La cima de la isla era abatida por salada brisa de verano. El Príncipe junto a su escuadrilla albergaban sobre el pedrusco más ancho de la playa, acorralado por peñascos que simulaban afiladas lanzas hechas de piedras musgosas, desde allí se podía divisar toda la armada naval, que se extendía por el horizonte del colosal azul.
Sentado, en el punto central de la larga mesa, Tarquin no dejaba de mecer la mirada entre los hombres de su cuadrilla, que como él aguardaban la llegada de los diestro de la guerra. Hillas era escoltado por Sir Balban que reposaba sentado a su lado y Sir Jodyn quién se mantenía de pie justo detrás de ellos. Los hermanos Pike se encontraban a la derecha del mesón, con las densas barbas azulejas que hacían juego con el azul cielo sobre ellos, y a la izquierda del velador reposaba Sir Nevan golpeando ligeramente los dedos contra la mesa.
-Su alteza. -Anunció uno de los soldados de repente. -Lord Holdwrick y Diestro Barbander
-Por los dioses, por fin. –Soltó Sir Nevan Levantándose al mismo tiempo que los demás. Tarquin mejoró su postura sobre el asiento, colocando sus manos sobre la mesa. Los huéspedes subieron al pico haciendo finalmente acto de presencia entre el centenar de hombres. Lord Holwrick y Diestro Barbander eran escoltados por tres enmascarados de ropajes negros y blasones dorados en oposición a los ropajes blancos de los señores de la guerra. Tarquin inspeccionó las máscaras doradas que parecían ser de oro como sus armas. "Protegidos por asesinos" pensó Tarquin "Todo que deseé proteger debe ser un asesino" se corrigió así mismo.
-Su alteza. -Dijeron los invitados al unísono inclinándose ante él. Tarquin les consintió permitiéndoles levantarse. –Es un honor finalmente estar ante su presencia. –Dijeron al mismo tiempo los hombres de su mesa retomaron sus asientos.
-Espero que tuvieseis un bien aventurado viaje, buenos señores. -Saludó Tarquin.
-Así fue, su alteza -Reconoció Lord Holdwrick con una sonrisa. El hombre era mucho más joven de lo que Tarquin había supuesto, de cabellera negra y parda, con ojos suspicaces que examinaban todo el encuentro.
-¿De dónde habéis zarpado? mi señor –Preguntó Sir Nevan. Los hombres se entrecruzaron miradas y luego Holdwrick dijo:
-Colmillos Hallric.
-Oh. –Exclamó Sir Nevan con sorpresa. –Muchas Hallric gigantes.
-¿Hallric? –Preguntó Sir Balban, curioso.
-Algas gigantes. –Explicó Sir Nevan. –Tan inmensas que encallan barcos, caer en ellas es como una trampa para ratas, eh, mis señores ¿Cómo os fue con ellas? Imagino que su barco debe estar abarrotado de esa musgosa peste –Supuso. –Dejad que mis chicos os limpien el calado.
-Por suerte tuvimos mucha dicha al zarpar. –Contestó el señor. –No hay necesidad.
-Oh. –Soltó Sir Nevan. –Algunos hombres sois dichosos con tanta suerte.
-Suficiente de algas. –Intervino Tarquin al notarlos intimidados. -No están aquí por ello. –Le aclaró a los hombres en su mesa
-Tenéis razón, su alteza. Temo que no hemos venido hasta acá para hablar de algas. -Armonizó Lord Holdwrick con una sonrisa juguetona.
-Muy bien. –Continuó Tarquin. –Empecemos...
-Pero si para mentirnos. –Interrumpió Sir Nevan.
-Para acuerdos de la guerra venidera, mi señor –Corrigió Lord Holdwrick. Tarquin notó como aquello había incomodado a los caballeros de batín blanco.
-Perdonadme, diestro. Pero no soy un señor, no de mar o de tierra.
-Sir...
-Tampoco un caballero. –Frenó. Tarquin miró a su consejero esperando que detuviera su imprudencia. -Soy el único de esta mesa quien es nadie. Sin embargo aquí estoy, ¿Por qué creéis que estoy aquí?
-Primero queréis hablar de algas y ahora queréis hablar de ti. –Finalmente dijo el Diestro Barbander, quién había estado en silencio todo este tiempo. –Hemos venido de tan lejos por el príncipe. –Continuó con voz fuerte. –Nuestro pactos, intereses y tratos es con el príncipe Hillas.
-Eh, ya pensaba que tu no hablabais. –Respondió Sir Nevan con una mueca. -Coincido mi buen señor, no tengo razón para hablaros así, sin embargo... Tarquin viene de la tierra de los Sangre Reales, ¿Lo sabéis no? –Dijo y esperó hasta que los invitados asintieran. -También sabéis el castigo que se paga por mentirle a un Sangre real... y más a un futuro rey.
-Muerte. -Soltó Sir Balban uniéndose al primer comandante.
-Muerte. -Coincidió Sir Nevan. –Pasaremos de alto vuestro error porque hasta ahora solo me habéis mentido a mí, pero si le llegáis siquiera pensar en mentirle a nuestro príncipe... Me aseguraré de que no nos marchéis sin pagar el precio. –Amenazó y los hombres al mando de Sir Nevan llevaron las manos a los pomos del hierro. -¿Quién sois? Mi señores. –Preguntó su primer comandante. Los hombres se quedaron un largo momento en silencio y divisaron a sus tres sombras que les escoltaban.
-Sir Nevan os ha hecho una pregunta. –Añadió Tarquin. -¿Quién sois?
-Su alteza. -Lord Holdwrick cayó de rodillas. -Decirle la verdad. -Le dijo a uno de los negros enmascarado. -No le mentiré... No puedo
-No. –soltó una voz ronca dentro de la capucha.
-Su alteza mi nombre es... –Antes de que pudiese terminar la frase una estaca dorada se clavó en su garganta. Alertando a todos los hombres de la escuadrilla que desenvainaron sus espadas al instante.
-¡Rodeadles! –Ordenó Sir Nevan con un grito.
El segundo Diestro corrió hacia las afuera de la barranca pero antes de que lograra escapar, una flecha enviada por uno de los enmascarados negros le alcanzó por la espalda, "¿Debería hacer algo?" se preguntó Tarquin lleno de adrenalina. Sir Balban le levantó por el brazo, cubriéndole a escudo y espada junto a Sir Jodyn. "No me atacarían a mi" supo Tarquin "De ser así ya lo habrían hecho" Pronto solo se escuchó los gritos y suplicas de uno de los hombres atacados, mientras el otro ya yacía muerto y hundido en su propia sangre, toda la guardia se mantenía alerta a que podría venir después, pero no pasó nada, las sombras soltaron sus armas doradas al suelo.
-Si algo odio más que los malos actores, esos serían los cobardes. –Dijo uno de los asesinos sombra quitándose la máscara de oro. –Su alteza. –Saludó a Tarquin descubriendo su rostro. –Llamadme Diestro Lodan Barbandel, maestro en el arduo oficio de la guerra. –Esperó a que sus colegas destapasen sus rostros. Pálidos y rígidos, todos con ojos de asesinos. –Ahora sí, su alteza. Podéis hablarnos de verdaderos pactos e intereses.
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Ocaso del Imperio Sangrante
VampireConoce el linaje de Drácula. Un próspero reino gobernado por la Sangre Real Drácula se enfrentara una vez más a un siniestro misterio del pasado. Despertando el deseo de venganza de los caídos durante las incalculables batallas a través del basto c...