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Nunca me había considerado una chica hermosa.
Mi cuerpo no era perfecto, mis curvas no eran pronunciadas, no era muy alta, tenía poco pecho y aún hasta el día de hoy mis ojeras formaban parte de mi día a día, –aunque intentaba usar algún producto para disimularlas–. Cuando era más chica me costaba mirarme al espejo porque lo único que veía en mí eran defectos, errores.
A veces me repetía: Keira, debes tener una mejor alimentación, el deporte es bueno, debes ponerte productos para los granos, ¿qué voy a hacer con estas ojeras enormes?, tus labios son muy delgados... honestamente, a veces, consideraba que lo único bonito en mí era mi cabello, ya que era lo único que siempre me alagaban.
Después de unos años intentando cambiar todo aquello que no me hacía sentir bonita, finalmente me di cuenta de que el problema no era yo, nunca lo había sido, sino de los demás. Cada mirada, cada comentario, cada risa era lo que me hacía sentir de aquella forma y descubrí por mí misma que debía dejarlo atrás, porque le estaba tomando demasiada importancia a algo no lo requería, porque si quería cambiar debía ser por una mejor salud y no por puros estereotipos sociales. Sí, me sentía un poco más bonita. Sí, mi autoestima había mejorado, pero, aun así, había llorado contra mi almohada muchas veces por eso, y esto en cierto punto me había destrozado.
Me observé al espejo ya con el vestido puesto.
Hacía mucho que no me lo probaba, solo lo había hecho un par de veces, pero únicamente en mi habitación y mayormente sola, aunque la excepción fue un día con Nathan –mi ex con problemas de ira–. Aún recuerdo lo emocionada que estaba por mostrárselo ya que nunca me había comprado un vestido de ese estilo, pero cuando lo hice su reacción no fue la que esperaba. Recuerdo su mirada despectiva sobre mí cuando me vio vestida así, diciendo que no debía usar ropa que deje tanta piel al descubierto, ya que la espalda del vestido era un poco caída, también recuerdo lo mal que me sentí en cuanto me lo dijo, ya que todas las inseguridades que había logrado dejar atrás, volvieron.
A medida que más me miraba en ese espejo, más nervios me daban de que me viesen con el puesto. Nathan había dejado una marca en mí, una inseguridad andando y lo odié por ello, pero al mismo tiempo me sentí una idiota por haber creído en sus palabras.
Finalmente me armé de valor.
Terminé de vestirme poniéndome un par de accesorios para luego colocarme unos tacones del mismo color del vestido, y resguardarme del frío con un abrigo negro.
Cuando Jasper me envió un mensaje avisando que ya estaba abajo, salí de mi habitación. Spencer me observó en cuanto llegué a la cocina con una sonrisa.
–Vas muy bien –aludió.
–Gracias.
–¿Piensas hacer que le tiemblen las piernas o algo así? –alzó las cejas con diversión.
Lo observé con una gran mirada juzgadora en cuanto terminó de hablar, de todas formas, lo ignoré.
–¿Tú que haces?
–La cena –desvié la mirada observando el tazón de leche con cereales de chocolate –. Bienvenida a la vida universitaria, amiga.
–Cierto, nos vemos luego.
Él se despidió con la boca llena de cereal.
Finalmente me metí al ascensor y salí del edificio en cuanto llegué abajo.
Estacionado frente a la puerta de este estaba Jasper, quien se encontraba apoyando sobre el capó de su auto.
Su deslumbrante atractivo me hizo recorrerlo con la mirada. Llevaba las manos metidas en el pantalón negro hecho a medida, noté que, de hecho, iba vestido todo de negro, tanto su camisa como su abrigo eran del mismo color. Su cabello oscuro se veía tan desordenado como siempre y desde aquí pude notar los anillos plateados decorando sus dedos.
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Un Juego De Seducción
RomanceAlgo que Keira Porter no esperaba un martes por la noche era que su mejor amigo llegara a su casa con el plan de ir a un bar, o que acabaría aceptando solo por los tragos gratis. Lo que tampoco esperaba esa noche, era tener uno de los besos más efu...