Capítulo Tres.

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POV Armelia.

• Capítulo tres •

Después de un tiempo decidí que era mejor dejarlo descansar, sentí su pulso así que por lo menos no está muerto.

Aunque yo si lo estoy, mi bella ama de llaves no pareció muy convencida cuando le conté la verdad, omitiendo el hechizo, y dijo que no me podía acercar a la recámara de Caios de noche o le comunicaría lo sucedido a mi padre.

Así que no tuve otra opción que volver a mi habitación.

Era una sala enorme con cama adoselada de color marrón con detalles blancos y sábanas del mismo color. Estaba llena de almohadones por todos lados y tenía dos enormes estantes repletos de libros.

En mi escritorio descansaba una pluma y un pergamino que había estado usando esa mañana. También tenía un par de recuerdos y la jaula de mi mariposa. La cual estaba quieta bebiendo del nectar de una flor que le llevé.

Todo el mundo concuerda que es bantante extraño el hecho de que esa mariposa no haya muerto aún y que actúe como un perro guardian por los aires.

– ¿Cómo estás hoy, Blue? – dije sonriendole y ella revoloteó a mi lado – Asumo que bien, no me respondas poque eso daría miedo.

Ella se posó en mi nariz y me miró con sus dinuntos ojos negros, aunque yo había visto en ellos siempre un destello violeta.

– Tu querido Ky está en su cuarto ahora, y no podemos visitarlo – voló hasta mi hombro – pero creo que tenemos permiso de ver a tus otros amigos, vamos.

Con ella en mi hombro, bajamos por la escalera de piedra hasta llegar al jardín. Hacía mucho frío y me lamente de quitarme mi abrigo caliente.

– Tranquila, nos calentaremos cuando lleguemos allí, visitaremos a Honey, ¿Una carrera? – ella se despegó de mi y comenzó a volar en dirección al establo.

La seguí corriendo, procurando no resbalarme con la nieve, ni morir de hipotermia.

Mientras nos acercabamos pude ver que había una luz encendida adentro.

¿Quien estaría allí a esta hora? Yo me encargaba de mis animales, con la ayuda espóradica de un ayudante.

Aminoré el paso para no hacer ruido, al parecer Blue se dió cuenta porque revoloteó por mi cabeza y luego se puso en mi mano. Me detuve.

Ella hizo un extraño movimiento y se fue hacia allá para investigar. Sonreí. Siempre me cuida de alguna manera, aunque es tan delicada.

Se detuvo en la gran puerta de madera y fue hasta una ventana para ver adentro. Parece que lo que vió tuvo un efecto extraño, porque volvió inmediatamente hacia a mi e indicó el castillo con su cabeza. Sin duda había algo peligroso.

Aunque para una mariposa, supongo que todos son un peligro.

Negué con la cabeza y, deseando que Tiny hubiera venido conmigo, caminé hasta la puerta.

Noté que en el banco que está al lado, que normalmente se usa para ayudarte a subir al animal, había dejado mi carcaj con un par de flechas. Aunque mi arco parecía no estar ahí.

Suspiré y las tomé, cualquier cosa se las clavaría al enemigo o quien sea que fuera.

Abrí rápido la puerta y empuñé la flecha.

Un hombre con aspecto demacrado estaba sentado al lado de Frederick, mi caballo color negro azabache. Tenía ropa arapienta y unas ojeras enormes. Parecía sorprendido pero aliviado.

Se levantó y abrió los brazos.

– ¿Qué? ¿Ya no saludas a tu hermano favorito?

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