Capítulo 19

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Hoy estoy tranquilo. Acabo de enterarme que aprobé el examen pasado y eso me saca un peso de encima. Pero más feliz me pone ver que Dante también aprobó. Me alegro por él, de verdad. También es inteligente, lo merece. 

Han pasado tres días desde la última vez que hablamos. 

En clases pretendemos ser solo compañeros y ya. Si pasa por mi lado me saluda educadamente pero no dice más. Muchos menos si nos cruzamos en la cafetería o en la biblioteca. Lo mismo hace con mis amigos. Es como si no nos conociéramos más que de vista. 

Por mi parte trato de evadir lugares y reuniones de compañeros en común, no quiero molestarlo, ni que las personas me pregunten por qué ya no estamos juntos cuando la semana pasada nuestra pareja era todo de lo que se hablaba. 

Estoy haciendo mi mayor esfuerzo por tragarme mis emociones y darle el espacio que necesita. 

Me pregunto cuánto tiempo tendrá que pasar hasta que vea todo esto como una rutina. Hasta que me acostumbre a esta lejanía entre nosotros.

O quizás nunca ocurra y tenga que soportarlo por siempre. No me sorprendería si así fuera. 

No importa. Haré lo que tenga que hacer. 

Me he enterado por chicos del curso, escuchando conversaciones de pasillos, que Dante está preparándose para una nueva carrera este fin de semana. Eso es bueno, supongo. Que esté concentrado y enfocado en otras cosas. Que se olvide de mí y siga con su vida normal. 

Yo no quiero ni pensar en el tema. Porque resistirme las ganas de ir a verlo, aunque sea a escondidas entre el público, para ver cómo le va, es muy difícil. Ya no quiero involucrarme en sus cosas. Pero lo extraño tanto que a veces me quedo mirándolo a la distancia, cuando está solo o hablando con alguien, cuando lo veo pasando yendo de algún aula a otra. Es todo lo que me permito. A veces cruzamos miradas, y cuando eso pasa, yo inmediatamente miro hacia otro lado. No soporto ver sus ojos llenos decepción, tristeza o rencor por mi culpa. Porque sé que así debe mirarme. Eso debe sentir cada vez que se acuerda de mí. 

Esta mañana, entre clases, está siendo una muy incómoda para mí. Estoy en la cafetería con Emi y Carla. Todo está bien, Dante no está aquí pero sí dos de sus amigos. Los localicé a algunas mesas de distancia de la nuestra y no dejan de mirarme. Seguro deben odiarme también. Ellos habían animado a Dante a involucrarse conmigo para al final llevarse decepcionante resultado. 

Sin embargo, no me miran de forma enojada. Es raro. Y parecen discutir entre ellos también. Uno de los chicos recuerdo le dicen Santi y es el que menos deja de acosarme con la mirada. 

Le digo a los chicos que nos vayamos, porque me hace sentir mal. 
Pero justo cuando nos ponemos de pie, el tal Santi hace lo mismo y se acerca a nosotros. 

— Max, ¿podemos hablar? — pregunta. 

— Hey, hola, tengo clases ahora — respondo. No quiero hablar con amigos de Dante. Tengo miedo de lo que pueden llegar a decir. 

— Solo será un minuto — insiste. 

Y entonces mis amigos se adelantan para que yo me pueda  quedar a solas con este chico. Me vuelvo a sentar y él se sienta enfrente. 

— ¿Es por Dante? — pregunto tontamente. 

— Claro que es por él. 

— No necesito que digas nada. Yo ya sé que lo arruiné y que soy un imbécil. No hay nada que digas que no sepa ya. 

— ¿No quieres saber cómo está él? 

— Yo… — diablos, sí, claro que quiero saber. — Es mejor si nos mantenemos alejados. Ya no quiero molestarlo — le explico. 

Cómo voltear a un hetero en 10 pasosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora