La mansión Komory

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La nieve caía desde lo alto del cielo nublado, por la ventana se podía ver como se acumulaba en las calles formando una ligera capa color blanco puro. Lucy veía desde las escaleras como sus padres preparaban la cena, a lo lejos el sonido de un aullido lo cambió todo; la nieve se tiñó de un rojo vivo y una sombra creciente cubría el cielo, enormes lobos perseguían a las personas que corrían desesperadas en el frío, las paredes se caían y los lobos entraban en lo que una vez fue su casa, sin pensarlo corría por las calles cubiertas de nieve con algunos lobos detrás de ella. A lo lejos una mansión se erigía entre los árboles, ella corrió hasta ese lugar donde una mujer de larga cabellera negra la esperaba con los brazos abiertos, no sabía quién era, pero una extraña sensación le impulsaba a alcanzarla, cerca, más cerca, lograba ver su rostro, los ojos carmesíes y esos colmillos que sobresalía cuando le hablaba. VAMPIRO...

Desde el borde de la cama Luer observaba a su pequeña invitada, las lágrimas brotaban de sus ojos y su respiración era agitada. Le intrigaba el saber que era lo que soñaba y por un momento pensó en usar su poder para calmar su mente como lo había hecho más temprano esa misma noche, fue entonces que Lucy despertó dando un gran salto que casi la tira de la cama y en una reacción más que instintiva se lanzó a abrazarlo. Sin decir nada, sin hacer nada, las lágrimas corrían humedeciendo su pecho y las emociones salían con ellas, en esos momentos lo mejor era dejar que se desahogara, pues aquella pequeña niña no tendría mejor oportunidad de hacerlo después.

- ¿te encuentras bien? -

Una pregunta silenciosa que entre lágrimas y sollozos logró responder, aquel sueño le había hecho sentir una inmensa desesperación y angustia, aquellas que en el momento no había podido sentir; había sido como si sus emociones se hubieran despertado y con ello le liberarán de un trance. Poco a poco el cansancio se fue apoderando de cada músculo de su cuerpo hasta que finalmente entró en un profundo sueño.

El silencio reinaba en la mansión, no era normal que alguien estuviera despierto a esa hora del día, llevaba ya unos minutos contemplando la habitación en completa oscuridad pues las gruesas cortinas no dejaban pasar los rayos del sol por lo que sólo podía ver las siluetas un tanto deformes, junto a ella sobre una especie de sofá logró distinguir a quien le había salvado la noche anterior y una mezcla de emociones le invadió desde el interior; miedo, aquel joven le ocasionaba un enorme temor y al mismo tiempo la sensación más grande de seguridad como si un monstruo saliera debajo de su cama sólo con el propósito de cuidarla, le contempló en silencio por un rato hasta que su estómago comenzó a realizar una serie de extraños sonidos, impulsada por el hambre decidió salir en búsqueda de algo para comer, la noche anterior había logrado ver a algunos pocos de los invitados probando bocados pues la gran mayoría sólo bebía ese líquido extraño, tan sigilosa como pudo salió de la habitación, desde el corredor lograba ver la entrada en el piso inferior y los largos pasillos con puertas que se extendían por ambos lados, se deslizó por las escaleras que bajaban al salón principal en el fondo se veía el pasillo por donde la noche anterior entraba y salía el personal de servicio. Mientras buscaba en los anaqueles notó que era observada, desde el otro lado del pequeño comedor una mujer de pelo rojizo la miraba en silencio.

- Así que tú eres nuestra pequeña invitada, soy Triis encargada de la seguridad de la academia-.

Lucy la veía temerosa, con un tímido saludo trataba de retroceder como quien trata de evitar un castigo, Triis le lanzó una sonrisa mientras le pasaba un poco de pan de una de las estanterías y ella misma se llevaba otra a la boca. Pronto ambas se encontraban intercambiando palabras en una agradable conversación que había iniciado más como un interrogatorio para la pequeña.

Un dulce aroma recorría los pasillos de aquella gran mansión, demasiado atrayente como para dejarlo pasar, demasiado tentador como para olvidar su objetivo e ir tras él. Como el susurro del viento se deslizó entre los corredores buscando la fuente de aquel olor, vuelta tras vuelta una esquina y luego otra siguió ese aroma hasta la entrada del comedor, allí logró recordar a quien le pertenecía ese aroma, a la niña que entró con Luer la noche anterior. Una oportunidad perfecta para herir el orgullo de los Komory.

El Capullo de la Rosa RojaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora