Cartas al Universo

A mi bella Luna:

Estaba durmiendo. Y quién no, eran las cuatro de la mañana. Abro los ojos, como movidos por reflejo. Observo la luna por la ventana. Me levanto de la cama y me pongo un chándal. Agarro mi mascarilla y me la pongo. Salgo a la calle y me quedo en silencio. No hay nadie, está desierta y callada. Me bajo la mascarilla. Respiro hondo y entra por mi nariz el aire fresco. Un aire casi limpio con el típico toque a petróleo. Siento como mis piernas me piden moverlas. Comienzo a caminar calle abajo. Voy cada vez más rápido hasta que comienzo a correr. El viento empuja mi pelo hacia atrás. Siento que me voy a caer, pero me da igual. Continúo corriendo hasta llegar a una pequeña plaza. Me adentro en ella lentamente observando todo a mi alrededor. Mi respiración está agitada, estoy exhausta, mi corazón está a mil. Doy vueltas en la plaza fascinada por su contenido, como si fuera la primera vez que la veo, como si no hubiera estado ahí cientos de veces. Me dejo caer en un banco y me tumbo mirando una vez más a la luna, esta vez rodeada por las copas de los árboles a mi alrededor. Se me eriza la piel, siento que vuelvo a ser una niña, siento que vuelvo a ser yo. Se me dibuja una gran sonrisa en la cara. Tras un momento, me levanto de mi sitio y me dirijo de vuelta por dónde vine, esta vez decido caminar. Veo que la carretera me está llamando. Salgo de la acera para caminar por encima del asfalto. No hay ni un coche y yo no tengo ningún miedo. Hago todo el recorrido por esta hasta llegar a mi destino. Miro el edificio, es tan grande... Respiro hondo una última vez antes de volver a ponerme la mascarilla. Abro la puerta y entro. Subo los cuatro pisos y entro en la puerta izquierda. Miro el reloj, son las 4:30. Dejo mi mascarilla en su lugar, me quito el chándal y vuelvo a tumbarme en silencio y con cuidado de no despertarla. Miro de nuevo por la ventana. A través de ella se puede ver perfectamente esa hermosa luna. Bostezo y lentamente voy cerrando los ojos, dejando atrás la luna llena.