Empezando a Crecer

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Empecé a notar que algo andaba mal conmigo a los catorce años, como toda adolecente, las hormonas las tenía revueltas, mi cuerpo estaba cambiando al igual que todo a mi alrededor. Mis amigas, las pocas que tenía, empezaban a salir con chicos, empezaban a experimentar diferentes cosas, empezaban a disfrutar de una vida que yo, por algún motivo, no podía tener, o mejor dicho, no me permitía tener.

Todo esto puede que suene como un típico drama de adolecente, pero creo que va un poco más allá del factor timidez. Todavía tengo a flor de piel los sentimientos de frustración, al no poder expresarme como quería, era como tener una pistola en la nuca todo el tiempo, el miedo a estar muy cerca a alguien, de decir cómo me siento, la paranoia de que alguien esté hablando de mí, que me estuviera mirando, o riéndose de algo que hago. Empecé a sentir miedo de la gente, pero al mismo tiempo me aterraba la soledad. 

Segundo de Secundaria: Aprendí a falsificar sonrisas, descubrí que agachar la cabeza y llorar en silencio era uno de mis talentos y reforcé mis conocimientos de la mentira y lo apliqué en mi vida diaria.

Por algún motivo, y créanme, a estas alturas de mi vida todavía no sé cuál es, siempre le he tenido miedo a mi mamá, y no es como si ella me pegara o abusara verbalmente de mí, es más, todo lo contrario, pero aunque la quiera demasiado, siempre la encuentro intimidante, antes mucho más que ahora. Probablemente fue uno de los motivos por el cual empecé a mentir, mi mamá dice que siempre fui mentirosa, pero a los catorce empecé a hacerlo más seguido y de manera compulsiva, y por supuesto, llego un punto en el que no podía controlarlo y yo no quería darme cuenta. Aquí es donde comienzan a caer las primeras gotas de lluvia antes de la tormenta.

Llegó el verano, y como ya había dejado claro, yo no era una persona de muchos amigos, y las amigas que tenía no iban a la misma playa, mi papá siempre me decía que vaya al club y consiga un grupo de amigos allá también, como él y mamá tenían cuando eran chicos y ahora mi hermano también tenía, eso no era posible, no para mí, yo odiaba el club, hasta ahora me produce un cierto recelo, nunca encajé bien ahí, y aunque me gustaba la idea de un grupo de chicas y chicos en la playa pasándola bien con sus cuerpos perfectos y sus familias adineradas, digamos que no era lo mío y nunca lo será, y aunque ahora me importe un bledo todo eso, en esa época sentía demasiada presión, sobre todo por parte de mis papás, y al ver que mi hermano tenía toda la vida social que yo quería, no podía evitar sentir algo de envidia y resentimiento, y por lo tanto las mentiras salían a flote una tras otra y ya no era solo con mi familia, empecé a mentirle a mis amigas también, inventando historias, anécdotas fantásticas que me hacían ver como una heroína y me sentía tan bien cuando las contaba que llegó un punto en que realmente empecé a creerme lo que decía, me tragaba mis propias mentiras y he aquí el problema, se volvió tan natural para mí, que a veces no sabía ni que las decía.  Pero llegó el día en que todo se vino abajo.

Fue un día común y corriente, mis papás salieron a trabajar y mi hermano se fue a la playa con sus amigos, yo como siempre, me quede en mi casa, no llamaba a mis amigas porque creía que tenían cosas mejores que hacer que estar conmigo, mi mamá ya me había preguntado como todas las mañanas, cual era mi plan para ese día, y como siempre, yo respondía "no sé". 

- Ay hijita, ¿por qué no haces algo productivo? ¡Ándate al club! ¡Haz amigos allá! Siempre veo a los hijos de mis amigas que andan por ahí todos en grupete, ¡por qué no te unes! ¡O dile a tu hermano que te presente a sus amigos!

- No sé ma, no los conozco mucho, y no hay forma que Luis Felipe me presente a sus amigos,  a parte ayer quede con Carolina para ir por Miraflores a ver ropa ahora, pero me dijo que tenía que confirmarme así que la estoy esperando. (Primera mentira)

- Bueno, como quieras, pero ya sabes, me avisas si es que te mueves de la casa.

- Ok...

Perdida En Mi SombraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora