Capítulo 10: El final

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No conseguía el valor necesario para levantarme y mirar qué o quién estaba en la cama conmigo, pero no lo necesité, la frazada que cubría mi rostro repentinamente se vió afectada por una fuerza que la tiraba hacia atrás, hacia mis pies, como si alguien muy lentamente, con mucha paciencia, con mucha calma, me estuviese quitando esa última barrera que me protegía para poder mirar directamente a mis ojos y descubrir todo mi ser. Desesperado lo pateé con una inusitada fuerza y me senté rápidamente sobre la cama. La cortina estaba entreabierta y se filtraba por ella la luz del candelabro. Sentí un impulso de valentía y la abrí completamente. Miré toda la habitación pero no había nadie, sólo estaba yo y la soledad, sólo yo atrapado en esa casa, entre esos muros altos, sin posibilidad de huir.  

Miré hacia la puerta de la habitación y estaba entreabierta, mi respiración se acelero y sentí un irrefrenable impulso por escapar. Corrí tan rápido y atropellado que casi caigo por las escaleras, asomé la mirada hacia el pasillo tratando de contener mi respiración, pero eso sólo acentuaba la sensación de mi corazón cabalgando desbocado en mi pecho.

Entonces oí un ruido proveniente del pasillo en zigzag, había algo allí y venia hacia aquí, así que corrí hacia la última puerta del pasillo y la abrí, el viento entró furioso a la casa, y yo salí, y corrí hacia el bosque tratando de regresar por donde había venido.

La noche aún era tormentosa, los truenos aún rugían con fuerza y los relámpagos aún iluminaban los cielos. Al entrar al bosque las ramas de todos los árboles me sujetaron y rasgaron mis ropas mojadas, caí al suelo y me cubrí por completo de fango, traté de ver el camino pero las luces de la tormenta parecían haberse sincronizado en un intervalo tan regular que mi visión parecía irse y volver por escasos segundos, todo lo veía en intervalo, como si el bosque fueran fotografías que pasan cada pocos segundos por mi vista, mi andar era torpe, no podía distinguir el camino. Debía cruzar un puente, había uno cerca de la casa, pero no lo encontraba, el sendero pronto se dividió en dos ante mi, corrí por una de las alternativas pero luego había otra división, luego una curva y nuevamente dos senderos, seguí corriendo pero estaba completamente perdido, ¿Por qué habían tantos senderos? El bosque era interminable, se cerraba sobre mi a cada paso que daba, como si quisiera perderme, como si los árboles se movieran para desorientarme, para atraparme, para encerrarme en esta casa para siempre, como si una vez dentro no hubiera vuelta atrás, una vez se hubiera entrado en la casa olimpo era imposible regresar, la casa ya era parte de tu ser y no te dejaría ir nunca jamás.

En un momento de desesperación corrí a través de los árboles fuera de los senderos y milagrosamente el bosque se terminó repentinamente, había salido de él, pero no del lado que yo pretendía, sino de nuevo frente a la casa, el bosque me había devuelto a mi captora, era imposible escapar a través de él. Tengo que encontrar una forma de llegar al patio de enfrente y saltar la reja. Por suerte la lluvia cesó, pero yo estaba completamente empapado y embarrado.

Corrí hacia el hall de la casa y llegué al borde del colapso, mis pulmones ya no eran capaces de oxigenar mi cuerpo y mi corazón estaba a punto de detenerse. Caí allí mismo, en el centro del hall, y al levantar la mirada la vi, la puerta, me miraba fijamente, sus duros ojos estaban posados en mi, había llegado la hora del juicio.

— ¡Lo siento! — Le grité — Siento por no haber venido antes, ¡siento por haber permitido que tu interior se convirtiera en esta espeluznante casa!

La puerta se agitó con violencia, se movió como si latiera hacia adentro e hizo un fuerte ruido a madera, como si intentara abrirse y no pudiera, el eco hizo retumbar toda la penumbra. Sus fríos ojos seguían clavados en mi, me juzgaba, me miraba con violencia y me penetraba hasta lo más profundo de mi alma.

— ¡Perdóname por no haber aceptado tu invitación! ¡Perdóname por haberme negado a tu amistad!

 La puerta se agitó una vez más, pero aún con mayor violencia.

— ¡No quise herirte! ¡No estaba preparado para tu amistad! Siempre me dijiste que eras mi mejor amigo y lo eras, ¡Perdóname por no habértelo dicho yo también!

Las lágrimas lavaban mi rostro ennegrecido por el barrio y la puerta aún latía con violencia.

— ¡Tenía miedo!, miedo de abrir la puertas de mi corazón, ¡nunca quise que te convirtieras en este monstruo!

— ¿Qué pasa aquí? — Preguntó una voz a mi espalda.

Me giré y era él, estaba parado allí, frente a una luz resplandeciente que emanaba de esa puerta cerrada de la planta superior en el hall, que ahora estaba abierta.

— Perdona — Le dije — perdóname por todo, por no haber aceptado tu amistad.

— Ah, ¡viniste!, pero ¿De qué estás hablando y por qué estás tan sucio? No me digas que has venido caminando por esta horrible tormenta, ¿Nadie en el pueblo quiso traerte? — Me dijo mientras bajaba por la escalera, pero yo estaba demasiado confundido y casi sin voz como para responderle.

— Perdóname — Murmuré por el agotamiento — haz que tu casa me perdone, haz que tu puerta me juzgue con amabilidad y que las sombras ya no me persigan, permite que tu bosque me libere y ya no rasgue mi piel.

— ¿Qué cosas dices? No hay nada que perdonar, ¿te preocupa haber golpeado muy fuerte la puerta? Seguro te perdonará, discúlpame tu por no haber oído que llamabas, mi cuarto está muy arriba y se ve que tuve un sueño pesado esta noche.

— Pero, pero — tartamudee — tu puerta me ha juzgado con ira, tu puerta no me quiere aqui, era ella quien golpeaba, ella, ella...

— ¿Estás loco? La puerta no puede golpearse sola, ¿No has sido tu?

— No, no, era ella...

Me giré y miré la puerta, ya no parecía tan amenazadora, mientras hablábamos había amanecido y la luz había inundado el hall. La casa irradiaba colores alegres y ya no se sentía tan vacía y tan sola.

Miré a la puerta fíjamente a lo que en la oscuridad creí que eran ojos y ahora claramente notaba que eran relieves deliciosamente dibujados. Mi cuerpo comenzó a calmarse y mi respiración a normalizarse, pero un fuerte ruido me hizo caer hacia atrás, la puerta nuevamente se estremeció y latió.

— No, no de nuevo, la puerta ...

La puerta nuevamente volvió a golpearse y esta vez se abrió con fuerza. Detrás de ella pude ver al posadero y unas diez personas más que sostenían un enorme tronco con el que la habían roto.

— Señor, ¿Se encuentra bien? — Preguntó el posadero — Aléjese de él ya mismo — Le dijo a mi amigo — ¡Deje de torturar a este hombre! .

— ¿Pero de qué están hablando? ¿Cómo voy a torturar a mi amigo?

— Las sombras, las sombras me perseguían por la casa, se subieron a mi cama y me atormentaron por los bosques ...

— Están todos locos — Dijo mi amigo riendo — habrá sido mi gato, te conté en mis cartas que sabe abrir puertas y le gusta acostarse en los pies, habrá sido él que se subió a tu cama. Además hace una cosa muy graciosa, antes de dormir siempre se estira y clava sus garras en las frazadas, a veces se le quedan atoradas y te termina destapando.

— Pero, pero, tu gato está muerto — le dije y luego me voltee a mirar al posadero, casi avergonzado y apunto de caerme del cansancio por haber estado corriendo toda la noche.

— Si, ese murió hace tiempo, ahora tengo otro, lo encontré en el bosque y me lo traje, es una gran compañía, está siempre conmigo. Ah, y ahí está, venga mishi venga, venga con papá.

En ese momento, vi que los ojos del posadero y de los hombres que lo acompañaban se abrían como platos, sus rostros se desfiguraban por la sorpresa y el terror, algunos soltaron las hachas y las palas que llevaban y echaron a correr, el posadero me miró fijamente y me gritó ¡Corra!

Lentamente, con mi cuerpo casi al completo paralizado, giré mi cabeza para mirarlo a él y allí lo vi, con sus ojos penetrantes, fríos, duros, mirándome, analizándome, desnudando mi alma, juzgándome digno para estar en la casa olimpo y en sus brazos un gato negro, que bufaba furioso al mirarme, con ojos diabólicos color verde como las llamas del averno, encendidos como braceros y unos largos cuernos negros que brotaban de su cabeza y acompañaban la forma de su cuerpo hasta la altura de su cola.

Casa OlimpoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora