⇉ [ 🖤 ; ❛ Aɪᴢᴀᴡᴀ ɪs ᴛʜᴇ ᴛʏᴘᴇ ᴏғ... ❜

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Shōta sería el tipo de novio con el que te acurrucarías en una fría mañana de invierno en el sofá.

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Era pleno invierno y la academia U.A. había cerrado sus instalaciones, para que todos los alumnos celebrasen las navidades con sus familiares.

Los copos de nieve habían sumergido a la ciudad en una blancura inmensa, en la que solo los anuncios o carteles de colores vivos lograban romper la estética del helador paisaje.

Todos esto lo avistabas desde la ventana del salón de tu hogar, cálido y acogedor.

El fuego de la chimenea crepitaba  con llamas flamantes y pasionales, mientras tú leías un libro titulado Orgullo y Prejuicio. Una gran novela que no se había perdido con el paso del tiempo y que había llegado hasta los lugares más recónditos del mundo, como allí, Japón.

Vestías una sudadera gris ancha, unos pantalones de pijama de Hello Kitty holgados y de un tono rosa brillante y unos calcetines azules de muñecos de nieve. Sin duda estabas cómoda. Sobretodo porque te hallabas cobijada por una gran manta mullida y suave que cubría tus piernas y te mantenía caliente. Sobre esta también se encontraba vuestro gato rojizo, Aki, que descansaba junto a ti, ovillado.

Al poco tiempo, apareció Shōta en el umbral de la puerta. Vestía una camiseta de manga larga negra y unos pantalones de chándal ligeramente holgados, junto con unos calcetines con estampado de huellitas, además de su cabello recogido.  No pudiste evitar sonreír al verlo así, pues aquel conjunto resaltaba su figura esbelta, a pesar de que no era fornido ni estaba muy musculado, su cuerpo era cuanto menos, atlético.

Cargaba con dos tazas que contenían chocolate caliente. Las depositó con cuidado cerca de la chimenea para que se mantuviese calientes y se acercó al sofá, agachándose en cuclillas.

—¿Me haces un hueco?

Asentiste, sonriente y complacida por su petición. Levantaste la manta que cubría tu menudo cuerpo para que él se escabullera junto a ti. Se recostó a tu lado, con cuidado de no molestar a Aki, atrayéndote de la cintura y abrazándote. Sus instintos le fueron mayores y escondió su rostro entre tus pechos, aspirando tu aroma. Aquel aroma que le proporcionaba tanta seguridad y calidez.

Sonreíste satisfecha y comenzaste a acariciar su pelo, mientras continuabas con tu lectura. Te sentiste completa.

Pasasteis así el resto del día, entre dulces mimos y suaves caricias; simplemente disfrutando el uno del otro.

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