7 |Que sepas que no es una cita|

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Hannah

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Hannah

Crush Tessa Violet

Cuando desperté, Faith no estaba a mi lado. Me pasé las manos por el rostro para eliminar el cansancio, no la vi en los alrededores de mi habitación y tragué saliva. Solo estaba yo mojando la cama con mis babas. Mis sentidos se dispararon y me levanté sin siquiera darle un vistazo a mi aspecto. Casi me caigo de bruces contra el suelo por tener las piernas enredadas en las sábanas. Empecé a buscarla como loca por toda la casa con la esperanza de que mis pensamientos fueran equivocados.

Pude suspirar, aliviada, cuando la encontré charlando animadamente con mi madre en la cocina.

¿Qué tanto podrías confiar en alguien a quien apenas conoces y hace chistes sobre vender tus órganos en la deep web?

Era un porcentaje muy bajo siendo sincera.

La sensación de alivio pasó a ser de vergüenza cuando las dos fijaron sus ojos en mí, divertidas.

Oh, no. ¿Ya le había enseñado mi diario y mis fotos vergonzosas?

Mi mamá lo veía como un tipo de tradición cada vez que llevaba a mis amigos a casa así que no sería de extrañar. Le encantaba avergonzarme y reírse de mí en la cara.

—Así que... ¡Eras calva cuando estabas pequeña! —Se burló Faith con una sonrisa reluciente.

Me lleva quien me trajo.

A pesar de que su aspecto aún era lamentable, se las arreglaba para verse preciosa. Su cabello oscuro estaba recogido en un moño alto, y algunos mechones le caían a los lados dándole un aire extrañamente angelical.

—Suelta eso si quieres seguir viviendo, Faith —mascullé, molesta.

Esas fotos representaban el fragmento de mi vida en el cual logré ser verdaderamente feliz. Era un gran ambiente, sin choques ni alcohol, y muchos menos gritos de madrugada. Todo era perfecto allí, y me gustaba que la cámara lo había capturado super bien. Mi papá aparecía en la mayoría de estas, pero no por eso dejaban de ser embarazosas.

Mi madre empezó a recoger los platos que habían estado usando antes de la mesa. La observé amarrar su cabello en una coleta alta y avanzar al lavavajillas.

—Era necesario. ¡No me culpes! —declaró ella, sonriendo.

Hace mucho que no la veía sonreír de esa forma. Sus ojos se achinaron y me pareció escucharla reír bajito como un cerdito. Miré a Faith con una mueca cuando colocó un plato en el comedor y empujó una silla para que yo me sentara.

—¿Qué? —cuestioné.

—La vez pasada tu me hiciste el desayuno. Esta vez yo te lo hice a ti para que veas que esto... —Nos señaló—, es una relación disfuncionalmente funcional. —añadió, orgullosa.

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