🖤︎ 𝟞𝟘.

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Aizawa es el tipo de hombre que tiene una flexibilidad prodigiosa.

Y cuando estira, es... tentador.

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El sol se encontraba en lo alto del despejado cielo, lo que significaba que tú estabas de buen humor.

Te encaminaste sin mayor dilación a la zona de entrenamientos de la academia. Mientras los alumnos comían, vosotros dos aprovechabais para practicar y combatir entre ambos. Un héroe siempre tiene algo nuevo que aprender todos los días.

Te adentraste en la gran sala que formaba el gimnasio de entrenamiento y tan pronto como avistaste a Shōta en una pared, estirando, te aproximaste a zancadas en su dirección.

—Hola, cariño —lo saludaste, con suavidad, a pesar de que ya sabías que él te había notado desde el momento en el que te adentraste en la nave.

Plantaste un pequeño beso en la comisura de sus labios y él dejó otro, suavemente, en tu mejilla.

Estabais solos.

—¿Empezamos ya? —preguntaste, ansiosa por comenzar la batalla amistosa.

Él ni siquiera ladeó su rostro en su dirección, pero con su voz grave te interpeló:

—¿Tantas ganas de perder tienes?

De vez en cuando, Aizawa dejaba brillar su lado competitivo.

Frunciste el ceño, mientras te cruzabas de brazos, ligeramente molesta, aunque te causó gracia el atrevimiento por su parte. No perdiste momento y le contestaste:

—Cariño, déjame recordarte quién ganó la última vez.

Un punto para ti.

Esta vez, dejó de estirar y se acercó a ti. Su boca yacía ahora a pocos centímetros de tu oreja. Él conocía a la perfección el efecto que causaba en ti aquella proximidad; te erizaba la piel.

—Cariño, déjame recordarte quién ganó las cuatro veces últimas veces.

Cuatro puntos para él.

—¡No es justo! Acababa de recuperarme de las heridas de la última misión.

—¿Quién se empeñó en hacer la estúpida batalla?

Inflaste tus mejillas, como si de una pequeña niña se tratase y ocultaste tu sonrojado rostro en el pecho del hombre, tomando y estrujando la camiseta de él. Shōta te envolvió en sus brazos y te apretó contra su abdomen. Su corazón se enamoraba más de tu persona, cada segundo que te tenía entre sus brazos.

—¿Qué te parece si estiramos hoy en vez de pelear?

Aceptaste gustosa su petición y minutos después comenzabais a estirar vuestros músculos.

Pero poco después, cesaron tus ejercicios, pues quedaste anonadada al ver cómo Shōta era capaz de tocar el suelo con prácticamente todo el antebrazo, sin doblar sus piernas —que no eran precisamente cortas—.

Procedió a ejecutar unas cuantas actividades más, dónde en una de ellas alzaba su pierna, apoyándola en la pared, por encima de su cabeza. Realmente era flexible.

"Antes me parto que me doblo así" pensaste para tus adentros. Seguro que más de un hombre hubiese tenido que cruzar las piernas al pensar en realizar aquellos ejercicios.

Te apoyaste en la pared, y, con mirada inquisitoria, observaste cada movimiento de tu pareja durante los siguientes diez minutos. Él también sabía que lo mirabas atentamente.

Sentías tu sangre arder al ver cómo Shōta realizaba aquellas extrañas posiciones. Donde digamos que, si bien eran solo actividades, para ti, algunas resultaban escandalosamente atrevidas y provocadoras.

Gracias a que el timbre que anunciaba la reanudación de las clases  retumbó por toda la nave, lograste apartar la vista de la figura de Aizawa.

De lo contrario, solo los de allí arriba —o mejor dicho, solo los de allá abajo— saben lo que podrías haberle hecho a tu pareja allí mismo.

Definitivamente necesitarías una Biblia y un nuevo cerebro tras aquella sesión de estiramientos.

⇉ [ 🖤 ; ❛ Aɪᴢᴀᴡᴀ ɪs ᴛʜᴇ ᴛʏᴘᴇ ᴏғ... ❜Donde viven las historias. Descúbrelo ahora