Capítulo Dos.

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POV ARMELIA

• Capítulo dos •

Entré a la sala con una profunda esperanza creciendo en mí.

El secreto que llevaba años guardando por fin me dejaría y mi consciencia quedaría tranquila.

Mi moral no me dejaría tomar el trono, sabiendo que no soy completamente honesta con mi pueblo. Aunque es obvio que la realeza se guarda mucha información, yo creo que habría que ser más transparente.

– ARMELIA – Caios gritó en mi oído y pegué un salto.

Lo miré con los ojos entrecerrados mientras me agarraba el pecho y él se partía de la risa.

– DEJA DE HACER ESO.

– Te habías quedado quieta mirando un punto fijo de nuevo. Debes dejar de hacer eso, es raro. – se encogió de hombros como diciendo "de alguna manera tiene que aprender".

Me aclaré la garganta y sentí que la cara se me ruborizaba, miré para abajo con disimulo mientras decía:

– Bueno, ¿Qué pasó con el hechizo? Me has hecho una propuesta muy importante Ky.

El asintió y sacó un libro del escritorio que estaba en el costado de la sala, nos encontrabamos en la parte oeste del castillo. Era una sala cuadrada de piedra, con una chiminea, un sillón y un escritorio. Por lo demás estaba bastante vacía. Era su sala de práctica.

Caios se mordía el labio infierior, como siempre que estaba concentrado, mientras parecía buscar algo en el libro.

– Aquí está. Mira, esto es muy difícil y es lo más cerca que pude encontrar – bajó la cabeza con cara de desagrado. Le había robado ese libro al Mago Walott, el hechicero oficial del reino. Pero al enterarse de que le faltaba un libro, guardó los demás con magia demasiado avanzada así que Caios se tuvo que conformar con ese.

– Sé que haces todo lo que puedes con lo que tienes – quise tranquilizarlo aunque sentía que el alma se me caía a los pies.

– Bien, entonces, ponte en el medio y cierra los ojos.

Caminé hacia allí un poco preocupada.

– Explícame el hechizo antes, no vaya a ser que me quede sin ojos.

Caios rodó sus ojos pero me di cuenta que estaba contiendo una sonrisa.

– Se supone que con este hechizo por lo menos cambiará tu...anormalidad física – se rascó la nuca con incomodidad – pero tal vez también funcione para lo que llevas adentro de ti. Aunque para mi esto es una estupidez.

Ahora me tocó a mi entornar mis ojos. Sabía que esto le parecía estúpido, pero él no lo entendía. Él no tenía que ser honesto con nadie, menos conmigo.

– Calla y hazlo.

Me miró y tomó el libro con su mano libre, Ky es zurdo, e hizo una floritura con la mano.

Verdander jen vorm verander magie in gewon. – Dijo con voz grave, mirándome a los ojos.

Luces azules salieron de sus dedos y sus ojos se tornaron del mismo color.

Sentí que algo me quemaba las orejas y la espalda. Un grito salió de lo profundo de mi garganta, él se detuvo. Corrió hacia a mí con cara de culpabilidad.

– ¡Lo siento, Lily! ¿Te hice daño? – intentó abrazarme pero lo alejé.

– No me toques – dije tratando de contener las lágrimas, había dolido como el demonio. – No estoy enojada contigo – aclaré – pero me ardió la espalda y las orejas y no...quiero que las toques.

Él asintió, pude ver que se veía algo enojado, pero sabía que era consigo mismo. Hizo aparecer unos cubos de hielo y un paño y se acercó de nuevo.

– Puedo ayudar a que se te pase el dolor...si me dejas.

Asentí porque se veía tan abochornado que no me podría haber negado.

Tomó los pequeños cubos y los envolvió con el paño, en el segundo en que los puso contra mis orejas sentí alivio.

– Ah, mucho mejor – sonreí – que raro, normalmente no se me calma de inmediato el dolor.

– Bueno – lo vi sonreir un poco – no los aparecí de la cocina, ni de afuera. Son mágicos.

– ¿Los creaste? – pregunté sorprendida, crear algo es mucho más avanzado que simplemente hacerlo aparecer desde otro lado – así que has estado practicando sin mí.

– Pues prefiero que no haya heridos – dijo mientras pasaba el hielo a la otra oreja y contuve un gemido de alivio. – Aparte estás todo el día con tus animales o en deberes reales, así que...

– ¿Acaso el pequeño Kyky está celoso? ¿Quiere que también vaya a su cama a las 6 de la mañana para darle un poco de heno como a los cabellos? – dije con una sonrisa.

Apretó el hielo fuerte.

– AUCH, ¿ERES IDIOTA? – Caios rió y retiró la fuerza.

– Tú eres la que me molestas mientras te estoy curándote. Tú eres la idiota.

– Tú me heriste.

– Lo sé – su sonrisa decayó un poco. – mira debo revisar tu espalda, ponerte un poco de hielo allí.

– No me sacaré el vestido, ¿sabes todas las capas que tengo dentro?

Él se levantó.

– Bien, disfruta del dolor.

– Espera, espera – bufé, odio darle la razón. – Está bien, pero no mires más de lo que debes.

– ¿Mirarte, a ti? Creo que el hechizo te afectó el cerebro – hizo un gesto como de vomitar.

Rodé los ojos y empecé a sacarme el corset, Caios me ayudó ya que siempre alguien me vestía, aunque a mi me parecía tonto, pero él dijo que "es mi deber como damo de compañía".

Cuando estaba por sacarme una pequeña camisa que usaba los días de mucho frío escuchamos que la puerta se abrió.

– Princesa, vengo a recoger la taza que usó parA ¿QUÉ ESTÁ PASANDO AQUÍ? – el grito de Nora me asustó y confundió hasta que entendí lo raro que nos veíamos.

Caios detrás mío tratando de sacarme la mini camisa y yo inclinada hacia delante.

– No es lo que parece. – aseguró mi amigo que se había puesto igual de blanco que la nieve que caía afuera.

– ¿O sí? – dije en tono de broma, pero el rostro de mi ama de llaves me mostró que no lo encontraba divertido.

¡PUM!

Le había pegado con la bandeja en la cabeza. Y Caios estaba inconsciente en el piso.

– Ya veo que te iba a mostrar algo asombroso. – dijo Nora con los brazos cruzados.

Me mordí el labio para no reirme y caí a su lado para tratar de reanimarlo.

FÜRMONTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora