Capítulo I: El príncipe de Tierra Sangrante

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Hoy

Leegan entró al templo de los antiguos, al santuario de empuesta a su castillo

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Leegan entró al templo de los antiguos, al santuario de empuesta a su castillo. Caminando con solidez a través las amplias galerías, donde las estatuas de los antiguos reyes atestiguaban su llegada. Los inmensos pilares negros sostenían la alta cúpula de más de cincuenta metros de otero, y en el interior del domo; se asentaban largos ventanales que simulaban alhajas.

El príncipe se arrodilló justo donde la ráfaga de luz acariciaba el suelo. "En el templo os bautizaréis como eterno, como nuestro futuro rey" recordó las palabras de su padre. Por un momento llegó a pensar que las estatuas le juzgaban, con miradas frías y crueles. "Buscadle" le resonó una voz dentro de él motivándole a mirar entre las magnas figuras hechas de pedrusco blanco. Ubicó la estatua del Rey Vane Drácula sentado en su trono, con la espada asomada por su hombro derecho, consiguió también la efigie de su abuelo Vyggon. Para cuando encontró por fin a su rey favorito Leegan sonrió. "El Feroz rey Valka Drácula" estaba sentado con gruesas hachas en ambas manos, atroz y bárbaro como lo imaginó, como el rey que anhelaba ser de niño. De pronto, muy cerca y detrás de él escuchó algunos pasos descalzos aproximarse. Respiró profundo y cerró los ojos rápidamente.

-¿Cómo os sientes? Su majestad. –Preguntó después de un rato una voz infantil.

-Bien. –Contestó Leegan con los ojos todavía cerrados. De pronto escuchó otra voz más grave y oscura que hablaba otra emigrada lengua. Leegan apretó sus ojos tratando de no sucumbir a la tentación de abrirlos y ver de quienes pertenecías aquellas singulares voces.

-En nuestra lengua no existe el "bien" –Dijo la voz infantil. De una niña presumió Leegan
–Solo hombres imbéciles se expresan con simpleza antes la presencia de sus ancestros.

-Lo siento.

-¡No os disculpéis tampoco! –Regañó la voz ronca. –Sois un príncipe. –Reiteró. –Sois lo que los hombres comunes anhelan ser, sois un Sangre Real que no debe disculparse jamás. Escuchadme atentamente y algún día vuestra estatua morará aquí también junto a los antiguos gobernante. –Sermoneó mientras Leegan escuchaba sereno y en total oscuridad. Las voces comenzaron a hablar nuevamente en su extraña lengua. Durante aquel tiempo en la oscuridad de ojos cerrados el príncipe se rindió al tratar de descifrar aquellas voces, prefirió enfocarse así en el peculiar olor a pétalos de rosa, imaginó que se trataba de su baño ceremonial por su arribada a la mayoría de edad.

-¿Cómo os sentís? Su majestad –Preguntó nuevamente la voz infantil.

-Me siento... –Dudó un momento. –Me siento preocupado, asustado. –Confesó apenado pero sincero. Después de una pausa, agregó algo más. –Pero también valiente.

-¿Conocéis a Vallyanan Drácula? –Inquirió otra voz ronca.

-Sí. –Afirmó Leegan.

-¿Sabéis porque en este templo su estatua es la única de pie? Mientras los demás reyes se mantienen en tronos y coronas ¿Por qué es que Vallyanan no es semejante a ninguno de ellos?

Ocaso del Imperio SangranteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora