Me pasé 3 horas seguidas llorando. (Incluso más)
Los siguientes días se hicieron eternos.
Las lágrimas bajaban por mis mejillas como cataratas.
Sentía pinchazos en el pecho y el dolor que sentía era sobrenatural.
Llegó un momento que de lo destrozada que estaba ya no caían lágrimas.
Después de una semana decidí hacer el último esfuerzo.
Me armé de valor y le envié un vídeo explicándole todo y pidiendo perdón.
Hablamos sobre todos los mal entendidos y lo arreglamos.
A pesar de todo yo sabia que nunca volveríamos a ser los mismos.