron que se explicase.
-¡He jurado no decirlo! -replicó con sutil voz.
Pero no la dejaron en paz, y tanto le prometieron guardar el secreto, que Sunny, que ardía por contar lo que sabía, comenzó a decir, con los ojos clavados en la puerta:
-Bueno... es a causa del palco...
-¿Qué palco?
-El palco del Fantasma.
Al oír esto de que el Fantasma tenía palco, las bailarinas no pudieron contener la alegría funesta de su estupefacción. Lanzaron unos leves gritos. Luego dijeron:
-¡Oh! ¡Dios mío! ¡Cuéntanos! ¡Cuéntanos!...
-¡Chit! Más despacio -ordenó la informante -. Es el palco bajo, número 5, el primer palco, saben, al lado del palco balcón de la izquierda.
-¡No digas!
-Pues así es... Recuerden que Madame Taeyeon es la acomodadora de los palcos. Pero, ¿me juran que no dirán nada de lo que me ha contado?
-¡Sí, claro, sí!
-Pues bien, es el palco del Fantasma... Nadie lo ocupa desde hace un mes, excepto el Fantasma, por supuesto, y se ha dado orden a la boletería de no venderlo.
-¿Y es cierto que el Fantasma lo ocupa?
-Por supuesto.
-¿Entonces se verá a alguien?
Las pequeñas bailarinas se miraron unas a otras mientras el actor, que seguía inmóvil escuchando, creyó un deber intervenir:
-Pequeña Sunny, te estás burlando de nosotros.
Entonces la pequeña Sunny se echó a llorar.
-Mejor habría hecho en callarme... Si Madame Taeyeon supiera... Pero la verdad es que Kim Gura hace mal en ocuparse de cosas que no le importan... eso le va a traer desgracia...; Madame Taeyeon lo decía anoche mismo...
En ese momento unos pasos pesados y precipitados resonaron en el corredor y una voz sofocada decía:
-¿Actor Heechul, señoritas, están ahí?
-¿Qué pasa? -inquirió el nombrado.
Y abrió la puerta una honorable dama, era Madame Taeyeon, que se precipitó en el camerino y se dejó caer en una silla.
-Qué desgracia. -exclamó. -Qué desgracia.
-¿Qué?¿Qué? -todos en la pieza exclamaban.
-Kim Gura...
-Sí, Kim Gura... -le seguían.
-Kim Gura ha muerto.
El camerino se llenó de exclamaciones, de protestas llenas de sorpresa, de pedidos, de explicaciones.
-Sí, acaban de encontrarle ahorcado en el tercer sótano...
- ¡Ha sido el Fantasma! -exclamó como a pesar suyo Sunny, pero enseguida se retractó, llevándose los puños a la boca. - ¡No! ¡No! ¡Yo no he querido decir eso!
Alrededor de ella todas sus compañeras repetían en voz baja, aterrorizadas:
-¡Por supuesto! ¡Es el Fantasma!
En tanto se les escuchaba, Heechul se encontraba muy pálido. ¿De dónde sacaría fuerzas para regresar al escenario?

El Fantasma de ÓperaWhere stories live. Discover now