Capítulo Cinco

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Más tarde en el día, Victoria comenzaría a recuperarse al igual que su esposo, pero lo hizo mucho más tarde, ya que era un hombre y no le tomó tanto tiempo como su esposa e hijas.

María estaba semi lista ya que había comenzado su rutina matutina con una ducha y una muda de ropa en la casa de Max antes de llegar a casa. Todo lo que tenía que hacer era arreglarse un poco el cabello y maquillarse.

Poniéndose brillo de labios, María bajó las escaleras justo después y en realidad se encontró con su padre, quien todavía estaba deambulando con una taza de café en la mano, pero ya estaba usando un traje, su atuendo informal.

-- Hola, pa --ella sonrió y lo abrazó.

-- Hola --le devolvió el abrazo y le besó la cabeza. -- ¿Cómo han ido las clases, eh? --

-- Está bien --ella asintió. -- Pero a medida que avanzo, no estoy totalmente seguro de cuánto lo amo... --

-- Me estás rompiendo el corazón, no digas eso --se rió entre dientes.

Ella rió. -- Siento que no es para mí... --respondió simplemente, sabiendo en el fondo que prefería mucho ser modelo para su madre.

-- María... --dijo decepcionado, pero no con firmeza.

-- Todavía estoy mirando y pensando en las cosas que quiero hacer. Siento que es hora de que cambie mi especialidad nuevamente, pero ya veremos. --

Él asintió con la cabeza. -- Siempre que encuentres algo por lo que vas a seguir adelante. Quiero que tengas éxito. --

-- Lo se --ella asintió-- Gracias, papi. --

-- Claro... --hizo una pausa. -- ¿Puedo preguntarte algo? --

-- Claro --ella estuvo de acuerdo.

-- Entonces, tú y Max... --

En ese momento, sonó el timbre.

-- Lo conseguiré --aceptó María con mucho gusto, solo para alejarse de cualquier pregunta que su padre pudiera haber tenido sobre su relación con Max.

-- Hola, mi amor --Max saludó a la joven con un beso en los labios.

Ella se apartó un poco rápido, no queriendo ser tan atrevida frente a su papá. Ella le devolvió el gesto.

-- Dr. Ríos Bernal... --sonrió el joven respectivamente. -- ¿Cómo está usted, señor? --extendió la mano para estrecharla.

-- Bien --lo atrajo para darle un breve abrazo. -- ¿Y tú? --

-- Muy bien --dio un paso atrás. -- Uh, María me invitó... Espero que esté bien, no sabía que estabas en casa y normalmente salimos los fines de semana; Victoria, las chicas y yo. --

-- Por supuesto, está bien, hijo. No me importa, después de anoche, creo que sería mejor que tú y yo nos conozcamos mejor. --

-- Lo hago un punto --asintió.

-- Esta noche, si ustedes dos salen, tráiganla a las diez, por favor. --

-- Sí, señor --estuvo de acuerdo.

María también asintió.

-- Heriberto, no hay necesidad de tirar reglas donde no son necesarias --dijo Victoria mientras bajaba las escaleras. -- Hola, hijo, ¿cómo estás? --ella le dio un beso en las mejillas.

-- No me gusta que vuelva tarde a casa --explicó.

-- Las cosas han sido así por un tiempo, mi vida, y no veo ningún sentido en cambiar esas cosas. Créanme, nuestra hija está a salvo con Max --frotó el brazo del joven.

Amor MíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora