Capítulo 1

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Akari despertó en las tempranas horas de la mañana, cuando los pájaros dormían con la cabeza bajo las alas y el sol aún estaba por salir. La casa estaba inundada en el silencio y con pasos cautelosos y un sigilo ensayado la abandonó silenciosamente también.

Le gustaba ver el amanecer en ocasiones y recordar como era todo nada más despertar, parpadeando con ojos legañosos por el sueño. Le gustaba la tonalidad dorada que el sol proyectaba, y los rayos de sol, los cuales le recordaban a canela y miel, espesos y almibarados. Se dirigía hacia su punto favorito de una colina que ofrecía las vistas de su ciudad; estaba rodeada de árboles de un siglo de edad y de hierba verde y brillante. En verano había arbustos de fresas los cuales daban frutos que estallaban en su boca y chorreaban rojo por su barbilla.

Estaba soñando despierta y tardó un poco en percatarse de su presencia al haber estado tan callado. Era un joven adolescente con una esbelta y alta figura. Su piel era una membrana pálida estirada sobre los huesos que ocultaban el mapa de venas enredadas que había debajo. Su pelo era de un tono tan negro como la tinta, descuidadamente despeinado, y sus ojos eran un azul insondable como el océano. Las mangas de su camisa estaban arremangadas hasta sus codos, sus manos estaban cubiertas en una gran variedad de manchas de tinta, dibujos y palabras que rodeaban sus muñecas y dedos. Era salvaje y delicado, de una belleza inimaginable.

Sostenía un violín y Akari no tuvo tiempo de enfadarse por su intrusión, o sorprenderse por su apariencia, porque justo en ese momento empezó a tocar y el mundo se congeló en admiración. Las notas fluían sin esfuerzo como si fuesen líquido y llenaban el aire por completo. Akari casi podía ver los valles y las cumbres de las montañas surgiendo del velo de niebla por la mañana. Sentía que podía oír el trinar de los ruiseñores y ver como las flores lentamente desplegaban sus pétalos después de que la helada las hubiese cerrado del frío.

Tocó todo lo que duró el amanecer y cuando paró, Akari sintió las primeras pocas lágrimas heladas caer por su mejilla al dejar de escuchar aquella melodía. Se las secó con fuerza pero fueron rápidamente remplazadas por más.

- Eso ha sido increíble. - Su voz sonaba áspera y rota para si misma después de aquello. El chico sacudió su cabeza con sorpresa para seguidamente sonreír, sin embargo sus ojos bailaban por todas partes, como si no estuviese seguro de si debería mirarla o no.

"Gracias." Había tanta calidez y amabilidad en su voz, en su sonrisa.

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Baila al son del Violín (Dance to the Violin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora