A ti

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"Y me place que os sea manifiesto,
con tal que mi conciencia esté callada,
que ante cualquier fortuna estoy dispuesto."

Dante ALIGHIERI, Divina Comedia. Inferno. CANTO XV





          Abrí los ojos despacio.

          El dolor era abrasador y recorría mi cuerpo como una lengua de fuego. El polvo lo inundaba todo, impidiéndome ver con claridad. Intenté llenar mis pulmones de aire, pero la densidad del humo solo me hizo toser con fuerza. Miré a mi alrededor, tratando de ubicarme. Apoyé todo el peso en mi brazo sano para intentar incorporarme, provocando que un quejido lastimero saliese de mis labios a causa del dolor. Mis movimientos eran pausados, ya que, en el caso de tener algún tipo de contusión, esta podía empeorar con algún movimiento brusco. Palpé mis piernas como pude en busca de algún hueso roto o algún dolor punzante, pero todo parecía estar bien.

El embotamiento inicial fue desapareciendo, permitiéndome ver cómo un hierro sobresalía de mi abdomen, a la izquierda de mi ombligo. No fui consciente del dolor hasta ese momento.

            —Mierda.

            Esta era la herida más grave, ya que el resto se trataba de magulladuras y cortes provocados por el impacto. Rasgué la tela de mi camiseta para conocer mejor el daño y comprobé que el metal se hundía en mi estómago. Era profundo, pero no sangraba demasiado, posiblemente porque el propio hierro taponaba la herida. Llevé mi mano izquierda hacia mi espalda y traté de averiguar si me había atravesado por completo. La respuesta llegó cuando noté algo puntiagudo saliendo de mi piel.

            El humo comenzó a disiparse despacio, permitiéndome saber que me encontraba a unos metros de la gasolinera, no muy lejos de la caravana. El calor era insoportable, aumentando la sensación de asfixia. Me giré despacio sobre mi misma para tratar de levantarme. Tenía que encontrar al resto para poder largarnos de allí, ya que los caminantes no tardarían en llegar a causa del ruido. Las lágrimas se acumulaban en mis ojos debido al dolor que me producía cada movimiento, por leve que fuese. Me centré en controlar mi respiración y en no desmayarme.

           Una vez en pie, intenté localizar a alguno de los integrantes de mi grupo sin éxito. Las lágrimas bañaban mi rostro y fuertes temblores sacudían mi cuerpo. Avancé despacio hacia la caravana.

            —¡Carl! —Mi voz era débil y sonaba rasposa, a consecuencia de la sequedad de mi garganta.

           Nadie contestó.

           Seguí caminando despacio al tiempo que sostenía fuertemente el hierro con una de mis manos para evitar que se moviese con cada paso. No sabía mucho de primeros auxilios, por lo que desconocía qué debía hacer en un caso como el mío. El humo era cada vez menor, pero aún había suficiente como para dificultar la respiración y provocar que los ojos lagrimeasen constantemente.

           El sonido de los gruñidos me alertó sobre la presencia de caminantes, pero no era capaz de conocer su ubicación con exactitud. Seguí andando todo lo rápido que mi herida me permitía para tratar de llegar a la caravana. Los gruñidos estaban cada vez más cerca. Algo agarró con fuerza uno de mis tobillos, tirándome al suelo. Un dolor atroz me recorrió. No pude evitar gritar cuando el hierro de mi abdomen se clavó más profundamente en mi piel. Un caminante sostenía mi pie izquierdo con fuerza, tratando de morderme. Intenté arrastrarme lejos de él, pero no tuve fuerza suficiente, por lo que me apoyé sobre mi costado malo y pateé su cabeza con fuerza.

           El dolor era insoportable y las lágrimas caían a borbotones por mis mejillas. Seguí asestándole patadas hasta que la parte superior de su cráneo se hundió y me deshice de su agarre.

É S T I G E [LIMOS #1]| The Walking DeadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora