Capítulo 4

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Misha estaba actuando extraño, pensó Akari. Esta mañana Misha le había ofrecido una barra de chocolate y Akari pudo ver que se había mordido hasta lo más vivo de sus uñas. Sin embargo, Misha no dijo nada pero Akari sabía que su silencio no duraría mucho. Nunca lo hacía y entonces todo iba a estar bien otra vez. Una taquilla se cerró de golpe en el pasillo, Misha saltó y sus dedos se crisparon. Akari no veía las miradas llenas de culpabilidad que Misha le dedicaba.

Cuando llegaron a clase, Kiroshu estaba sentado en su mesa, tocando con los dedos alguna canción invisible que tenía en su cabeza. Akari sonrió; era tan adorable a veces. El sol brillaba y la clase olía a tiza de la pizarra negra y de las cosas en la parte inferior de las bolsas de deporte de los chicos.

Fue lo último que Akari recordó de como de simples solían ser las cosas.

La Srta Lamora entró en la habitación y le sonrió a Akari.

- Vi que pusiste tu nombre en la hoja de audiciones ¡Qué bien! Eres una muy buena bailarina. Si te digo la verdad, estábamos un poco preocupados de que cupiera la posibilidad de que no te inscribieses, habría sido una pena.

Akari pestañeó y los dedos de Kiroshu cesaron su ritmo.

- Señorita ... - tartamudeó, las palabras atascadas en su garganta cuando el horror se alzó. - ¡No me inscribí para ello! ¡Yo no sé bailar! ¡Yo no quiero bailar en ese show!

¡Habrá gente mirándome y hablando y diciendo cosas acerca de mí!"

- ¡Oh cariño, pero si bailas maravillosamente! ¿Te acuerdas del espectáculo de Navidad de hace unos años? ¡Todo lo que alguien iría a decir es lo bien que bailas! De todos modos, uno ya no puede desapuntarse!
Ahora ve a sentarte, la lección va a comenzar. - Miss Lamora hizo movimientos con la mano hacia ella y se dio la vuelta para seguidamente alejarse.

Akari se sentó echando humo -. Respira - se dijo a si misma, pero no funcionó. Misha estaba en silencio a su lado, demasiado.

Akari se quedó sin aliento.

- ¡Tú me inscribiste! ¿Verdad? - dijo Akari al darle un codazo a Misha; su voz llena de ira, sus ojos ardiendo con ella.

Misha no dijo nada, pero eso indicaba todo lo que Akari necesitaba saber. Hizo todo lo que pudo para guardar silencio hasta el final de la clase. No podía evitar los pensamientos que se deslizaban en su cabeza.

Misha la había traicionado de la peor manera posible, ella no sabía por lo qué Akari tendría que pasar, las voces, las cosas que iban a hacerla sentir y hacer.

Y así pasaron los días en los cuales disfrutaba el bailar; ahora estaba frustrada con ello. Ella en el fondo sabía que no era solo eso, que también tenía miedo de perderse a sí misma bailando y nunca volver a ser quien era.

Entonces sonó la campana.

- ¿Te puedes creer cuantos deberes nos ha puesto la señorita Lamora ! Tardaré semanas y semanas en hacerlo! No sé cómo se espera que lo hagamos en tres días ... - Misha divagaba con los ojos abiertos como platos.

- ¿¡Cómo pudiste!? - La voz de Akari se hizo eco en los baños de las chicas a donde había arrastrado a Misha.

- Yo sabía que tú nunca lo harías por lo que lo hice con intención de ayudarte, no para arruinar tu vida! Deberías estar dándome las gracias! - Misha espetó.

- ¡Estúpida! ¡Tú no lo entiendes!

- No me llames así! Te he dicho que no lo hice con mala intención! Ahora me arrepiento de haber intentando ayudarte. Todo lo que haces es alejar a la gente de ti! Pero yo puedo ver bajo esa máscara, yo te puedo ver y por eso quiero ayudarte. Tus ojos se ven siempre embrujados y tus pómulos están más afilados cada día. Hay monstruos dentro de ti y debajo de tu piel y no me dices lo que son porque tienes miedo. Pero yo puedo soportarlo, solo dímelo! Los amigos se ayudan unos a otros y tal vez esta audición será buena para ti!

- Tú no sabes nada de mí.

Misha tendió una mano hacia ella y Akari se estremeció. Agarró su bolso y se fue. La puerta se cerró detrás de ella aún con la mano estirada de Misha.

Misha no entendía el poder y la brutalidad de lo que los monstruos podían hacer. Se imaginó a sí misma contándoselo a Misha y a la oscuridad vertiéndose como alquitrán de su boca y convirtiéndose en gusanos que se retorcían alrededor de Misha. Esculpirían agujeros en su corazón y cegarían sus ojos hasta la belleza.

Misha nunca entendería que en realidad, Akari estaba protegiéndola.

- Estás sola ahora. - Las voces se rieron de forma burlona en su mente mientras nadaban en la oscuridad.

- Todos te acaban traicionando. No confíes en nadie.

- Todo es justo en el amor y la guerra.

De repente apareció Kiroshu a su lado en el pasillo.

- Miss Lamora me dijo que te dijera que la práctica va a comenzar en el almuerzo y que espera que estés allí. - La miró vacilante y como si se estuviese disculpándose. Ella le dedicó una breve inclinación de cabeza.

- ¿Te importaría acompañarme? - Tenía miedo de estar sola. Él sonrió y las voces callaron.

- Claro. Todo el mundo dice que eres una hermosa bailarina, ojalá pudiese verte bailar. - Su voz sonaba melancólica al final.

Ella quería decir que lo sentía, pero sabía que no era lo correcto que decir. Luego llegaron a la puerta y él desapareció por el pasillo.

Había tantas chicas en la sala de ensayo y todas eran mejor que ella. Podía verlo en la forma en la que sostenían sus cabezas y arqueaban sus cuellos.

- ¡Tú! - La maestra de ballet era vieja y había filas y filas de perlas azules alrededor de su cuello. Su rostro estaba tan arrugado que sus ojos ya no eran casi visibles, sus dientes eran falsos, ya que parecían demasiado perfectos. - Ponte de pie en la barra de allí, al lado de Emiko. Apúrate niña;. No tenemos todo el día. - Emiko tenía el pelo tan rojo como la sangre y el fuego y su rostro era como la de un zorro, astuto. - La pieza que vosotras van a aprender se llama "Verano Muere". Comenzado! - Y con eso comenzaron a girar por la habitación.

Akari quería llorar de frustración al final. A ella, la música no le sonaba bien y el baile lo veía desarticulado.

No sintió nada cuando bailó el último aliento del verano y tampoco libre cuando estaba evadiendo la fría comprensión del invierno. Era como si se estuviera mirando a sí misma a través de un espejo.

- ¡No! - La anciana le gritó. - Tienes que sentirlo en tu corazón, no puedes sentir su tristeza, su dolor? - Seguidamente ella reorganizó sus extremidades con brusquedad. - Hazlo de nuevo.

Las chicas se arremolinaban alrededor de Akari con gracia y podía ver la cara de Emiko brillar con felicidad cada vez que tropezaba.

"Las odio a todas" pensó Akari, y los monstruos se agitaron ante la idea de violencia.

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Baila al son del Violín (Dance to the Violin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora