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Hoy será un gran día. Al fin después de meses planeándolo iba a comenzar una nueva etapa en mi vida. Me iba a mudar sola. Bueno... no sola, con Spencer, lo cual lo hacía aún mejor.
–¿Listo? –le pregunté a mi amigo que se acababa de poner de pie al igual que yo, en cuanto dijeron nuestros nombres.
Él me observó con una sonrisa y asintió. Seguimos a la chica que nos llamó dentro de la oficina, la cual estaba decorada en tonos marrones muy bonitos. Puede visualizar su título colgado en la pared y varios libros en un estante detrás de su silla giratoria. En cuanto nos sentamos frente a su escritorio noté una foto en un cuadro donde estaba con un hombre. Ella lucía un hermoso y largo vestido blanco sujetando un ramo de flores, por lo que era claro que había sido el día de su boda, debajo había una pequeña fecha, la cual era reciente de hace un par de meses.
–Felicidades –le dije. Ella clavó su atención en mí frunciendo un poco el ceño. Señale la foto –. Por la boda –aclaré.
Delineó el anillo que se encontraba en su dedo con una pequeña sonrisa y me dio las gracias. Seguidamente sacó de una carpeta el contrato del departamento que íbamos a alquilar con Spencer, pero antes de ir a la mejor parte... es decir firmar, nos explicó un par de cosas con respecto al contrato, nosotros la escuchamos con atención –al menos yo... espero que Spencer también lo esté haciendo–.
Finalmente, luego de un par de minutos nos entregó una bonita lapicera negra con una fecha en dorado grabada en su superficie, y firmamos. En cuanto lo hicimos nos entregó la llave de, ahora sí, nuestro departamento y nos felicitó.
Ambos sonreímos como unos niños y nos abrazamos. En cuanto salimos de la oficina, nuestros padres se pusieron de pie.
–Felicidades, hijita –exclamó mi madre acercándose a paso apresurado.
No pude, ni quise ocultar la gran sonrisa que inundaba mi rostro. Ella me apretujó en un abrazo y pude ver que la mamá de Spencer hacía lo mismo con él.
Sonreí al ver que le tiraba un poco de las orejas.
Luego se acercó mi padre y me dio el segundo abrazo de oso del día.
–Al fin llegó tu hora.
–¡Papá! –exclamé.
Él se echó a reír.
–Es broma, es broma.
–Entonces si te vas, ¿significa que me puedo quedar con tu habitación? –habló Oliver a mi lado, emocionado.
Reí, observándolo.
–Nunca tendrás mi habitación, pequeña ratita –le toqué la nariz y él la quitó de allí enseguida cruzándose de brazos.
–No me digas ratita.
–Perdón –dije al mismo tiempo en que lo alcé.
Cada vez estaba más grande y era más complicado alzarlo... cómo crecen.
Todos comenzamos a salir del lugar hasta llegar al estacionamiento.
–Entonces... ¿si me vas a dejar dormir a tu casa? –dijo tocándome el pelo, con voz inocente.
–Todas las veces que tú quieras –volví a tocarle la nariz, y esta vez él no se quejó.
–¿Vamos a ver muchas películas? –preguntó emocionado.
–Si, y mucho helado.
Rodeó mi cuello con sus brazos y seguido a eso, tuve que bajarlo porque ya estaba bastante pesado y no podía cargarlo tanto tiempo como antes.
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Un Juego De Seducción
Lãng mạnAlgo que Keira Porter no esperaba un martes por la noche era que su mejor amigo llegara a su casa con el plan de ir a un bar, o que acabaría aceptando solo por los tragos gratis. Lo que tampoco esperaba esa noche, era tener uno de los besos más efu...