Mía 1

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No hay dolor más fuerte que el luchar por algo, y perderlo de todas formas.

Por todas las parejas que una vez lo dieron todo. Y no sirvió de nada.

Y para cada persona que lucha día a día consigo mismo. Somos nuestro peor enemigo.

K. L. NAVA.

Prologo

Lo miro, está en el fondo. Está mirándome. 

Su grupo de amigos no están conscientes de las miradas que nos envíamos. 

Miro a Dash, enviándole una mirada afirmativa. Lo quiero. Ya.

Dash asiente y se va al otro lado. 

La víctima se pone de pie de su reservado y se acerca a la barra, pide un trago de algo extraño y me mira. 

— ¿Divirtiéndote? — Pregunta. Mis ojos se van a los de él, y casi veo como su piel se eriza. 

— ¿Tú qué crees? 

— Mia — Susurra, y se acerca a mí, para hablarme — Lo que pasó esa noche... lo siento. 

— Estaba un poco borracha ¿No? — Inquiero, a la vez que medio sonrío. Él asiente. 

— Si, yo... lo siento.

Asiento. 

Le entregan su trago y suspira. 

Y se va a ir. Así que me aclaro la garganta, deteniendolo. Esta de espaldas a mi. 

— Pero yo no perdono — Aclaré. Y casi siento como su cuerpo se estremeció. 

Se tomó el contenido del vaso de un trago y lo dejó en la barra, dirigiéndose al servicio. 

Tomo aire y niego con la cabeza, muy mala dirección.

Me pongo de pie y salgo del local, metiéndome en la camioneta. 

El mensaje que recibo es breve. 

Paquete enviado. 

Casi sonrío. Le doy una mirada al chófer y éste enciende la camioneta. 

***

Lo veo amarrado a la cama, con un antifaz y temblando como un maníaco.

— ¿Quién es? — Susurra — ¿Qué me dieron? 

La erección en sus pantalones solo me dice que la pastillita está funcionando. 

Cojo las tijeras de la mesilla y comienzo a cortar su ropa. Él contiene el aliento. 

Cuando lo tengo completamente desnudo, erecto y sudoroso, me inclino a él, acariciando su pecho. 

Mis labios acarician su mentón y me voy hasta su oído para hablarle. 

— Estás muy erecto, quizá deberíamos hacer algo para remediarlo — Susurro. 

El contiene la respiración otra vez.

— No... ¡Por favor, no!

El anillo le cabe perfectamente en el pene y lo enciendo, haciendo que él gima.

— ¡Por favor, no! Lo siento, lo siento — Susurra. 

Sabe quién soy. Sabe lo que hizo. 

— Te aprovechaste de una borracha — Le recuerdo — ¿Qué tal si cambiamos los papeles?

Ríndete -SAGA HEREDEROS 4- BORRADORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora