Capítulo 5: El árbol

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Frente a mi estaba la casa, enorme y monstruosa, parecía dividida en secciones, todas iguales. De este lado las ventanas cubrían todos los niveles, como si el jardín fuese un interior protegido, al que la casa no podría temerle, a quien la casa veia con total seguridad, y desde donde no desconfiaba que pudiera entrar alguien no bienvenido, pero. ¿quién podría entrar que hubiera que tenerle miedo? ¿a quién tendría él necesidad de mantener fuera? ¿Por qué se había encerrado en una mansión tan inexpugnable, tan grande, tan sólitaria, tan fría? 

Las paredes de la casa eran similares a los muros que la rodeaban, altas, blancas, como si la casa hubiera tenido un tiempo de esplendor pero ahora la vejez la hubiera cubierto y ennegrecido, también podía notar esto en las ventanas de oscura madera. Ninguna luz parecía encendida y la noche ya se había cernido sobre mi.

Antes de seguir me paré a ver lo que parecía una pequeña colina con un árbol en su cima, no muy alto pero lo suficiente para que uno pudiera refugiarse bajo suyo, sin embargo, aunque se notaba que una vez sus ramas habían tejido un entramado protector de hojas, ahora estaba seco, desnudo, sus ramas se mecían en el viento como largos dedos que parecían intentar llegar hacia tí y atraparte con sus dedos, enredarse en tu ropa y sujetarte con violencia desesperada para no soltarte jamás. Bajo él una pequeña construcción, apenas una cajita, un pequeño prisma rectangular cubierto de cerámicas celestes y opacas. 

Pero claro, este árbol me fué descrito en una de sus cartas, aun lo recuerdo, aun figura en mi mente la impresión que me dió, de un árbol mágico de flores rojas y grandes hojas verdes, y en sus pies yacía su único amigo de verdad, su gato, del que tanto me habló, el que ya existía cuando nos veíamos seguido en la ciudad, me lo presentó siendo apenas un bebé del que todos decían que no sobreviviría, pero si lo hizo, y creció y vivía con él. Siempre estaba a su lado, cuando dormía, cuando comía, cuando se sentaba en su escritorio, allí estaba el gato, sentado en su regazo con los ojos cerrados en total confianza, como si ambos estuvieran conectados por una extraña magia y ambos se conocieran profundamente y pudieran caminar en la mente del otro. El gato daba la impresión de que incluso en ese entonces él ya caminaba por esta casa, él ya conocía estos jardines, fué el primero en conocer sus secretos, el primero en ser invitado y recorrer la Casa Olimpo, vislumbrar y descubrir los secretos de cada una de sus habitaciones. El gato siempre estuvo ahí, cuando teníamos largas reuniones y conversaciones el gato estaba en su regazo o sentado sobre la mesa durmiendo, pero siempre me llamó la atención algo de él. Sus orejas siempre se movían, iban a un lado y al otro con cada una de nuestras palabras, como si pudiera entender cada una de ellas. 

Y ahora, viendo esa pequeña tumba celeste, sólo puedo recordar su negro pelaje y su ronroneo, emitido al ritmo de las caricias que él le daba como si estuviera entrenado para hacerlo, como si su mano izquierda meciéndose sobre su pelaje fuera un movimiento involuntario para el que él había sido entrenado y del cual no pudiera escapar. Su mano derecha podía hacer ademanes de conversación, podía escribir, tomar libros, levantar la taza de té, pero la izquierda nunca podía apartarse del lomo de esa criatura.

Cuando volví a conversar con él mediante las cartas ya había olvidado por completo a ese gato, hasta que él me lo nombró, me dijo que había muerto hace tiempo pero que había conseguido un lugar especial para enterrarlo cerca suyo, a los pies de un árbol sobre una colina verde brillante. Las flores rojas deslumbraban los días de sol, y cuando llegaba la hora, se transformaban en enormes y jugosos frutos verdes. Ahora que lo pienso, nunca me dijo qué fruta era, ¿Serían manzanas verdes?

Vuelvo de mi mente y observo la realidad con tristeza, ¿dónde está ese mágico árbol? Aquí sólo yace un árbol marchito, seco, ¿Qué le habrá pasado? ¿Me habrá engañado? ¿El hermoso paisaje que me describió estaría sólo en su imaginación? 

Me golpeo la frente y pienso en la estación del año, estamos en Otoño, es normal que los árboles estén deshojados en esta época, pero en primavera volverá a florecer, será bueno verlo tal cual él me lo describió.

Casa OlimpoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora