Mentir y contar

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"Se encontraban las losas removidas
y se escuchaba un lamentar hiriente
que parecía de almas ofendidas."

Dante ALIGHIERI, Divina Comedia. Inferno. CANTO VIII.






        Daryl sostuvo mi brazo con fuerza, arrastrándome al centro de la habitación. Alcé mi vista hacia él. La expresión de su rostro denotaba furia, y gesticulaba exageradamente. Estaba hablándome, pero yo no era capaz de escuchar nada. Los latidos de mi corazón resonaban en mi cabeza. La falta de aire y el cosquilleo de mis extremidades eran cada vez mayores.

        Aparté a Daryl con brusquedad y traté de concentrarme en mi respiración.

        Sentí que la habitación me engullía.

        Aparté el pelo de mi cara y miré al techo.

        Tenía que tranquilizarme.

        La adrenalina provocó el temblor incontrolable de mis manos, haciendo que mi arma cayese al suelo. «Cariño, no lo conseguiré». La voz de mi padre taladraba mi mente. Los puntos negros ante mis ojos indicaban la falta de riego sanguíneo. El sudor frío recorría mi columna y mis pulmones se contraían dolorosamente en busca de oxígeno. «Tienes que hacerlo. Tienes que salir de aquí». Llevé las manos a mi cabeza y clavé los dedos en mi cuero cabelludo. «Ambos sabemos que no puedo acompañarte». El temblor de mis manos era incontrolable. «Prométeme que estarás bien». No podía soportarlo más. «Prométemelo». La sonrisa tranquilizadora de mi padre apareció ante mis ojos. «Te quiero, Ava». Habían pasado meses de aquello, pero aún podía sentir sus manos huesudas sobre las mías, instándome a acabar con su vida.

        Lo hice.

        Maté a mi padre entre las mismas cuatro paredes que me habían visto matar a un desconocido para proteger nuestras vidas.

        Estaba sumida en una vorágine de pensamientos cuando sentí unas manos sobre mi rostro. Alguien me apartaba el cabello de la cara con dulzura. Las lágrimas caían por mis mejillas descontroladamente. Me tomaron de los brazos suavemente. Traté de calmarme y enfocar mi vista.

        Carol.

        Supe que estaba tratando de tranquilizarme. Sus labios se movían. Los latidos desbocados de mi corazón me impedían escuchar sus palabras. Me concentré en ella, tratando de descifrar lo que estaba diciéndome. Ella respiraba frente a mí con movimientos exagerados. Supe que quería que la imitase. Me concentré en mi respiración.

        «Inhalar. Exhalar».

        Carol sonrió complacida.

        «Inhalar. Exhalar».

        Los latidos de mi corazón comenzaron a regularse, permitiéndome escuchar voces a mi alrededor.

        —Eso es, cielo. Puedes hacerlo. —«Inhalar. Exhalar»—. Es solo un ataque de pánico. Puedes hacerlo. Estás a salvo. —La calma trajo consigo una sensación de cansancio extremo. Estaba agotada—. Estás a salvo.

        «Inhalar. Exhalar».

        Eso fue en lo único en lo que me concentré durante unos minutos más. El cosquilleo de mis extremidades comenzó a desaparecer y la sensación de peligro que antes me asfixiaba, remitió casi por completo.

        Alcé la mirada hacia mis acompañantes. Sus semblantes indicaban preocupación. Reconocí miedo también. No supe si era a consecuencia de la situación que acababan de vivir o de saber que yo había matado a mi propio padre.

É S T I G E [LIMOS #1]| The Walking DeadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora