Capítulo 1. Ahora soy Mónica

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KEIRA

Observé mis dedos manchados de negro.

La música seguía saliendo por los altavoces del pequeño parlante de mi habitación, no pude evitar tararear la canción en cuanto llegó al estribillo.

Hacía ya un rato que había decidido sentarme en mi escritorio para ponerme a dibujar un rato.

Dibujar. Es algo que nunca me había tomado en serio, pero mis amigos decían que lo hacía bien. Especialmente Spencer –mi mejor amigo–, luego de que le dibujé un retrato de su aún pequeño San Bernardo y se lo regalé por su cumpleaños. Recuerdo lo feliz que estaba.

Lo que había comenzado a dibujar hacía ya unas horas no era más que un simple paisaje en blanco y negro que encontré en internet. Finalmente, le di los últimos detalles con el carboncillo antes de observarlo y decidir que ya estaba terminado.

Sonreí, no estaba mal, nada mal. Aunque por su contraparte me dolían un poco las manos, tengo que admitirlo.

Fue entonces cuando la puerta de mi habitación se abrió de par en par provocando que esta se golpease contra la pared, provocando a su vez, que se cayera el perchero que estaba de pie justo detrás de la puerta.

Miré con una mueca el estruendo que había causado Spencer en tan solo un segundo. Él tan solo se limitó a recoger las cosas y lanzarse a la cama como si nada.

–¿Qué haces?

–Mejor dicho, ¿tú que haces? No me avisaste que vendrías –reclamé –. ¿Teníamos algún trabajo que entregar, o algo así?

Estuve a punto de revisar la agenda en mi celular, cuando el negó.

–Te estaba por enviar un mensaje, pero se me apagó el celular –se excusó. De todas formas, lo levantó e intentó prenderlo, comprobando que tenía razón.

–Entonces... –comencé, ya que estaban por ser las diez de la noche.

–¿Acaso uno ya no puede visitar a su mejor amiga? –fingió indignarse y apoyó el codo en la cama, para mirarme mejor.

Entrecerré los ojos. Él me miró con el ceño fruncido.

–Vienes a pedirme algo. Yo lo sé, vamos. Dilo.

–¿Por qué me dices esa barbaridad?

Lo miré con cara de "¿en serio me lo estás preguntando?".

–¿Recuerdas el bar del que te hablé el otro día? –dijo finalmente.

Cómo olvidarlo. Aún recuerdo como casi muero de vergüenza en clase cuando el profesor nos llamó la atención mas de una vez, porque Spencer no paraba de hablarme sobre ese nuevo bar que abriría en unos días. Y Por mas que el profesor le llamara la atención, él seguía y seguía.

–Si –comencé a guardar los lápices.

–Hoy a las diez es su inauguración –comentó.

Negué rotundamente en cuanto vi por donde venía eso.

–Es pleno martes, no voy a ir a un bar. Mañana hay clases a las siete.

–A veces te odio por ser tan responsable, que lo sepas.

–Di eso otra vez y te dejo sin mis apuntes –me crucé de brazos, divertida.

–Oye, dije a veces –sonrió con inocencia al tiempo que se levantó de la cama –. Debes venir, vamos, no seas aburrida.

–¡Yo no soy aburrida! –la voz me salió un poco más aguda de lo que esperaba.

–Va a ser divertido –insistió.

Un Juego De SeducciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora