20. Durante esos 13 años

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El líder Jiang había visitado a Nie Huaisang, el ahora líder de Qinhe Nie. Las noticias de la deviación de Qi de Mingjue habían llegado a él con rapidez, por esa razón había salido de inmediato de Muelle de Loto para visitar a su viejo amigo. Al llegar observó las prendas de luto adornando el Reino Impuro, le daba la sensación de irrealidad... creía invencible al anterior líder.

Lo invitaron a pasar para ver a Huaisang, quien no se había alejado de su habitación. Cuando entró a ésta se dio cuenta de que no era como lo había imaginado, y vaya que lo había imaginado casi a detalle. Había pinturas, lienzos y pergaminos, regados por todas partes. Pinceles quebrados y frascos de pintura manchando las mesas y el piso.

Huaisang estaba sentado en la cama, sosteniendo su abanico y mirando hacia abajo. No recordaba haberlo visto de esa manera, la tristeza podía salir de cada uno de sus poros, mientras que sus respiraciones apenas y eran percibidas. Los discípulos le habían dicho que no se encontraba bien, que estaba destrozado... Y no les había creído, porque la sonrisa de Huaisang había iluminado sus días con solo evocarla en sus recuerdos.

Se acercó despacio como si temiera interrumpir la tristeza de aquel hombre. Se sentó a su lado, en aquella cama, en lo que los demás discípulos Jiang y Nie les dejaban solos. No sabía que decir ni como comenzar. ¿Debería decirle que lamentaba su perdida? ¿Qué podía confiar en él para ayudarle? ¿Qué estaba allí para ayudarlo a desahogarse?

Solo pudo tomar su mano y acariciar el dorso, descubrió que las palabras ni siquiera se habían formado en su boca. Pronto comenzaron a caer lágrimas de los ojos verdes que tanto habían invocado en los últimos años. El Nie volteó hacia él y lo abrazó, recargándose en su hombro, mientras las lágrimas se deslizaban sin piedad alguna. Y Jiang lo aferró con más fuerza hacia él, como si pudiera mantener los pedazos del corazón roto de Nie unidos. Como si pudiera absorber la tristeza que inundaba al chico de la sonrisa más hermosa que alguna vez había visto.

Descubrió que Nie Huaisang no había llorado desde que se enteró de todo, que no había hablado con nadie y que no había permitido a sus discípulos traer a alguien a su habitación.

Y Jiang Cheng se sintió importante, porque había sido el único en el que Huaisang había confiado su tristeza.


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