El misterio del hombre-ciervo

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- Otro ataque más?

- Eso parece, en una cafetería esta vez.

Observaba como Ciel hablaba con Lau sobre las nuevas noticias.

- Esos dos son sospechosos no cree?

- Si fuesen los culpables para q hubiesen venido a mi casa?

- En eso lleva razón.

Mientras continuaban la conversación me acerqué a Sebastian para poder hablar en susurros y no molestar la conversación de Ciel.

- Q opinas tú de todo esto Sebastian?

- Le interesa mi opinión?

- Como dije la otra vez, q no se te suba a la cabeza, es solo curiosidad.

- En esa caso pienso q deberíamos investigarlos, aunque no parecen suponer una gran amenaza.

- Estoy de acuerdo contigo.

Seguí escuchando la conversación del conde y de Lau.

- De todos modos deberíamos vigilarlos, por si acaso.

.

.

.

Si no pudiese pasar frío estaría congelada, la borrasca q caía era increíble aunque no puedo decir q me desagrade.

Estaba con Sebastian en el tejado de la mansión vigilando la entrada por si a nuestros invitados se les ocurría "dar un paseo nocturno", pero caí en la cuenta de q todavía tenía q preguntarle algo.

- Sebastian, como sabes q fui humana?

- Al menos ahora no lo niega.

- Eso no responde a mi pregunta.

No me miraba en ningún momento, tal vez esperase poder escapar de la situación?

- Se está moviendo.

Miré donde lo estaba haciendo él y vi a Agni salir de la mansión.

Bajamos y avisamos a Ciel decidiendo seguirle y teniendo q llevarnos al príncipe con nosotros.

Después de un largo recorrido le vimos entrar a una mansión, más concretamente la mansión de Harold West Jebb.

- Supongo q debemos entrar.

- Si ese es su deseo.

Sebastian cogió a Ciel y saltó el muro con él dejándonos a los demás atrás.

- Oye! Ahora como cruzamos nosotros?

- Suelo preferir la teletransportación pero creo q en este caso lo más adecuado es saltar.

- Tele q?

- Principe, señor Lau, siento mucho el desorden q esto pueda causar en sus ropas.

Rápidamente cogí a los dos cargandolos como podía y salté el muro llegando al lado de Sebastian y Ciel.

- Veo q ya te has encargado de los perros.

Sebastian me sonrió divertido.

- No he hecho nada, solo eran unos cobardes y han salido corriendo al vernos.

- Ya, por supuesto.

Entramos a la casa y subimos al segundo piso espiando la habitación de donde salían las voces de aquel millonario y Agni.

Y sabríamos de q estaban hablando si no fuese por q el príncipe saltó a la sala nada más oír el nombre de la mujer a la q buscaba.

- Será idiota.

- Reconocerá nuestros rostros, debemos quedarnos aquí por ahora.

Seguimos escuchando la conversación.

La mejor idea era intervenir de cualquier modo.

- Puedo entrar yo, no reconocerá mi rostro. Por favor, dejemelo a mí.

Sin esperar respuesta entre a la sala parando el brazo de Agni.

- Qui-quien demonios eres tú?!

- Solo vengo a recoger al príncipe, no tiene q preocuparse por mi identidad.

- Da igual! Destrúyelo Agni!

- Destruirlo? No puedo...

- Quieres q retire mi promesa?! Destrúyelo!

Promesa? Acaso ese hombre había sobornado a Agni con algo?

Cuando me quise dar cuenta Agni estaba apunto de darme un puñetazo, podría haber actuado a tiempo y haber respondido pero estaba atrapada en mis pensamientos.

Por suerte, antes de recibir el impacto del golpe, Sebastian apareció con una cabeza de ciervo tapándole el rostro justo para bloquear el golpe. Entonces ya pude reaccionar.

- Saca al príncipe de aquí, yo me encargo de ellos.

Sebastian hizo lo q dije y salió por la ventana con el príncipe.

- Habéis destruido mi sala!

El otro hombre lloriqueaba por los destrozos causados por su orden.

- Creo q debería irme yo también, pero soy demasiado rencorosa como para dejar pasar q le hayas ordenado hundirme el cráneo con su fuerza, así q, q tengas dulces sueños~

Sople levemente esparciendo lo q podría parecer polvo azul por toda la habitación nublando la vista de todos los presentes.

Tras oír como los dos caían al suelo dormidos salí de allí y fui a la mansión con los demás.

Cuando llegué iba a entrar por la puerta principal pero oí gritos en una de las habitaciones así q me colé por la ventana de aquella habitación.

Algo había hecho el príncipe q había enfurecido a Sebastian y ahora estaba usando "amables palabras" para enseñarle modales.

- Jajaja q situación más divertida, te importa si me uno Sebastian?

Ambos me miraron algo sorprendidos por mi aparición.

- Adelante.

Me acerqué al príncipe el cual ya se veía bastante asustado de por sí.

- Vaya, parece q le ha afectado lo q le has dicho.

- Podría decirse q tengo buena labia.

En cuanto al miedo había sido siempre una especialista, debería poder asustarlo aún más aunque sea con trucos algo sucios.

Hice q el iris de mis pupilas se volviera azul pálido y q emitiese algo de luz, lo suficiente para darle un toque más fantasmagórico.

- Dime príncipe, ha creído todo este tiempo q al menos podría mantenerse fijo en el materialismo? Todo ese dinero, esas joyas y piedras preciosas, las pieles extravagantes y las grandes casas le servirán de algo cuando se trate de amor verdadero? Todo eso q cree tener ni siquiera es suyo, no ha hecho nada por conseguirlo todo, dado q ya creía q lo tenía, es increíble cómo su ignorancia pueda sobrepasar su testarudez. Sea sincero por una vez en su lastimosa vida, ni siquiera usted confía en q le quieran llegados a este punto cierto?

Parecía q realmente le había asustado, por desgracia Ciel entró al cuarto antes de poder acabar con el trabajo.

Después de la dramática historia del conde sobre su infancia bajamos pues Ciel quería hablarnos sobre el tal West pero el príncipe nos siguió pidiendo consejo a Ciel, cosa a la q se negó en un principio, pero supongo q al final sí le queda algo de amabilidad.

- De todas formas, siento por haber roto esas ocho tazas. Por favor, perdoname.

Luego nos miró a Sebastian y a mi y se puso detrás de Ciel con notable miedo.

- Vosotros...vosotros tambien, lo siento.

No se cómo pude evitar reírme en ese momento, casi se le quebraba la voz al hablar.

- Está bien.

- No hay problema, espero q haya entendido el punto de nuestra franqueza y nuestras palabras.

- S-sí.

Cielo e infierno, para servirle (Sebastian × Oc)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora