Mia 2

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Me siento lo suficientemente terrible como para soportar también el repetido sonido de una máquina a un lado de mi.

Gimo con fastidio, y la fatiga viene a mí. El dolor abdominal me hace lloriquear.

Busco abrir los ojos, y mover las manos... pero algo me lo impide.

Estoy atada a una camilla. Mis brazos están atados a las barandas, al igual que mis piernas, y mi estómago. Estoy completamente indefensa, como si fuera una psicópata.

El pitido se vuelve constante, y miro hacia la máquina, para ver mi propio latido incesante marcando en la pantalla. Mi presión arterial alta, el pánico creciendo en mi.

¿Dónde estoy? ¿Qué hago aquí?

Una puerta se abre en algún lugar, y busco desesperadamente la puerta, pero solo veo como Derek aparece por detrás, mirándome.

— Despertaste — Su voz estaba ronca, sus ojos estaban enrojecidos e hinchados. Al igual que todas sus facciones congestionadas. Su nariz estaba enrojecida y su cabello estaba revuelto — ¿Cómo te sientes?

Una mujer apareció del otro lado, con una jeringa con algo, sujetó mi brazo y colocó algo en una vía intravenosa que tenía. No me resistí, por más que la mujer sujetara mi brazo por si yo me movía, no lo hice. Miré a Derek.

— ¿Qué es todo esto?
— Estamos sacando todo el alcohol de tu sistema, cariño — Susurró y se acercó a mí frente, dándome un beso — Cuándo te sientas mejor lo hablaremos.

Mis párpados cedieron, Derek no dejo de besar mi frente, de acariciar mi mejilla. Y de decir que me amaba.

Quería creerle. Pero lo único que quería era morirme.

******

Derek

Busqué una respuesta mirando a la enfermera, ella solo anotaba algo en una carpeta.

Mía quedó inconsciente, odié verla indefensa, atada y confundida, quería explicarle todo ¿Me entendería?

Dios ¿Me aceptaría otra vez?

— La señora Hodgson se encuentra estable, sus latidos son normales. Deberíamos dejarla descansar, se encontraba deshidratada y en estado crítico. Tras el lavado que le hicimos, es normal que se sienta así. Asi que es mejor dejarla que descanse.
— ¿Esta dormida?
— Si, está dormida — Ella me mira con empatía y suspira — Señor Hodgson, a las personas les cuenta mucho dejar el alcohol, pero de ahí a tomar pastillas para acabar con su vida, ya no estamos hablando de una adicción de alcohol, estamos hablando de suicidio.

Mi corazón se rompe, asiento con comprensión y miro a la mujer de mi vida, dormida.

— Su esposa estará bien atendida, tenemos los mejores especialistas. Ella será evaluada diariamente por cada una de ellas, estará supervisada y estará en un ambiente confortable. No le faltará nada.
— Lo sé — Admití, había recurrido a ellos cuando no sabía qué más hacer. Tras encontrar a Mía en el piso, ahogándose en alcohol y con un bote de pastillas al lado... sentí que mi mundo se había detenido, llamé a emergencias. Y sólo di una dirección. Ellos gracias a Dios se encargaron de Mia y aquí estaba, atada e inconsciente — ¿Podré venir cuando quiera?
— Si, Mía tendrá una suite privada, podrá visitarla cuando desee.

Aquello me tranquilizó jodidamente mucho.

Suspiré y dejé a Mía descansar, mientras terminaba de llenar el papeleo.

Busqué mi teléfono y marqué el número de Trevor. El me respondió.

— Te escucho — Su voz estaba cansada, al igual que la mía. La diferencia era que él no sabía lo que había sucedido.
— Mía intentó suicidarse, se tomó al menos doce pastillas, y tenía solo alcohol en su organismo. No había ni rastro de alguna comida en su estómago. Solo alcohol.

Ríndete -SAGA HEREDEROS 4- BORRADORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora