Entramos en silencio por la parte de atrás. No quiero despertar a mamá. Dante y yo subimos a mi cuarto para cambiarnos. Le presto el short de la otra vez. Ni siquiera sé qué hora es. Perdí noción del tiempo desde hace rato. Deberían ser las dos y media de la madrugada o cerca.
No importa porque no tengo sueño. Y Dante parece que tampoco.El agua de la piscina se siente deliciosa. Nos metemos sin hacer mucho ruido. Estar así con él, en plena noche, es muy diferente de la última vez. Por obvias razones. Además no está Emiliano. Solo somos él y yo. Estoy atento a todos sus movimientos. No puedo dejar de mirarlo.
— Dios, que relajante es esto después de una noche de fiesta — comenta. — Gracias por invitarme.
— De nada. Te sale bien dar lástima, qué puedo decir — lo salpico.
— Bueno, no me dejas otra opción que recurrir a eso para poder pasar tiempo contigo — responde.
Oh, diablos. Ya empezamos. No puedo si es así de directo.
— Cállate. Solo viniste por la piscina. O quizás por otra cosa — lo enfrento.
— ¿Crees que soy de esa clase? — Dante no se deja intimidar.
— Mmm — me hago el que dudo y ahora es él quien me salpica en la cara.
Le devuelvo el ataque. Esto es divertido. Parecemos dos niños. No estamos en la parte profunda del agua, hacemos pie aquí pero de todos modos él logra hundirme por completo cuando decide llevar la guerra un paso más lejos y se abalanza sobre mi empujándome hacia atrás.
Cuando salgo debajo del agua, está riéndose.
— Tarado — le digo. — Agradece que mi madre duerme porque sino puedo llegar a ponerme muy violento en el agua.
— No te tengo miedo — declara.
— Deberías.
— ¿Tú crees? ¿Por qué no te acercas? — me provoca.
— Mejor no — respondo usando la misma frase que él la noche en que toda esta tensión sexual entre nosotros empezó.
— ¿Por qué no? — me mira serio. Ya no estamos jugando y bromeando.
Es difícil para mí resistir. No puedo quedarme quieto si lo voy a tener así, con solo shorts puestos, mojado y sexy frente a mí.
Quiero acción.
No le contesto pero cuando no me está viendo, aprovecho y nado hasta él bajo el agua para tomarlo desprevenido. Cuando emerjo me coloco tan cerca que estoy solo a centímetros de su boca.
Hace lo que me imagino. Lo que hacen todos los heteros cuando encaro así: se echa para atrás de forma automática.
— Ves que sí me tienes miedo — sonrío. Amo tener razón.
— ¿Qué pretendes si casi me besas? — intenta defenderse.
— Ni siquiera te toqué, Dante. Además ¿Te da miedo un beso cuando el otro día dejaste que te la chupara? Que falta de coherencia — río.
— No es lo mismo.
— No, no es lo mismo. Tienes razón. Un beso mío podría volverte gay. Eso te asusta.
Él se ríe. Cree que bromeo.
— Si no me crees, ¿por qué no pruebas lo contrario? — lo desafío.
— Un beso tuyo no me hará dudar de mi sexualidad — dice con seriedad.
— Genial. ¿Entonces? — presiono un poco más.
ESTÁS LEYENDO
Cómo voltear a un hetero en 10 pasos
RomanceLos pasos de Max para conquistar heterosexuales nunca le han fallado. En tres años ha sumado una larga lista de conquistas de la que se siente muy orgulloso. Es un chico decidido y seguro, y sin dejar que los sentimientos se metan en su camino, cuan...